“Obama es sólo el Presidente”
Por: Esteban Morales, *CEHSEU. Universidad de La Habana.

Sin dudas, el Obama que ahora vemos no es el que se nos aparecía, o al menos, se podía presagiar durante la campaña presidencial del 2008. No parece ser el Obama por el que mucha gente votó, esperando un “cambio” en la política de Estados Unidos, tanto interna como externa. Ya no parece ser el Obama de la esperanza.
¿Cuánto más avanzará Obama en el camino de no parecerse al que conocimos a punto de ser elegido como Presidente de los Estados Unidos? No lo sabemos, aunque pudiéramos tratar de saberlo, pues con lo observado en Obama, al concluir su primer año de mandato, existen varias alternativas para tratar de explicarnos que ha ocurrido.
¿Es Obama un cínico? ¿A Obama el miedo lo ha hecho desembocar en el cinismo? ¿Era la imagen de Obama no más que un traje con el que se vistió para alcanzar la presidencia? ¿Tiene en realidad Obama ideas propias sobre cómo debe ser la política de Estados Unidos? ¿Negociaría Obama con los sectores que lo apoyaron dentro del partido demócrata, el ropaje de la campaña presidencial? ¿Será Obama una víctima, porque fue aceptado con su imagen muy poco ortodoxa y discurso casi subversivo, pero después se le obligó a girar hacia la derecha?
Debe haber sido muy difícil para las elites del partido demócrata aceptar a un candidato como Obama, con un currículo tan poco ortodoxo y un discurso casi subversivo, que miraba preferiblemente hacia los de abajo, siendo además un candidato negro. Aunque para Estados Unidos, haber elegido como presidente a un negro era algo que devenía en una ventaja.
¿A quienes benefician las dificultades que pueda tener Obama en el ejercicio de la presidencia? ¿Puede aun Obama recuperarse de las dificultades de su primer año de mandato? Para nosotros es evidente que Obama no está ahora dirigiendo el país. ¿Quien lo está dirigiendo entonces?
Obama nos presenta más de una cara. Es difícil saber qué dirección tomará frente a una serie de asuntos internacionales e internos. En otros, sin dudas, ya se ha decidido por la continuidad respecto a la política del anterior mandatario. Es más, pudiéramos decir, sin miedo a exagerar, que en algunos asuntos, como la llamada guerra contra el terrorismo (ahora llamadas operaciones de contingencia en ultramar) sus decisiones han agravado los conflictos, respecto al estado en que los dejo la presidencia de Bush. Estos son los casos de Afganistán, la extensión de la guerra a Pakistán; la incorporación de Yemen y el “dejar hacer a Israel” ante la agudización del conflicto en Gasa.
Respecto a la actitud de Obama en el hemisferio, es larga y profunda la distancia que media entre las declaraciones del presidente en la reunión de campaña en Miami, sobre todo, en la última cumbre de las Américas y la posición asumida con posterioridad al Golpe Militar en Honduras.
La tendencia que marca la actuación de Obama, con posterioridad al acontecimiento de Honduras, ha sido la de su apoyo para dar marcha atrás a los procesos democráticos en la región y en particular la de los ataques a Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, creando un ambiente de tensión regional, marcada adicionalmente por varios acontecimientos: el activismo de la IV flota, la instalación de las bases militares en Colombia, la restauración de las bases militares en Panamá y la agresividad hacia los países ya mencionados, que pueden ser caracterizados como los mas radicales; junto a los ataques a las ya históricas posiciones de la Revolución Cubana. Chile Argentina y Brasil asumen actitudes menos radicales, aunque se trata de gobiernos con los que de todos modos, Estados Unidos también guarda ciertas reservas. Recientemente Chile está retornando a la derecha.
Cuba, por su parte, enfrenta un momento especial frente a la política de Estados Unidos, con la administración de Obama -que al estilo del Golum, del señor de los anillos- ha terminado, a pesar de algunos gestos, inspirando más desconfianza que otra cosa.
