Katyn, una herida que se cierra entre Polonia y Rusia
Por: Alexandr Chubarián*
Katyn cruza como un doloroso latigazo por la historia de Rusia y Polonia. Las causas son de sobra conocidas y podrían servir de ejemplo para ilustrar el acreditado en multitud de ocasiones dogma: los intentos por ocultar la verdad suelen resultan vanos.
No, los archivos no arden bien.
A pesar de todos estos años de silencio y del escrupuloso celo para ocultar todas las huellas, éstas han acabado por salir a la luz.
Una luz que comenzó a encenderse en 1989, cuando un grupo de investigadores rusos dio con el rastro de los oficiales polacos supuestamente perdidos durante la Segunda Guerra Mundial.
Movidos por el interés que despertaba lo turbio del asunto y los largos años de polémica en torno al mismo, los historiadores consiguieron el acceso a los archivos del fondo de gestión de la NKVD de la URSS para asuntos de presos militares y personas internadas. La investigación estuvo enfocada básicamente en los documentos de las tropas de escolta de los presos.
Durante los últimos veinte años, desde el momento en que el fusilamiento de los oficiales polacos fue oficialmente reconocido, y los oficiales fusilados fueron considerados víctimas de las represiones estalinistas, los historiadores y los responsables de los archivos han llevado a cabo un enorme trabajo. Se han desclasificado y publicado miles de documentos: desde simples notas domésticas sobre las necesidades básicas de los presos en los campos de concentración de Starobelsk, Ostashkov y Kozelsk, hasta la secretísima orden del Politburó, fechada el 5 de marzo de 1940, sobre el fusilamiento de los prisioneros. Han sido editados cuatro tomos con esta información y cada año aparecen nuevas publicaciones preparadas conjuntamente por investigadores rusos y polacos.
La tragedia de Katyn da pie a múltiples reflexiones y a efectuar un somero repaso por las convulsas relaciones entre Rusia y Polonia durante el siglo XX. Unas relaciones que han tenido sus vaivenes, en muchas ocasiones, en demasiadas, infortunados.
1920.- La guerra entre la Rusia Soviética y Polonia: miles de soldados del Ejército Rojo perecen en cárceles polacas. 1938.- Los acuerdos de Munich y los prolegómenos de la II Guerra Mundial: la conocida postura polaca, los debates en torno a Polonia en las negociaciones británico-franco-soviéticas celebradas en el verano de 1939. 1939.- El Pacto Molotov-Ribbentrop, de no agresión entre la URSS y la Alemania nazi, y sus dramáticas consecuencias. 1944.- El Alzamiento de Varsovia y la postura de la URSS. 1945.- Tras la victoria en la II Guerra Mundial, los Aliados sostienen fuertes debates sobre el destino de Polonia. La implantación del modelo del socialismo soviético en Polonia y el derrumbe del régimen comunista en Polonia, son hitos en la historia de Polonia y en las relaciones entre Polonia y la Unión Soviética.
Esto son ya ecos del pasado. Hoy, lo más importante es conseguir que estas desagradables páginas queden sólo como materia para el análisis histórico y no sean utilizadas como instrumentos con fines políticos. Es fundamental que dejen de crear barreras en el camino del acercamiento entre nuestros pueblos.
Una de las formas para derribar los muros negativos y curar nuestras heridas puede ser una colaboración más íntima y frecuente entre los historiadores de los dos países.
Una forma de colaborar es la edición conjunta de obras de investigación. El año pasado, por ejemplo, bajo el patronato de nuestro Instituto y del Representante permanente de la Academia de las Ciencias de Polonia ante la Academia de Ciencias de Rusia se editó el libro «El Acuerdo de Munich 1938. Ayer y hoy».
Aquel mismo año, merced a los esfuerzos del moscovita Instituto Estatal de Relaciones Internacionales, también salió a la luz el estupendo estudio «La crisis internacional de 1936 bajo el prisma de los historiadores rusos y polacos».
En estos libros se observa una diferencia comparativa y una variedad de puntos de vista hasta ahora desconocida en este tipo de materiales. Y esta diferencia no sólo se aprecia entre los historiadores rusos y polacos, extremo evidentemente lógico, sino entre los mismos rusos.
La mayor parte de los historiadores rusos opinan que el Pacto de Molotov-Ribbentrop ya no pudo jugar un papel determinante en el futuro de Polonia. Hitler ya había tomado la decisión de invadirla durante la primavera de 1939, fijando la fecha para el 26 de agosto o el 1 de setiembre, y ninguna postura de Moscú le hubiera hecho dar marcha atrás. Eso no quita para que muchos autores destaquen el carácter amoral del Pacto, y con toda la razón del mundo.
Las investigaciones han sacado a la luz una gran variedad de factores que conformaban la complicada madeja de contradicciones existente en el mundo de la geopolítica entre 1939 y 1941.
La historia no se debe hacer ni valorar bajo el prisma de la política ni de la demagogia, a las que recurren algunos de nuestros actuales dirigentes políticos, personalidades públicas y representantes de los medios de comunicación. En este sentido, sólo hay una forma de salvar la situación, de evitar los malentendidos y las manipulaciones, la historia deber ser escrita por los mismos historiadores y no por los políticos.
El drama de Katyn no debe ser una excepción. Ha costado veinte años de duro trabajo de los investigadores rusos y polacos. Ante ellos se plantea la tarea nada fácil de esclarecer lo ocurrido en aquel bosque, desterrar definitivamente todas las leyendas, mentiras y rumores. Descubrir la verdad y ponerla a disposición de la gente.
Alexander Chubarián es director del Instituto de Historia Universal de la Academia de Ciencias de Rusia (desde 1988) y miembro de la comisión contra los intentos de manipular la historia en perjuicio de los intereses de Rusia.