Las últimas sanciones de la Administración Trump contra Venezuela han pegado en el centro de gravedad de la economía venezolana: el petróleo.
El día de ayer, la BBC de Londres entrevistó a Geoff Ramsey, investigador del centro de estudios WOLA (The Washington Office on Latin America), quien destacó que las sanciones de Estados Unidos son «muy fuertes», acotando que «no sabemos si estas sanciones van a producir un quiebre del gobierno, lo que sí sabemos es que va a haber un impacto en la población. El sufrimiento del pueblo venezolano va a aumentar por estas sanciones».
Ramsey igualmente cuestionó la efectividad de estas políticas de cerco y asfixia, colocó el ejemplo de Cuba como una referencia del fracaso que persigue esta estrategia y que, por su similitud, podría salir mal también en Venezuela.
Sobre el papel de la intervención militar como un intrumento para forzar la «transición», el analista fustigó las consecuencias en Irak y Libia, donde Estados Unidos terminó «en ambos casos desestabilizando al país entero y generando una guerra interna que todavía no se ha resuelto».
Las condiciones de la economía venezolana hacen que el embargo petrolero, la confiscación ilegal de los activos nacionales en el extranjero y el aislamiento del sistema financiero de Occidente, signifiquen una maniobra pesada con amplios efectos de devastación sobre el tejido social de Venezuela. Es por esa razón que Ramsey alerta sobre el sufrimiento que conllevan, dado que 95 dólares de cada 100 que entran al país para sustentar la vida económica ingresan por la vía del petróleo.
Estas opiniones contravienen la narrativa de que las sanciones sólo afectan al «régimen de Maduro» y que sus consecuencias no alcanzarían a la sociedad en su conjunto, a la que por otro lado le prometen una «ayuda humanitaria» de unos pocos millones de dólares que no alcanzan ni el 10% del dinero venezolano retenido (para la compra de alimentos y medicinas) en bancos e instituciones financieras estadounidenses.
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