Obama parece haber seccionado en dos partes el bloqueo: mientras presiona al gobierno cubano con las clásicas medidas punitivas, aparece liberando las remesas y los viajes a la sociedad civil cubana, buscando enfrentar pueblo y gobierno y tratando de presentar ante el “cubano de a pie” una imagen aceptable; pues parten de que la gente al recibir los beneficios de las liberaciones, pueda olvidar el carácter desestabilizador de la política que más ha agredido la independencia y la soberanía del país. No se trata de medidas tontas, si no de dar en los puntos donde el ciudadano común en Cuba, de manera más directa, siente las medidas del bloqueo y la agresividad de las políticas norteamericanas. Buscando con ello reiterar, de manera práctica, el cínico criterio de que la política no es contra el pueblo, sino contra el gobierno, como si ello fuera posible, tratándose en realidad no más que de un subterfugio ideológico.
Por su parte, la oficina de Intereses en la Habana, asume una actitud a imagen y semejanza de su presidente. Quita el agresivo cartel electrónico de su fachada, pero apoya sin contemplaciones las actividades de los llamados grupos disidentes, al colmo de haber enviado a Cuba un “contratista” que repartía, a la llamada disidencia, teléfonos celulares y otros medios electrónicos, como si se tratase de un verdadero “rey mago”. La oficina de Washington en La Habana convoca a recepciones a las que no invitan a los “disidentes”, pero se reúne con ellos con el portafolio cargado de suministros y orientaciones subversivas.
Entonces, Obama, respecto a Cuba, maneja “garrote y zanahoria” de manera selectiva, buscando avanzar dentro de un proceso de subversión, vieja aspiración de los sectores de derecha en la política hacia Cuba. Tratando, al mismo tiempo, de diferenciar un poco su política hacia la Isla, de la que practica con los aliados de Cuba en el hemisferio, buscando separar a la Isla de sus más fieles y solidarios amigos.
Pero el contexto en que Obama despliega esa política hacia Cuba es bastante complejo y contradictorio. Porque el presidente enfrenta una gama de problemas que han puesto a prueba su capacidad durante el primer año de mandato. Entre ellos una crisis económica que, internacionalmente, se manifiesta en la incapacidad de Estados Unidos para desempeñar, como antes, el papel de locomotora de la economía mundial, e internamente, en la imposibilidad de sacar a la economía norteamericana de la recesión.
-Las guerras de Irak y Afganistán, ahora extendidas a Pakistán y Yemen, sin soluciones previsibles; todas llamadas a desempeñar un papel importante dentro de la denominada estrategia de lucha contra el terrorismo, que no es mas que un diseño imperial norteamericano para tratar de equilibrar sus debilidades económicas, por la vía del uso del aparato militar en gran escala.
-La conflictiva región del Oriente Medio, que abarca el enfrentamiento árabe-israelí y la confrontación con Irán.
-Lo que parecía podría convertirse en una adaptación de la política norteamericana a los cambios que vienen ocurriendo en América Latina, ha devenido en un paulatino proceso de rediseño imperial del ya clásico esquema de seguridad regional. Estados Unidos hace más agresiva su política hacia los procesos de cambio en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua; pasea por el hemisferio a su IV Flota; instala bases en Colombia; reinstala bases en Panamá y mas recientemente, ha aprovechando los tristes acontecimientos del terremoto en Haití, para convertir a ese país en una base militar de ocupación.
-La situación del prestigio internacional de Estados Unidos es muy complicada, abarcando un conjunto de ingredientes políticos que la diferencian bastante de momentos anteriores, tanto en términos de su dinámica como del tratamiento que Estados Unidos le esta dando. ¿Cuales son los componentes de esa situación?
-G. Bush dejo el prestigio de Estados Unidos en el nivel mas bajo conocido de la historia americana.
-La elección de Obama como presidente tuvo un impacto positivo para levantar la confianza hacia el país.
-La actitud asumida por Obama en sus discursos de campaña primero y en los del inicio de la presidencia después, contribuyeron a reforzar la opinión internacional de que con el nuevo Presidente habría cambios positivos en la política exterior de los Estados Unidos.
-El premio Nóbel de la Paz otorgado a Obama representó un crédito de confianza hacia el presidente.
Hoy el prestigio de Estados Unidos se complica aun más, cuando mas allá de discursos y promesas, las políticas de Obama no están dando respuestas a las expectativas que se crearon acerca de una nueva política exterior de Estados Unidos. Al mismo tiempo que las acciones diseñadas hasta ahora no sirven precisamente para incrementar el prestigio del país.
-Estados unidos enfrenta un record bastante negativo ante ciertos problemas globales:
• Medio ambiente
• Migración
• Guerra.
