Hillary Clinton, el nuevo Bush para América Latina
La Primerísima

A nadie con dos dedos de frente se le ocurre pensar que Barack Obama cambiará la política exterior norteamericana como se voltea una arepa cuando ya casi se le quema un lado.



Lo que si era lógico pensar (y digo “era” porque ya no es) que por lo menos recogería algunos de los muchos trapos sucios que dejó al descubierto la pasada administración republicana en los cuatro puntos cardinales del planeta.

Cuando Hillary Clinton y Barack Obama se disputaban la candidatura demócrata en la campaña del 2008, habían algunas cosas en las que estábamos muy claros: Hillary tenía mas posibilidades que Obama en resolver el desformado sistema de salud y en establecer mas controles en el desregularizado mundo financiero, pero en cuanto a política exterior, no se podría esperar nada bueno.

Hillary piensa, como la enseñaron sus padres, que el comunismo es obra del demonio y que el que no es un fiel seguidor de Estados Unidos, es un enemigo peligroso.

Su visión en política internacional es tan estrecha como la de George W. Bush, y lamentablemente fue a ella a quien escogió Obama al tomar el poder, para ser la Secretaría de Estado, cargo equivalente al de Canciller en otros países.

Las consecuencias no se hicieron esperar. Hillary Clinton, ha seguido el mismo trayecto de la pasada administración republicana manteniendo el discurso amenazante contra Irán, las críticas contra China en defensa del Tibet, y ha llegado al colmo de amenazar a los gobiernos de América Latina por las relaciones de estos con Irán.

Su última gran hazaña ha sido, el convencer a su jefe en la Casa Blanca de que el golpe de Estado en Honduras fue una decisión sana para salvar al país centroamericano de las garras y dientes de Hugo Chávez y Fidel Castro.

Hillary, para completar su maravilloso “profile”, ha exhibido con gallardía la cruda hipocresía conservadora de sus antecesores. Ha producido discursos en torno a la defensa de los derechos humanos en el mundo y el compromiso de la administración de Obama en defenderlos.

Sin embargo, resulta y viene a ser, que los principales aliados de los Estados Unidos, de cuyas relaciones son las únicas de las que se ha ocupado Clinton, son permanentes violadores de los derechos humanos, son gobiernos y Estados donde se aplica la tortura y el asesinato de estado de manera legal.

Para poner un ejemplo solo basta mencionar a Arabia Saudita y Egipto. En Arabia Saudita se abusa de las minorías y las mujeres y en Egipto la tortura es una práctica normal de las autoridades.

Ambos países tienen una vergonzosa distribución de las riquezas, a tal punto que más de 60 por ciento de la población vive en la extrema pobreza mientras un 20 por ciento posee más riquezas que cualquier corporación transnacional americana o europea.

En Marruecos, donde recientemente Hillary Clinton se reunió con los socios sauditas, se pasó recientemente una legislación que permite la tortura y establece prerrogativas que permiten la persecución de opositores al gobierno.

Si una cosa caracterizó la mala política exterior de la administración Bush, fue su desprecio y descuido con América Latina, algo que Hillary Clinton parece estar repitiendo como alumna obediente.

Producto del apoyo a la ultraderecha latinoamericana y el trato vejatorio con los gobiernos liberales fue que comenzaron a surgir líderes de la izquierda en la región. El intento de golpe a Hugo Chávez en el año 2002, del cual el líder venezolano acusa a Estados Unidos, recibió el beneplácito de Washington antes de consumarse.

El apoyo abierto de la misión diplomática americana en Nicaragua a los candidatos de la derecha contra Daniel Ortega, y el desprecio abierto al surgimiento de un gobierno de los indígenas en Bolivia, han sido ingredientes que han contribuido a que la región se haya vuelto mas antiamericanista que nunca.

La administración Obama, en sus principios dio la impresión de que cambiaría ese rumbo con la participación del presidente norteamericano en la quinta cumbre de Las Américas, donde estrechó la mano de Hugo Chávez e instó a un nuevo acercamiento.

Sin embargo, lo que debió haber sido el seguimiento a ese arranque se convirtió de repente en un cambio reversa sin ni siquiera mirar por el retrovisor.

La actual administración mantuvo a Bolivia este año fuera del acuerdo con los países andinos, mediante el cual se libran aranceles de algunos productos para entra a Estados Unidos, validando la absurda acusación de la administración Bush de que el gobierno de Evo Morales no coopera en la lucha contra el narcotráfico.

En su discurso que fue recogido en la revista Foreign Affair del mes de noviembre, Hillary establece como requerimientos para mejorar las relaciones con Cuba, los mismos elementos que Cuba no ha aceptado en 50 años y mucho menos aceptará ahora: “que cambie hacia la democracia..”. Lo cual deja la evidencia irrefutable de que no habrá cambios al respecto.

Honduras ha sido la primera víctima de la continuidad de la política negativa estadounidense hacia América Latina. Es el mismo manual en que se basaron los apoyos incondicionales a las dictaduras de Anastasio Somoza en Nicaragua, Augusto Pinochet en Chile, Alfredo Strossner en Paraguay, Hugo Banzer en Bolivia, Jorge Videla en Argentina y Francois Duvalier en Haití, y los gobiernos corruptos supuestamente democráticos como los de Joaquín Balaguer en la República Dominicana.

Hillary Clinton manipuló las negociaciones en Honduras para favorecer la permanencia en el poder de los grupos de derecha que dieron el golpe de Estado en ese país en junio de este año. Lobos, el nuevo monstruo emanado de ese consomé donde se redujo a nada la democracia, está ahora recibiendo todo el apoyo del gobierno norteamericano.

Hillary culpa a la administración Bush de no haber manejado correctamente la política exterior hacia América Latina, pero no sobre la base del respeto hacia los países de ese continente, sino sobre la idea de que no haber sabido imponerse.