Por: Franco Vielma
El oficialmente primer partido de la división del chavismo en tiempos de Maduro, Marea Socialista, representado por Héctor Navarro, Ana Elisa Osorio, Gustavo Márquez, Mayor General (R) Clíver Alcalá Cordones, Gonzalo Gómez y Nicmer Evans, entre otros, se presentaron el 18 de julio ante la sede del Consejo Nacional Electoral, con el fin de consignar una carta a su equipo rectoral, en la que piden «el respeto a nuestra Carta Magna, facilitando el ejercicio oportuno del derecho ciudadano a la realización del Referéndum Revocatorio».
¿No eran estos los mismos que hablaban de un «pacto con la burguesía»? ¿No eran los mismos que decían que Maduro había pactado para que no lo tumbaran? ¿No eran los mismos que «en nombre de Chávez» se rasgan las vestiduras por la revolución? Si habla igual que la derecha y defiende la misma agenda estratégica de la derecha, seguramente es de derecha.
El chavismo en tiempos de Chávez pasó airoso por muchas más formidables «cuentas del rosario» que se fueron, lidió con el ex vicepresidente Miquilena, la ida del MAS, de Bandera Roja, de Podemos, del PPT, gobernadores, alcaldes, entre muchos otros actores. A Maduro le toca ahora encarar el salto de talanquera al rincón más inhóspito de la «izquierda» más a la «izquierda» de Marea Socialista.
Y sí hay que sacar a relucir la trillada frase del «infantilismo de la izquierda» entendiendo que las pataletas no paran de aparecer en el ruedo político. Las reacciones infantiles típicas en parte de la izquierda como esta, que apreciamos en Marea Socialista, son de vieja data y no por eso dejan de ser peligrosas. La frase «infantilismo de izquierda» no es, como muchos supondrían, una frase creada por los liberales o los reformistas, para estigmatizar a los dogmáticos. No. Todo lo contrario. El origen del calificativo se remonta al mismo Vladimir Lenin, quien escribió un libro titulado: La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo.
Se trata de un esclarecedor libro en el que Lenin, palabras más, palabras menos, se refirió a sectores específicos del activismo comunista (gremios, tendencias, actores y grupos) que no saben diferenciar al enemigo histórico y que no entienden las cuestiones prácticas y elementales de la lucha de clases, que por absurdo idealismo dividen las fuerzas revolucionarias, alertando Lenin además que muchas de las actuaciones aparentemente benévolas de muchos actores «ultra radicales» de la izquierda eran la tramoya de un guión diseñado para la división desde adentro de los sectores revolucionarios, fragmentándolos en grupos de interés, atomizando la lucha de clases e inhibiendo las posibilidades prácticas de cuajar todas las fuerzas en una misma fuerza histórica clasista.
Consideremos que por estos días se está escribiendo el prefacio de una adaptación criolla que podríamos titular: La enfermedad infantil del izquierdismo en el chavismo, con situaciones más degradantes, argumentos más flojos, mucha arrogancia y mucha desfachatez de quienes toman la argumentación legítima de la crítica endógena para propiciar la frangmentación endógena. Le falta épica para que un Lenin la escriba.
Estos factores viven su propio ciclo de regresión política. Lo vivieron otros y los mismos una y mil veces antes de Chávez. Partidos se dividieron en partidos y estos en otros partidos, gremios, asociaciones y grupitos alcanzando niveles de atomización tal que prácticamente fue inviable que una alternativa cohesionada de izquierda se hiciera del poder político. Justo luego del nefasto pronunciamiento de los voceros de Marea Socialista ya mencionados, Stalin Pérez Borges, Christian Pereira, Vilma Vivas, Ismael Hernández, Jesús Borges y Norman Antonio Boscán, quienes desde hace algún tiempo vienen llamándose «Marea Socialista Línea Original» firmaron y publicaron un documento donde denuncian que se deslindan de Marea Socialista, pues desde hace algún tiempo venían discrepando de las posturas de quienes hoy tienen la vocería de ese «partido», llamémoslo así.
Cuando Chávez aspiró al poder por vía electoral a finales de los años 90, fue al cuarto de los checheres de la izquierda venezolana para crear un equipo político diverso, pues su núcleo estaba conformado por militares principalmente. Se dejó acompañar de quien lo quiso acompañar y en muchos casos fue él mismo a buscar a quienes consideró que podrían hacer aportes, incluyendo parte de la izquierda académica en la UCV o aquella dislocada en partidos y gremios. Pero qué va. Faltó que el hombre se muriera para que los viejos espíritus que desandaron en los años 60 y 70 y que acabaron con las fuerzas alternativas en esos años, reaparecieran en los cuerpos sin exorcizar de algunos adefesios estos.
El mejor momento para dividir al chavismo
Los mismos que hablaban de «pacto» de Maduro con la burguesía no saben explicar cómo carajo es tan contundente el sabotaje económico generalizado de los burgueses. Los que hablan desde una postura autonombrada como «radical» dicen que «el principal enemigo de este Gobierno es el mismo Gobierno», pero Citibank nos bloquea por órdenes de Washington en el preámbulo de un bloqueo financiero y sobre eso no saben qué decir. Contra Venezuela hay una agresión de espectro completo generalizada y profunda, pero a este grupito le es más cómodo decir que el Gobierno de Maduro no es revolucionario, acaramelizando y haciendo potable su escualidismo de izquierda.