• Crisis Energética y Alimentaría.
• Crisis económica y Financiera.
En particular, el reciente fracaso de la Cumbre Mundial del Medio Ambiente en Copenhague, no sólo puso de manifiesto la indisposición de Estados Unidos para asumir una actitud negociadora global, sino que también, como mayor contaminador, esa situación lo enfrenta al mundo en un momento en que su prestigio, como potencia mundial, se encuentra en franca decadencia.
-Todos los enclaves estratégicos globales y hemisféricos, que en otros momentos apoyaron a Estados Unidos para mantener su hegemonía están fracturados. Solo la OTAN se mantiene en pie, fuertemente vinculada a la estrategia militar norteamericana de la llamada guerra contra el terrorismo, que pretende utilizarla para sus propósitos de dominio militar a nivel mundial. Manifestándose que Obama no ha despojado a la política exterior norteamericana del doble estándar que siempre la ha caracterizado. Ejemplificándose ello, entre otros, en los casos de la política hacia Irán y Palestina. Por lo que estamos ante un accionar internacional de Estados Unidos que no se diferencia de lo acontecido con la administración precedente.
– Estados Unidos enfrenta un inédito incremento de la hostilidad internacional. Además, como nunca antes los asuntos mundiales impactan dentro de la nación.
Podría decirse, que a nivel global, todos los retos que enfrenta la presidencia de Obama pueden sintetizarse en las corrientes que están empujando hacia la aparición de un mundo multipolar. Tendencia que incluso se manifiestan también en el histórico “traspatio” de Estados Unidos.
Obama tuvo a su favor el haber sido elegido con un nivel de esperanzas y expectativas como no se recuerdan para ningún otro presidente norteamericano, en la historia de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos.
Al ser elegido, contaba casi con un 70% de popularidad, el máximo posible de alcanzar para un candidato demócrata; el otro 30% eran los votos de Bush para McCain, que Obama nunca lograría alcanzar.
Sin embargo, hoy la popularidad de Obama, a un año de su mandato, apenas alcanza un 50%, (48 o 49 %) lo cual significa que muchos de los que apoyaron hoy están desencantados del presidente.
¿Qué ha hecho Obama, o qué no ha hecho, para merecer un nivel de popularidad tan bajo?
Obama personificó un acontecimiento inédito y muy impresionante en la historia americana. Por eso muchos aun confían en él, otorgándole, al menos, el beneficio de la duda.
Otros, más superficiales, creen que por el solo hecho de ser negro, tener una biografía poco ortodoxa, un discurso elaborado, no haber nacido en cuna de oro y no ser un clásico político de Washington, ya tenía que ser el mejor presidente para su país y para el mundo.
Sin duda, Obama tuvo una meta de arrancada muy ventajosa. No sólo ganó la presidencia, sino que lo hizo con 340 votos electorales (70 más de los necesarios para ser presidente) y 6 millones de votos populares por encima de su contrincante republicano (J. McCain). Por lo que podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que recibió un mandato político de parte del pueblo norteamericano. Como si fuera poco, solo hasta hace unos días, (con la derrota de la Aspirante demócrata al puesto de Edward Kennedy en el Senado) su partido tuvo la mayoría en ambas cámaras del Congreso. Lo cual, a veces no representa mucho, pero es un buen dato.
¿Qué hizo Obama con todo ese reconocimiento político que recibió? ¿Qué han hecho los que llevaron a Obama a la presidencia con todo el crédito que recibieron? Porque no es posible imaginar que Obama sea el único responsable de lo que ahora está ocurriendo. Es cierto que un presidente siempre es el resultado de un diseño político. Pero el diseño debe contar con la materia prima necesaria y Obama la tiene.
Como ya decíamos en un artículo publicado en diciembre del 2008, no podíamos predecir qué haría Obama con el crédito recibido, porque su imagen, si bien se presta para levantar expectativas y las más altas simpatías, al mismo tiempo le brinda la oportunidad para actuar como el presidente más cínico y engañoso de la historia americana, sin que sea fácil descubrirlo.
Decíamos también entonces, que no debemos olvidar que el primer compromiso de Barack Obama es cumplir con las elites políticas que lo impulsaron al poder. Porque ningún candidato presidencial, sea del partido que sea, o tenga el color que tenga, puede llegar hasta donde Obama llegó si poderosas fuerzas políticas no lo identifican como depositario de sus intereses.
