Sábado, 3 de Enero de 2009
«CHE», el nuevo film
Por: Juan Francisco Coloane
Al final de un año de una intensidad inédita en EEUU, dos hechos tal vez triviales para la política, que no necesariamente estén ni remotamente en las agendas, tienen su propio significado y repercusión.
El primero, es el desvanecimiento en los periódicos neoyorquinos importantes, de los anuncios y reseñas sobre la película «Che», de Steven Soderbergh, lanzada al público en una exhibición especial de una semana, con la presencia de su Director Steven Soderbergh, (Traffic, Erin Brockovich, Sex Lies and Videotapes), el viernes 12 de diciembre en Nueva York.
Cuatro horas y media dividida en dos partes dura la obra, con un intermedio, haciendo recordar las producciones de David Lean, también por su precisión en el montaje. México, Cuba, Nueva York, edificio de Naciones Unidas son los ambientes de la primera. Bolivia principalmente de la segunda. Alrededor de un centenar y medio de actores encarnan a personajes que indistintamente se van quedando en uno por la precisa captación de sus rostros. El guión está basado en los escritos de Ernesto Guevara sobre la guerra revolucionaria cubana y su diario en Bolivia.
Esta especie de estreno introductorio, se llevó a cabo en un gran teatro- el Zegfeld, donde no quedaban butacas vacías- a la espera de su estreno oficial en enero, y para ellos había tenido no obstante un par de días de anuncios con gran despliegue.
Como las batallas ideológicas son también muy subterráneas, dentro de la perplejidad por no conocer los códigos de producción ni los presupuestos, traté de imaginarme las razones de este furtivo despliegue de propaganda del comienzo y su pronto desvanecimiento. Al llamar a los periódicos, todas las respuestas conducían a que era una materia de la producción del film.
Con el segundo film sucede todo lo contrario. Es la puesta en marcha de los medios para el engrandecimiento de Gran Torino, el reciente film de Clint Eastwood.
En un mundo todavía polarizado entre buenos y malos, ambas obras, a pesar de sus ambigüedades, reflejan ese mundo dependiendo del punto de vista.
Sin embargo, si se trata de ensalzar uno, Gran Torino lleva la delantera porque es el más benigno de los dos, al representar la solución aislada en el minimalismo.
Si Che exhibe hasta cierto punto una complejidad, a pesar de la sequedad de espíritu, es la grandilocuencia del efecto de la violencia y de los códigos de la lucha armada como la concebía Ernesto Guevara. Como film de Guerra, es de un despliegue y precisión inusuales, y habrá que escudriñar mucho para obtener una obra que se le compare en el armado de los escenarios y las acciones. Soderbergh en este film, – se registra que filmó con su cámara digital en la mano-, es probablemente el primer «cineasta guerrillero» en un ejercicio de simulación a gran escala y que conduce a un realismo de documentalista de gran nivel, que hace recordar a Roman Karmen, Joris Ivens y Sergio Bravo.
Algunas inconsistencias anotadas por algunos críticos, cubanos especialmente, respecto giros, acentos de voces, y formas de expresión, pasan a un segundo plano cuando se trata de ver la rítmica que en la narración con las escenas de Guerra, mezcladas con los retazos de documental, y los diálogos nítidos y escuetos, en situaciones donde por lo visto no hay tiempo para demasiada teoría.
Ahora bien, como el personaje en cuestión es uno que lucha contra el capitalismo, el vehiculo de Soderbergh de hacer trascender la idea revolucionaria a través del formato del film, no funciona completamente porque en la trinchera opuesta, el «producto Che» no está siendo presentado como una película de guerra espectacular y atractiva, sino que como una ideológica.
Por la precisión y prolijidad con que está organizado el material que constituye la obra, quizás la intención principal no sea la de transmitir esa idea revolucionaria, sin embargo hay una ambigüedad. La acción revolucionaria armada es interpretada y proyectada con un gran respeto, y hasta con admiración, que por supuesto incomodan a quiénes tienen pánico de la insurrección armada, sea del grupo de los Pro Ché o los Anti Ché.