Evocan una revolución que no la hicieron ni siendo ministros, y bajo esa quimera o acto imaginario asumen que no hay coherencia alguna en la dirigencia chavista actual de la cual no forman parte.
Lo que ahí predomina es la incongruencia, el divismo, el ego, la crítica infértil, los aspirantes que no tuvieron cargos, el resentimiento de los desplazados, el desgaste grosero de evocar a Chávez como si ellos tuvieran la patente de su nombre y el chantaje de causar daño aupando divisiones. Y como cambalache, un militar retirado antes de tiempo y un ex chanchullero de guisos en Colombia como embajador.
Podríamos simplificarlos reduciéndolos a la categoría de mediocres «infantiles», pero qué va. El día en que Nícmer Evans andaba escribiéndose de panita y todo con Nelson Bocaranda, más de uno en este país ha debido darse cuenta de con quien sí va pendiente de llevarse bien. En la política venezolana no hay casualidades.
«Sacar a Maduro en nombre de Chávez»
Suscribiendo el revocatorio impulsado por la derecha, que ya está viciado bajo todas las formas posibles de fraude, los desvencijados rostros de Marea Socialista imponen un metamensaje pro-referéndum, acompasado de su retórica «ultrachavista» de que «todo se acabó», «Maduro traicionó a Chávez», «No hay revolución con esta dirigencia», «El ciclo histórico revolucionario murió con Chávez», y por ahí se van. No suenan tan distinto a algunos promotores de la misma verborrea pero desde la derecha. El lenguaje pérfido y alevoso los caracteriza.
Ya sucedió en otros procesos históricos y conatos de revolución que hubo en América Latina y donde la división, el dogmatismo y el autoproclamado «idealismo», generaron daños históricos que aún no se han reparado en varios países. Echar el cuento nos va a llevar mil páginas, pues no se trata de esta historieta venezolana, se trata de procesos históricos que Lenin logró ver mirando al pasado pero de cara al futuro, pues los peligros con los que Lenin lidió siguen vigentes sujetos a designios prediseñados en espacios y centros de poder. La idea principal del libro de Lenin sigue teniendo vigencia incluso en un país y en una coyuntura histórica para la cual no escribió su obra. Claro que hay infantilismo y claro que hay estrategias emanadas desde los centros de poder para emplear pragmáticamente ese infantilismo buscando destruir revoluciones, usando su argumentación como base legítima y legitimadora de la destrucción endógena de las fuerzas revolucionarias, o lo que es lo mismo, «matar la revolución en nombre de la revolución».
Voy a explicarlo de esta manera. Si yo trabajara para la CIA u otra institución del poder gringo y a mí me tocara acabar con el chavismo, haría muchas cosas, pero estaría centrado en crear un partido que sea de la oposición pero desde la extrema izquierda y que marque distancia de la MUD, pues ciertos actores anteriormente relacionados al chavismo son más creíbles para deslegitimar, socavar, dividir y vulnerar liderazgos. Les montaría una página web que hiciera críticas y pusiera gente a criticar, todos los días, cada día, incansablemente todos los días. Que hagan las críticas a nombre de «salvar la revolución» y que la conviertan en un hecho editorial, más que en un hecho programático que debe efectuarse y abordarse por instancias políticas responsables.
Para integrar ese partido, buscaría personajes idóneos por sus niveles de aspiración, ego, resentimiento, ganas de regir y que sean viejos enemigos de quienes formaron parte de otro grupo de la izquierda del pasado (enemigos de Maduro, que era de la Liga Socialista). Incluso incluiría gente verdaderamente bien intencionada y los metería ahí, sin que sepan lo que hay tras bastidores, pues los tontos útiles se les llama así por ser bien útiles y pocos son más acomedidos que los bobos. Buscaría dogmáticos. Buscaría miembros de partiditos años atrás o de organizaciones solitarias.
Buscaría errores en el chavismo, históricos y nuevos, buscaría fallas en la dirigencia y hasta haría lucir como fallas lo que no son fallas para emplearlos como argumento. Armaría un guión hermoso de labia ultrarrevolucionaria y empezaría a poner a ese partido a actuar con sigilo con ese discurso, durante años, poco a poquito, en posiciones sinuosas, en una praxis reptante, serpenteando en la política.
Pero la verdad a fin de cuentas es que esa idea no es tan original, ya se aplicó en otros lados y, hablando de Venezuela, créanme que en la CIA hay tipos más inteligentes que yo, y probablemente a alguien ya se le ocurrió eso. Lenin escribió un libro para advertirnos de los peligros históricos. La política no es para ingenuidades y desde principios del siglo XX hay cosas que no han cambiado.
Marea Socialista inaugura el escualidismo de izquierda con su apoyo frontal a la propuesta de la derecha interna en contra del primer presidente chavista de Venezuela, quien ha sorteado desde embriones de guerra civil en 2014 hasta un brutal bloqueo económico y sabotaje económico interno que ya tiene tres años de intensa aplicación. Justo en el momento cuando internacionalmente la MUD se ve aislada y cada vez más obligada a sentarse a dialogar con el Gobierno, sale del armario Marea Socialista para darle aliento a la principal estrategia político-electoral de la derecha venezolana y los grandes actores de poder global que están detrás. Al parecer el fallo de Ramos Allup con relación al lapso de los seis meses que le impusieron desde afuera, ha generado un contundente rechazo por parte de Marea Socialista. «Vamos que sí se puede sacar a Maduro del poder», aupan con alegría.