Dos métodos frente a la revolución latinoamericana
Nahuel Moreno
Índice
• ¿Lucha guerrillera o lucha obrera y de masas?
• ¿Es la guerra de guerrillas el único método viable?
• Ignorancia de las realidades nacionales
• La situación latinoamericana
• La crisis del régimen de los explotadores latinoamericanos
• Los gobiernos latinoamericanos
• Los ejércitos latinoamericanos y la guerra de guerrillas
• Los sindicatos obreros y campesinos
• Aspiración de deseos o programa de transición
• El programa para nuestro continente
• La experiencia cubana y el futuro de América Latina
• El frente único y el partido revolucionario
• El dogma de las tres etapas inexorables
• El carácter de clase del guevarismo
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¿Lucha guerrillera o lucha obrera y de masas?
Por Nahuel Moreno.
(Comentarios críticos a los trabajos de Ernesto “Che” Guevara “La guerra de
guerrillas”, “La excepcionalidad de la revolución cubana” y “La guerra de
guerrillas: un método”).
La revolución cubana es el más importante acontecimiento latinoamericano en lo
que va del siglo, por marcar el comienzo de la revolución socialista en nuestro
continente, Estados Unidos y el mundo occidental y por haber dado origen también
a una nueva generación y tendencia revolucionaria a escala continental: el
castrismo. Son sus dirigentes los líderes indiscutidos de la revolución cubana,
Fidel Castro y el “Che” Guevara. Este es el único que ha hecho esfuerzos por
trasladar al campo teórico, programático, las experiencias de esa nueva
tendencia revolucionaria. Lo mismo ha intentado hacer con otro aspecto del
quehacer revolucionario, la construcción de una economía socialista, al promover
la discusión sobre la aplicación de la ley del valor en la economía cubana. No
podemos menos que felicitarlo por ese magnífico ejemplo. Pero no sólo esto, sino
que también queremos intervenir de lleno en la polémica sobre la estrategia
revolucionaria para América Latina.
Trotsky, al comentar incidentalmente las polémicas de Bujarin con Lenin,
señalaba que las hacía de rodillas, como pidiendo perdón, del mismo modo que un
hijo discute con su padre o un alumno con su maestro: como si fuera una
desgracia. Nosotros nos ubicamos frente a Guevara o Fidel Castro en una posición
similar. Nuestra admiración, respeto, reconocimiento hacia ellos, como jefes del
proceso revolucionario latinoamericano, no tienen límites. En el caso de Fidel
Castro no hemos dudado en considerarlo junto con Lenin y Trotsky, uno de los más
grandes genios revolucionarios de este siglo.
Esta posición no es un “saludo a la bandera”, como dicen los chilenos, o entre
nosotros, “una mandada de parte”. Fidel y el “Che” han demostrado en los hechos
y han popularizado varías cuestiones políticas y teóricas de fundamental
importancia, que hacen que de ellos se pueda decir, parafraseando, lo que Sartre
dice de la filosofía de Marx, “‘que no hay hoy día otra corriente revolucionaria
en Latinoamérica que el castrismo.”
Dos son las principales conclusiones teórico‑políticas del castrismo. Primero,
que no hay otro camino para el triunfo de la revolución latinoamericana y
mundial, que el de la lucha de clases con su corolario inevitable, la lucha
armada, para destruir el aparato de represión estatal del régimen. Segundo, que
este proceso de lucha armada es el comienzo de una revolución en permanencia, o
como dice Guevara, que cada vez se profundiza más. Dejamos de lado el hecho de
que estas dos conclusiones son la razón de ser del trotskismo.
Estas dos ideas cardinales del castrismo nos hacen consideramos sus discípulos,
en contra de las variantes reformistas de todo tipo, desde la kruschevista hasta
la nacional reformista que creen justamente lo contrario: que no es
imprescindible la lucha de clases y armada y que la revolución
democrático‑burguesa no debe profundizarse más y más y que se puede llevar a
cabo en grandes etapas históricas.
Nuestro acuerdo principista con el castrismo no nos impide, sin embargo,
advertir que desde la revolución cubana el movimiento revolucionario
latinoamericano ha sufrido una serie de derrotas colosales, empezando por el
fracaso total y aplastante de la guerrilla paraguaya, apoyada en un entusiasmo y
movilización apasionada de una impresionante vanguardia, y terminando con el de
las guerrillas venezolanas al querer impedir las elecciones y la posterior
asunción del mando por Leoni. A estos fracasos se ha sumado la caída de Goulart
y Brizzola, colosal derrota de los trabajadores latinoamericanos en su conjunto.
Esto nos obliga a un análisis cuidadoso de las posiciones y la práctica de los
más ortodoxos guevaristas, ya que los líderes de varios de esos fracasos se han
declarado guevaristas fanáticos. Es decir, nuestro análisis crítico de las
posiciones de Guevara no tiene un mero interés teórico sino, por el contrario,
práctico. ¿Qué responden a esto los guevaristas? “¿Para qué discutir un método,
la guerra de guerrillas, que ha demostrado su corrección absoluta con el triunfo
en Cuba?”. Nosotros estamos en contra del método de aceptación y generalización
pasiva de los triunfos revolucionarios. Estamos por la defensa incondicional de
ellos, pero en cuanto a métodos seguimos reivindicando el crítico‑teórico que
nos caracteriza.