Pero Obama se extralimitó cuando dejó en sus puestos a tantas personas de la administración Bush. Por ejemplo, haber puesto a Rahn Enmanuel -llamado por muchos Rambo- en una posición, que dentro de la estructura gubernamental norteamericana equivale prácticamente al rango de un primer ministro, fue un verdadero error de cálculo, a no ser que desde entonces hayan ya comenzado las concesiones de Obama.
La confianza que hoy Obama hecha por tierra, nunca tantas personas la habían puesto en manos de un candidato presidencial. Ello se expresa claramente en una encuesta realizada en 17 países, con más de 17 000 personas, con un promedio de 2 de cada 3 y mayoría en 15 de las naciones, en que todas esperaban que las relaciones de Estados Unidos con el resto del mundo mejorarían.
En una encuesta de New York Times y CBS News, de cada 5 personas consultadas, un 80% dijeron que eran optimistas sobre los próximos cuatro años de administración norteamericana. Obama hacia el final de su campaña, era identificado poco menos que como “El Salvador”. Sus discursos coherentes, inteligentes, acorralando los problemas y ofreciendo soluciones interesantes, atraían a la mayoría de los votantes. Sobre todo, si tomamos en consideración que en medio de la crisis económica, la gente necesitaba escuchar discursos que le dijeran cómo saldrían de los problemas tan serios que estaban enfrentando: la crisis hipotecaria, la crisis económica y financiera y el creciente desempleo, para entonces. Además, aunque Obama siempre planteó cambiar las prioridades de la guerra de Irak por la de Afganistán, también había prometido traer las tropas de Irak a casa y su actitud ante el tema de la guerra parecía mas aceptable.
En medio de tal situación, la masa fundamental del pueblo norteamericano reaccionó, mostrando que en situaciones difíciles y ante promesas tan bien manejadas, el pragmatismo es capaz de superponerse al racismo. Pero Obama no demoró mucho en mostrar la realidad: él no había sido elegido para beneficiar a los que masivamente le habían dado su voto, si no para hacer valer los intereses de las elites de poder que lo habían llevado a la presidencia. Nada diferente a lo que siempre ha ocurrido, sólo que ahora mejor disfrazado.
Ni aun en el fuerte reto de atacar a la crisis económica Obama ha sido consecuente con la política que hablo al principio: darle tanto a Wall Street como a Main Street.
Salvo en la batalla por llevar adelante el plan de salud, en que Obama ha defendido más sus posiciones, en todo lo demás ha mostrado un gran sentido de maniobra, para simplemente desdecirse, cambiar el rumbo, o voltear el rostro ante acciones que no se corresponden con los compromisos contraídos.
Hay de todo en la ejecutoría de Obama durante su primer año de mandato. Pero donde con más claridad se manifiesta su cinismo o la incapacidad para llevar adelante sus promesas de cambio, es en el caso de la política exterior, particularmente, hacia América Latina. Ante la evidencia de una América Latina que ya se desmarcaba fuertemente de la política estadounidense para el hemisferio, Obama adoptó desde la campaña y a principios del 2009, un discurso conciliador, con fuertes matices negociadores. Obama había dicho desde su campaña presidencial “que se sentaría a conversar con amigos y enemigos”, no excluyendo a nadie de la lista, ni siquiera a Irán, Cuba, Venezuela y Bolivia, los que representan un verdadero dolor de cabeza para la política norteamericana. Su actitud en la más reciente “Cumbre de las Américas”, no dejaba lugar a dudas, en cuanto su intención respecto a las diferencias de Estados Unidos con sus vecinos inmediatos.
Pero el golpe de estado militar en Honduras de principios del 2009, impactó de manera casi inesperada las promesas de Obama. Es a partir de entonces que Obama adopta (no sabemos si por voluntad propia) un giro negativo en sus anteriores intenciones. Pensamos que los acontecimientos que marcaron esa diferencia, fueron, primero, la actitud asumida respecto a Honduras a su regreso de Rusia, y su interés de instalar las bases militares en Colombia. Aunque en realidad, no parece ser Obama el que dio el primer paso, sino su secretaria de Estado, Hilary Clinton, cuando maniobró invitando a Manuel Zelaya para hablar acerca del golpe, y situó a Oscar Arias para mediar en la situación entre Zelaya y los golpistas. A partir de aquí, Obama cedió la conducción del conflicto a su Secretaria de Estado y esta última puso las cosas en una vía que en nada se parece a las promesas que Obama había hecho acerca de un supuesto cambio de actitud hacia América Latina. Situación en la que, sin dudas, Manuel Zelaya resultó engañado por la representante de la administración norteamericana.
