IN MEMORIAM
ALBERTO RUDAS MEZONES
Por: Julio Cesar Belisario R.

Evoco querido amigo, imborrable, amargo, y tormentoso; el salir de los laboratorios de química de nuestro entrañable liceo nocturno Juan Vicente Gonzáles, -diurno Andrés Bello-, y juntos rememorar los lapidarios comentarios de nuestro maduro, experimentado y fraterno ex profesor de formación artístico, medinista y furibundo Anti-Adeco.
Tenía razón el viejo: los jóvenes estudiantes enfrentábamos el inalienable deber moral de enarbolar las banderas de la lucha; de irrumpir contra las barbaridades del inmoral gobierno Adeco, entregado al imperialismo norte-americano, y grotescamente de espaldas al noble pueblo Venezolano, y la gloriosa Cuba Revolucionaria de Marti, y Fidel.

Recuerdo Alberto, ya a las siete u ocho de la noche de Abril de 1.961, habíamos constituido ya una vorágine de jóvenes críticos a las puertas del liceo; y en ese instante, -¿No sé porque razón?- apareció nuestro flamante contacto del Partido: VICTOR HUGO, romo, trepador, oportunista, gris, correlon. Cobarde de sombras y cuadres políticos inmorales.

De inmediato ante nuestra labor de agitación… ¡Planteó la necesidad de dirigir la palabra a la masa de estudiantes! Pero eludiendo responsabilidades, temeroso ante el riesgo del compromiso, y respondiendo a su perfil pusilánime; se evadió irresoluto. Fue allí, Alberto, donde tu y otros compañeros por vainas de las circunstancias, me treparon en una de las columnas de la parte frontal del liceo; y di inicio al diagnostico del terrorismo Adeco en que vivíamos.

Les hable de los miles de venezolanos secuestrados en los calabozos diseminados en todo el país. En el edificio de las brisas de la digepol en la urbanización Los Chaguaramos. En el Cuartel la planta. En el deposito sin juicio de la policía subiendo el Junquito en Caracas, en donde para aquellos momentos: febrero y/o-Marzo no recuerdo bien de 1.961, saliera en libertad. Les hable de los atropellos y golpizas que infligieran a Arturo Pardo -honorable e intrépido dirigente sindical- hasta fracturarle las costillas y lesionarle severamente el maxilar inferior y fémur izquierdo.

Esa información a la cual pudimos acceder cuando a mediado de las dos y media de la madrugada de un amargo amanecer que no queremos recordar con exactitud, y esposados, en un traslado. Lívidos de cólera e impotentes, nos tropezamos: él en calidad de “enfermo” transferido a algún cómplice y democrático cuarto republicano hospital. Y yó, en calidad de “estudiante comunista detenido por averiguaciones” al Cuartel la planta en el Paraíso.

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Continué mi arenga y agradecí en nombre de innumerables presos políticos, el desempeño de probos diputados de izquierda, quienes valientemente insurgían haciendo la defensa y la denuncia, ante el silencio cómplice en el congreso de la bancada Adeco-Copeyana, pertinente a las persecuciones, allanamientos de domicilios, asesinatos, fusilamientos, desapariciones forzosas y detenciones sin juicio a que éramos sometido los presos políticos y todos aquellos Venezolanos no comprometidos políticamente, pero asqueados ante el crimen y la barbarie de Rómulo Betancourt y su soporte internacional, los Estados Unidos de América. De esos hombres, de esas valientes y honorables gestas, loable es decirlo, el desempeño de el Dr. José Vicente Rangel.

Debes de recordar igualmente Alberto, que en plena disertación, y a posteriori, sobrevino el tropel. La arremetida de la canalla. El tableteo siniestro de los disparos con órdenes precisas de quebrar sueños. Nos acorralaron y desbandaron. Nuestro valiente y orgulloso armamento defensivo; constituido por cuadernos de estudiantes con apuntes de Física, de Química, de Biología, etc., fue quedando disperso y ofendido, regado en las calles de Caracas. Atropellado por la violencia del enemigo. Inmersos en el silencio de aquella vergüenza; mudos los libros y nuestros apuntes, veían estupefactos la acción de aquellos energúmenos que atropellaban, temerosos de la confrontación de las ideas, pero blandiendo armas de fuego.