Es el riesgo que asume un cineasta valiente, porque se metió cinematográficamente en el tema más delicado de nuestros tiempos, como es la insurrección armada. Frente a un capitalismo en semejante crisis, que no la anticipó cuando planificó el film en 2000, «Che», hoy día es un anatema peligroso, porque la propuesta guerrillera está, sino erradicada del ideario político, se le combate como si fuera otra expresión de terrorismo. Apenas sutilmente, Soderbergh se despacha el comentario que los izquierdistas son hoy día teóricos y «guerrilleros» de fin de semana, frente al espectáculo de explotación y pobreza. En este sentido, las cuatro horas y media no se hacen pesadas por el ritmo de la narración, (que es muy dinámica de todas formas) sino por la naturaleza del mensaje que no se percibe por su obviedad.
Por las pifias que recibió en Miami de una mayoría de personas de descendencia cubana, y los aplausos en la mixta audiencia en Nueva York, este «Ché» de Soderbergh, pareciera apoyar en vez de detractar la figura del Ché persona. Y esto incomoda cuando se empieza a detestar tanta inestabilidad e incertidumbre.
El «Che» de Soderbergh gravita más que el Gran Torino de Eastwood porque plantea una violencia colectiva, y si se trata de perfeccionismo, aquellos que han sentido el tableteo de una metralleta, esta obra pareciera instalarse como el estado del arte en la materia.
Es la crítica que mas abundó en la audiencia que debatió ese viernes en el Zegfeld. La encontraban como fría y distante, como que el director no estuviera involucrado emocionalmente con el tema.
Soderbergh dijo haber empezado el proyecto en 2000, cuyo co productor es Benicio del Toro en una actuación magistral e inolvidable. En el ha trabajado una legión inmensa de colaboradores y han participado varios gobiernos con sus instituciones. Se movilizaron durante mucho tiempo muchas energías de diferente tipo en diferentes ambientes, y es probable que alguna emoción pudo haber quedado en el camino.
Gran Torino, de Clint Eastwood, es una alegoría fascistoide con pretensiones de tolerancia cultural, al sentir del estadounidense que no ha podido comprender la globalización del capitalismo. Este film relata una historia que ocurre precisamente en la zona donde EEUU exprime su mayor angustia por la crisis: Detroit y la industria de los autos.
En ella, Eastwood intenta coronar su preocupación por la moral y el sentido del individualismo. La búsqueda de la totalidad a partir de la justicia del ethos individual, sin especificar en que consiste. Ese sentir reconoce un bien común, pero cuando aparece el conflicto al tener que dialogar con otras culturas, se desvanece como el albur de un relato pendiendo del tinglado de la supervivencia.
Eastwood es una especie de «existencialista» del capitalismo, apoyado en forma ilustrada con el medio que usa, y que apunta exactamente al revés de la tesis de Sartre: no me gusta lo que puede producir el socialismo (por Stalin), pero el capitalismo es el peor sistema.
Para Eastwood, el capitalismo puede producir las peores situaciones humanas y físicas, pero es el mejor sistema. Eastwood es republicano y a pesar de sus inclinaciones por una humanidad más conciliadora, continúa siendo un personaje menos preocupado de los procesos que del fin.
El film Che es en gran medida procesos. En Gran Torino, hay una nostalgia -legítima por cierto y muy humana- por la época romana o el feudalismo, cuando la sensibilidad del individuo se empecinaba por la incredulidad de que existe el límite del colectivo. Eastwood, en Gran Torino no cree que hay sociedades. Hay individualidades dispersas que se juntan solamente por un objetivo. En cierta forma, es un Carl Schmitt del cine.
Soderbergh ha dicho que no le gusta editorializar. Es el caso de «Che», y la causa de la incomodidad de algunos al sentir el film carente de nervio emocional.
En la hora y más del debate con la audiencia- alrededor de 500 personas- Soderbergh señaló que su intención justamente es no editorializar al Ché. Que el había montado una obra «que permitiera reflejar con la mayor fidelidad posible, los textos del Ché que es donde se sustenta el film, y expresar las facetas que como artista le interesaban: la consistencia entre discurso y acción,
Lo que abunda en el «Che» film, es ese complejo y sacrificado camino que va de una actitud a la otra. En este sentido, los que perciben que en este film no hay un desarrollo más completo del personaje, tal vez continúen sin entender (o discrepando) ese proceso que el Ché sí lo tenía claro.
http://www.argenpress.info/2008/12/che-el-nuevo-film.html