Cabe la posibilidad de que la maniobra del golpe, desde su diseño, no haya sido de conocimiento de Obama, pero a su retorno de Rusia se sumó al carro puesto en movimiento por Hilary Clinton. Por lo que Obama terminó negando su intervención para solucionar lo de Honduras, mostrando una actitud, que de manera inmediata levantó la desconfianza de la mayoría de los líderes latinoamericanos y caribeños, liquidando así las esperanzas de una nueva política hacia América Latina. A partir de entonces, Obama comenzó a adoptar una actitud que lo descalifica para ser un interlocutor confiable en toda negociación política de las que debe realizar, cualquiera de ellas sumamente complicada para el prestigio de los Estados Unidos.
¿Puede Obama, con sus giros actuales hacia la derecha, que lo aproximan fuertemente a la política de Bush, ser un interlocutor confiable para las complejas negociaciones militares con Rusia; solucionar el conflicto árabe-israelí; conducir exitosamente las guerras en que ya está involucrado (que incluyen ahora Pakistán y Yemen); negociar los asuntos de la contaminación ambiental, del narcotráfico y mejorar su posición ante América Latina?
Obama, durante su primer año de mandato, ha venido perdiendo la capacidad que exhibía durante la campaña, para recuperar el prestigio global de los Estados Unidos. Ni siquiera siendo Estados Unidos la economía más poderosa y transnacionalizada del mundo, ha podido liderar, como en otras ocasiones, una salida de la crisis económica. Obama necesita recomponer el prestigio internacional de Estados Unidos, pero cada día que pasa exhibe menos capacidad para lograrlo, estando más atado que nunca a las decisiones de la llamada guerra contra el terrorismo.
El 2009 parece haber sido un año muy difícil para Obama. Esa diferencia tan abismal entre las promesas de campaña y lo que va siendo su práctica política, le ha estado desarticulando la administración desde el principio.
Todo presidente norteamericano, durante su mandato, se aparta de la línea desplegada durante la campaña, pero el caso de Obama, ya en su primer año, amerita un análisis más complejo. Obama, en realidad, pienso ha sobrepasado los límites en que las promesas de campaña pueden ser incumplidas. El costo moral y de confianza que hay que pagar por un giro tan bruscocomo el que Obama ha dado, es demasiado alto. Obama, habiéndose presentado como un político distinto, como el tipo “de un pedriguí no habitual y que no hizo su carrera en los pasillos de Washington”, como el mismo ha dicho, sin embargo, ha resultado ser tan cínico y manipulador como un político cualquiera.
Haber hecho todas las promesas que hizo durante la campaña y haber pronunciado los discursos que hizo, para, a tan poco tiempo de haber comenzado su ejercicio presidencial, ya haber tomado un rumbo político que prácticamente nadie esperaba, puede parecer rentable para su persona individualmente considerada, pero como presidente está resultando más peligroso y menos confiable que G. Bush. Este último se sabia siempre por donde venia y nunca pretendió dárselas de buena gente.
Entonces desde una perspectiva moral, Obama ha quedado en un escalón inferior al de Bush, al mentir descaradamente y haberse presentado durante la campaña como un político que difiere mucho del que ha ejecutado la presidencia en su primer año.
De continuar por los caminos que transita, Obama resultará ser definitivamente un fraude, perderá la mayoría en ambas cámaras del Congreso durante las elecciones del 2010 y ya auto preforma como no presidenciable para el 2012. Desearíamos que no se cumplieran tales predicciones; porque a pesar de todo lo negativo que Obama resultase ser, el que viene detrás posiblemente será peor.
Obama llegó a la presidencia en forma inédita y pudiera salir de ella de forma más inédita aún, porque el grado en que Obama, hasta ahora, ha engañado al pueblo norteamericano y al mundo, le cobrará un precio extraordinario a él como presidente y a Estados Unidos como nación.