El legitimo disentir ante el acorralamiento y la vileza de los agentes del régimen opresor. Su desempeño ofendía lo más noble del ser humano. Tú y yo, incapaces de poner a salvo a nuestras compañeras y compañeros, ante el peligro que intuíamos venir, nos evadimos buscando ansiosos y sofocados por los gases tóxicos de las bombas lacrimógenas y los cada vez más cercanos tiros…La avenida Urdaneta: “¡Corre Belisario, corre coño, no te pares! –insistías. No estamos en condiciones de dar cobertura a nuestros compañeros. No te pares. Me gritabas una y otra vez a mi lado derecho contiguo; y el alma y la angustia me saltaron las lágrimas cuando como en suspenso, se presento la tragedia:

Ignominiosos y cobardes balazos atravesaron tu magnífica y noble humanidad. Aterrorizado, te vi desplomar a mi lado hacia la eternidad; sin poder detenerme y abrazarme a tu cadáver. No imaginas cómo me punzó el alma ese instante, cómo mis sentimientos se anegaron de copiosas angustias y cómo impotente, perdiendo la serenidad, se desbordo mi cólera y mi llanto…Cómo -cual cauterizante dolor- exteriorice mi ira y desprecio por todos aquellos que no aman las causas justas de la humanidad. Como increpe al Supremo, y le cuestione permitir tantas atrocidades…Cómo a posteriori entender; tú obligada ausencia en los combates que ineludiblemente se presentarían en la conquista en nuestro país, por una sociedad mejor y posible de redención humana, que tanto y vehementemente discutiéramos en su teoría; su praxis, su eticidad, e implementación de Gerencia Socialista.
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Hoy, hermano mío, como testigo de excepción, no recuerdo con odio a los Víctor Hugo, y a los Esteller. Tampoco a los que han teñido sus canas con la traición como es el caso de los Márquez, los Petkoff y tantos otros miserables pseudo-luchadores sociales de entonces y ahora. Trepadores que manipularon conscientemente y utilizaron en el más aberrante sentido, a una juventud aguerrida y de vanguardia. Tampoco a Rudas, a los criminales homicidas del Adeco-Copeyanismo: Alexis Martines, a Toton, a Miguel Morao, al cobarde Capitán Vegas. Al vesánico y tristemente Santos Gómez, director de la digepol, al miserable Canache Mata; y tantos otros abortos de la naturaleza, que felizmente no recuerdo.

No los odio, me inspiran una profunda tristeza sus desubicaciones ante la vida y su condición de seres temporales, de seres añosos; deberán sus pútridos gusanos del recuerdo -si es que tienen recuerdos de arrepentimiento- atormentar sus carnes y carcomer sus huesos. Esos adefesios humanos, momias putrefactas, partos infelices de nuestra atormentada Venezuela, con su vileza ofendieron la decencia y el honor.

Un abrazo fraternal. Infinito y eterno amigo de siempre. Con tu ejemplo estarás imborrablemente presente en nuestra cotidianidad indicándonos, que en algunas circunstancias adversas de la vida es necesario tácticamente replegar; pero debiendo siempre con arrojo y contra marcha retomar la vanguardia. Haber estado en batalla contigo es un honor que ya he relatado a mis hijos y ya haré en su momento, a mis nietos y nietas.

Hasta la vista Alberto, ya nos encontraremos en las sendas del infinito. No quiero concluir este in Memoriam, sin acotarte que no nos perdimos en nuestras utopías. En nuestros sueños de redención. Hoy; un decente joven militar: Hugo Rafael Chávez Frías. Consustanciado con el pensamiento de Bolívar. Imbuido en la idea de que este mundo ya no es ancho y ajeno como planteaba genialmente Ciro Alegría en su novela- sino ancho y nuestro.

Claro con la pesadilla de las aun abiertas venas de Latinoamérica; preñadas de miserias, abandonos y tormentos en la cotidiana lucha de vivir y pelear por el mísero pan, venas aún rotas, talentosamente referidas en su crudeza por Eduardo Galeano en su ensayo homónimo de aterradora narrativa. En posición de firmes siempre, presentando armas y vista hacia el Pabellón Nacional, con resuelto zafarrancho de combate, nos ratifica con su gallardía y accionar, que los desvelos por construir una Venezuela gloriosa, igualitaria, participativa, democrática y socialista, es más que posible. Y esto supongo que a la altura de tus sesenta y tantos años de edad, y sesenta y tantos años de edad de los míos; es motivo más que suficiente para que nos regocijemos.

Julio Cesar Belisario R.
Ex-Combatiente Guerrillero
(Años Sesenta/Sesenta y Uno)
Crónica Testimonial. -19 de Mayo de 2.005-
(Vea, Antorcha, Temas, Tribuna Popular, Redacción Popular Argentina., etc.)
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