El debate interno en Estados Unidos acerca de hacia dónde debe ir el país y por qué vías, tiene que terminar en un consenso dentro del cual sean aceptados los límites que el mundo actual y la sociedad norteamericana misma están tratando de imponer al ejercicio imperial. De lo contrario, tanto al mundo como a la nación norteamericana, le será impuesto un nivel de tensiones que dará al traste con la tranquilidad y la seguridad de todos.
Obama no llegó a la presidencia de Estados Unidos en un momento cualquiera de la historia americana, sino en medio de una “encrucijada” en la que la nación debe decidir qué caminos tomar.
Son muchos los problemas acumulados, que Estados Unidos debe enfrentar, tanto internos como externos. En muchos casos no puede repetir soluciones anteriormente dadas, ni en la economía interna ni en su proyección exterior. Los escenarios han cambiado mucho, tanto los internos como los externos; los instrumentos y políticas utilizadas para salir de las crisis económicas anteriores se han agotado; los mecanismos de dominación externa ya no funcionan como antes, el dólar atraviesa una situación muy difícil; emergen potencias que reclaman un mayor espacio dentro de la economía mundial, las fuerzas políticas contestatarias tratan de organizarse, el poder a nivel mundial está cada vez más repartido y Estados Unidos tiene ahora menos poder.
Estados Unidos, además, ha dejado de ser esa sociedad que impactaba mucho hacia afuera y que asimilaba y subsumía, con relativa facilidad, los pocos impactos que le llegaban del exterior. Es decir, han aumentado los niveles de vulnerabilidad de una sociedad que antes parecía asimilarlo todo e integrarlo a su modo de vida: las comidas de todas partes, las religiones, los grupos políticos, los descontentos de sus países de origen, las migraciones, los conflictos, etc.
Estados Unidos, externamente esta perdiendo fuerza como imperio e internamente ha acumulado problemas que van convirtiendo a la sociedad norteamericana en algo que va resultando diferente respecto al grado de coherencia social y de cohesión política que antes exhibía.
Las elites políticas están preocupadas, en algunos casos asustadas y están generando una situación ideológica que las divide en tres grandes sectores: los que consideran que la sociedad debe cambiar para adaptarse a las nuevas condiciones de supervivencia; los que se resisten y consideran que de lo que se trata es de restaurar el imperio que se les va de las manos; los últimos, son aquellos que aun fluctúan entre una posición y otra.
Obama, querámoslo o no, ha asumido la administración en medio de esa situación, cuando preconizando el cambio, llegó a la presidencia, pero en un momento en que los que piensan que de lo que se trata es de restaurar el imperio y no cambiar nada, tienen aún la supremacía, siendo esa correlación de fuerzas tan a favor de estos últimos, que a Obama no le ha quedado más remedio que asumir las posiciones que hoy tiene. Es decir, el cambio aparece como una necesidad, muchos lo reconocen, pero la correlación de fuerzas políticas, aun está a favor de los que se oponen al cambio, o al cambio como Obama lo presento al principio.
Las cosas podrían comenzar a cambiar sólo si las fuerzas progresistas que subyacen dentro de sociedad norteamericana pasaran a tener un papel más activo. Pero el grado de coherencia ideológica y de organización de esas fuerzas, así como su visión de la urgencia, es aún muy débil .La sociedad norteamericana no se caracteriza, por lanzarse a las calles, aunque se acumulase mucho descontento. Tendría que sufrir un golpe traumático que la sacara de su adormecimiento.
Exceptuando a las elites políticas de ambos partidos, las fuerzas que votaron por Obama constituyen una gama, integrada por personas que, principalmente presionadas por la crisis económica, vieron en Obama una “tabla salvadora”, puesto que más allá de toda otra consideración, Obama presentaba un discurso claro, al parecer sincero, con soluciones que parecían coherentes, bien fundamentadas y al parecer viables de poner en práctica. Muchos de ellos, pasado ya un primer año sin soluciones, han comenzado masivamente a abandonar el bando del presidente y se encaminan hacia el de aquellos que más les puedan ofrecer. Entre estos últimos tienen prioridad aquellos, que echando a un lado sus creencias, prejuicios y tabúes, votaron más por conveniencia que por ideología. Otros aún se mantienen firmes, pero dependiendo fuertemente de qué pueda hacer el presidente hacia el futuro inmediato.
Obama también tuvo votantes doctrinarios, menos que si se hubiera tratado de un republicano, pero que se mantendrán a su lado conservando la esperanza de una recuperación del liderazgo de quien aun ven como su presidente.
El resto esta constituido por las elites políticas. Estas últimas, ante el poco activismo que aún caracteriza la situación política interna, son las que están liderando el debate y trazan las pautas presionando sobre las políticas. En medio de tal situación, Obama, aunque lo deseara, no cuenta con el apoyo necesario para promover el cambio. Ni tampoco está en condiciones de apelar a una serie de sectores que solo funcionaron como coalición para darle el voto, aunque no necesariamente para apoyarlo en sus políticas, pues carecen de coherencia ideológica y organizativa para hacerlo.
Entonces, la reacción de Obama puede que se deba también a que no cuenta con el apoyo necesario para llevar adelante las políticas que prometió, cuestión esta muy propia del sistema político norteamericano, donde pertenecer a un partido no significa tener su apoyo político y donde además los partidos no existen, siendo sólo coaliciones de poder que se forman y funcionan para el momento electoral y no necesariamente para apoyar la ejecutoria presidencial. Obama puede estar pagando también esa peculiaridad del sistema político norteamericano, donde todo presidente se ve obligado a gobernar con coaliciones y consensos que se forman más bien alrededor de políticas específicas, dentro de la sociedad, las estructuras del congreso, las elites y no necesariamente dentro del partido del presidente. Las masas y las opiniones individuales, por su parte, cuentan muy poco dentro del mecanismo del sistema político norteamericano.
Es decir, todo el sistema político norteamericano ha resultado diseñado para que la política no sea lo dominante si no el poder del capital. Es allí, donde está el capital, donde se encuentra el verdadero poder y Obama no es más que un peón del capital. Tendrá que ir a donde el capital lo lleve y sólo tendrá espacio para ejecutar sus propias ideas, cuando estas coincidan con las del capital.
A su vez, Obama no es miembro de la elite de poder, ni pertenece a la aristocracia de Washington; Obama no es más que el manager de la compañía. No tiene conexiones orgánicas con las estructuras de poder. Es a los efectos reales de cómo y dónde se toman las decisiones, un encargado de ejecutar y no un decisor de política. Las decisiones de políticas que adopta no pueden sobrepasar ciertos límites. Sus capacidades llegan sólo hasta el punto en que le sea conveniente a los que le diseñan el libreto. Su poder es más simbólico que real.
Ningún presidente norteamericano, durante el siglo pasado y lo que va del que recién ha comenzado, ha tenido tan poco poder real como Obama. Resultando así, porque Obama es un presidente que las elites de poder están solo probando; si no da resultado, su tránsito por el “poder” será tan fugaz e inédito como lo fue su elección para presidente. Las elites del partido demócrata y tal vez algunas del republicano también, funcionaron para llevarlo a la presidencia, pero eso no quiere decir que ahora puedan garantizarle con quien gobernar y mucho menos gobernar con políticas propias.
Entonces, lo más inédito no es que Obama haya resultado elegido presidente, sino que tuviese ahora la oportunidad de realmente ejercer la presidencia, por lo que se puede decir que Obama ha sido un presidente para pasar la difícil cota del período, pero no necesariamente para dirigir el país, y mucho menos para tener la posibilidad real de operar políticamente dentro de un momento en que no se está decidiendo simplemente cómo salir de una crisis económica o cómo superar los problemas del prestigio internacional de Estados Unidos, sino de qué rumbo dar al imperio. Para eso Obama, hasta ahora, parece no fue elegido y por tanto, no podemos estar seguros de que logre hacerlo; mucho menos en medio de un fortalecimiento de la derecha, con políticas poco ortodoxas y bajo un ropaje que tiende a negar la imagen del político clásico que aún predomina en Washington. Por eso el momento es tan peligroso y complejo. Es que al frente del país no hay realmente un presidente con poder, sino un conjunto de fuerzas en pugna, que desde las estructuras políticas y desde fuera de ellas, están rigiendo los destinos del país. Siempre ha sido así, recordemos el famoso “gobierno invisible”, sólo que hasta la llegada de Obama a la presidencia, aún con sus limitaciones, los presidentes formaban parte de las estructuras del poder real. Obama no es un poder real, es la presidencia que hasta ahora menos poder ha tenido en la historia americana. Luego, no hay razones para asombrarse. Obama es un engendro del propio sistema, dentro de un momento especifico del sistema, sólo que en un momento clave para el futuro del sistema.
Ahora el Presidente, impactado, entre otras, por la pérdida en Massachussets, parece estar dando un giro estratégico, parece que se repliega, tratando de recuperar el liderazgo que ya ha perdido durante su primer año. Obama ha dicho recientemente, que “… este no es momento para las transformaciones profundas”. Este parece ser, entonces, un momento para movimientos tácticos que eviten una debacle en las elecciones legislativas de noviembre. Objetivo que, a pesar de su importancia, lo consideramos muy corto, porque las elecciones congresionales del 2010, son sólo una parte de lo que Obama tiene que solucionar para llegar presidenciable al 2012.
Obama, reunió a su equipo económico en pleno para pedirles, en público, que concentren sus esfuerzos en una atención urgente a la clase media, que según dijo el propio Obama “…vive la década mas difícil que nunca ha tenido…”, por lo que se ha propuesto adoptar, entre otras, las medidas siguientes:
– Una rebaja fiscal a las familias con menos de 85,000 dólares de ingreso anual.
– Un programa de créditos para estudiantes con menos recursos.
– Una ayuda a las personas que tengan a su cargo jubilados y enfermos.
– Facilitar a los jubilados sus planes de pensiones.
Obama insiste ahora nuevamente, pero con mayor fuerza, en la necesidad de crear empleos buenos y sostenibles. Parece que recobra la idea de darle a la economía real, rectificando la excesiva inclinación que ha tenido hacia las finanzas.
En cuanto al plan de salud, parece recortar las ambiciones de una cobertura para toda la población y se centra ahora en algunos aspectos de más claro apoyo popular y menos torpedeables por los republicanos que se oponen. Del seguro universal no se ha vuelto a hablar, centrándose Obama ahora en una reforma sanitaria que, según el Presidente, “… prohíba las peores prácticas de la industria aseguradora y restaure la tranquilidad a la clase media…” En realidad, lo anterior indica que Obama se enfrenta al fracaso del plan de salud.
Al parecer, el Presidente quiere ahora también probar fuerzas con la banca, obligándole a ser más disciplinada con la utilización de los fondos y evitándole hacer inversiones, tomando como cobertura el dinero de la gente. Por supuesto, evitando también, que tomen el dinero del contribuyente y se vayan con los bolsillos llenos para sus casas, como realmente han hecho hasta ahora, sin que el Presidente hiciese nada por impedirlo.
Pero al mismo tiempo que trata de buscar buenos empleos y disminuir impuestos, en medio de la crítica situación, Obama ha propuesto recortar los gastos sociales, pero sin hablar de quitarle un centavo a los gastos militares.
Sus medidas son bastante contradictorias y no están tocando el fondo de las verdaderas dificultades.
Al parecer, su aureola de hombre inteligente no le ha servido de nada, pues Obama parece estar saltando en paracaídas en medio de una tormenta. Ajustar el rumbo de ese modo, en medio del año electoral, después de tantas promesas incumplidas y con una popularidad en declive, no puede ser más que resultado de la desesperación. Al parecer el presidente espera que las medidas que ahora adopta tengan un resultado lo suficientemente efectivo y rápido como para lograr recuperarse hacia las elecciones congresionales de noviembre. Rueda por tierra toda la inteligencia de Obama cuando piensa que eso será posible. Creo que es demasiado tarde.
Obama, todo parece indicar, será un presidente de un solo mandato y de triste recordación para los que pusieron en él sus esperanzas. Obama, al parecer, no ha sido mas que un “chivo expiatorio” de los sectores de poder, para pasar el ventarrón. Ojala me equivoque. No soy de los que desean que a Obama le salgan mal las cosas, porque en definitiva, ello sería como echar gasolina al horno encendido de la extrema derecha. En realidad, creo que Obama sólo podría continuar con posibilidades hacia el 2012, si logra levantar la economía y recuperar, al menos, parte del liderazgo que hasta ahora ha perdido. Aun le resta tiempo, aunque no como para perderlo en “curitas de mercuro cromo”…
Enero 30 del 2010.
*Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de La Universidad de La Habana