Esto nos obliga a estudiar críticamente, tanto los éxitos como los fracasos, y
elevar a ambos a un plano de generalización teórica. La critica debe ser
implacable. Esa es la única forma de superar los éxitos y evitar los fracasos.
Ese será el marco de nuestro análisis de la teoría y práctica guevaristas.
¿Es la guerra de guerrillas el único método viable?
Guevara habla de la guerra de guerrillas como de un método para tomar el poder.
Pero este no es para él un método entre otros, sino el único que nos puede
llevar al triunfo, “ porque estimamos que en las condiciones actuales de
América, la guerra de guerrillas es la vía correcta . Hay argumentos
fundamentales, que, en nuestro concepto determinan la necesidad de la acción
guerrillera en América como eje central de la lucha ” [1] .
El autor demuestra su categórica y peligrosa afirmación, a consecuencia de la
cual han muerto y siguen muriendo los mejores luchadores de vanguardia pequeño
burgueses latinoamericanos, en forma por demás esquemática y abstracta. Los
“argumentos fundamentales” son tres, uno técnico y otros dos, que tienen algo
que ver con la realidad de nuestro continente.
Primero, la guerra de guerrillas es la única posibilidad técnica de esconder a
la dirección revolucionaria, ya que si lo hace en la ciudad casi seguro cae en
manos de la reacción. “… en cambio el mando guerrillero, asentado en terreno
favorable a la lucha, garantiza la seguridad y permanencia del mando
revolucionario ” [2] .
Segundo, “la situación general del campesinado latinoamericano y el carácter
cada vez más explosivo de su lucha contra las estructuras feudales, en el marco
de una situación social de afianza entre explotadores locales y extranjeros” [3]
.
Y tercero, el “carácter continental de la lucha” [4] .
Estudiemos cada uno de esos argumentos, empezando por el primero, o sea la mejor
forma de esconder a la dirección revolucionaria.
Este nos parece infantil. Para nosotros el esconder bien a la dirección
revolucionaria no es una tarea técnica, sino político‑social. No se trata de
buscar el mejor lugar geográfico para esconderse sino el mejor sector
político‑social. Fidel Castro se cobijó en el Oriente de Cuba porque allí se
encontraban los núcleos burgueses y terratenientes que lo apoyaban y estaban en
oposición a Batista. Todo el Oriente simpatizaba con el “14 de Julio” y Fidel
Castro. Esa ley es general: la dirección revolucionaria tiene que esconderse en
el medio social que le sea incondicional y lo apoye políticamente, ya sea urbano
o rural. Hay centenares de ejemplos de luchadores urbanos que no han caldo en
manos de la represión viviendo en las ciudades. Toda la Gestapo nazi no pudo
detener ni descubrir a la dirección de la resistencia francesa, ni a Camus,
director del periódico clandestino, aunque se escondían en Paris. Eso se debió a
que la amplia mayoría del pueblo francés los apoyaba. Entre los años cuarenta y
tres a cuarenta y cinco en la Argentina fue imposible detener a Gerónimo Arnedo
Alvarez, que se escondía en Buenos Aires, gracias a que en esa época el Partido
Comunista Argentino se apoyaba en importantes sectores del movimiento obrero e
intelectual. En cambio, dirigentes guerrilleros han sido liquidados o apresados
a pesar de lo perfecto de su escondite, por no contar desde el principio con el
apoyo de la población (Paraguay, Venezuela, España y los guerrilleros de Salta
últimamente en nuestro país). Es que el esconder a una dirección revolucionaria,
requiere una organización y un sólido apoyo social, no una mera técnica de
escondite.
Continuemos con su segundo “argumento fundamental”: “el carácter explosivo de
la lucha campesina”. Que no se diga que rebelión campesina contra feudalismo
significa automáticamente “guerra de guerrillas”, porque los ejemplos boliviano,
peruano, brasileño, señalan justamente lo contrario, grandes luchas campesinas,
entre ellas la boliviana triunfante, sin guerra de guerrillas. La revolución
rusa, por otra parte, se apoyó en una colosal movilización campesina sin
necesidad de apelar a la guerra de guerrillas para liberarse del feudalismo. Es
decir, Guevara da un elemento que por sí solo no demuestra nada, al señalar un
hecho indiscutible: que los campesinos latinoamericanos se movilizan contra las
estructuras arcaicas que los oprimen. De ese hecho cierto no surge ni puede
surgir que la guerra de guerrillas sea la “vía correcta” o el “eje central de la
lucha”. El campesinado en Brasil o en Perú se ha inclinado por la
sindicalización y las ocupaciones masivas de tierra y no ha tenido ninguna
tendencia a hacer guerrillas. ¿De dónde saca Guevara su conclusión si la
experiencia histórica y latinoamericana no la avalan? No puede ser de otra
fuente que de su propia voluntad y deseo. Pero la voluntad y el deseo son malos
consejeros si no se asientan en un estudio responsable de la realidad. El
campesinado, como toda clase oprimida, va superando sus medios de lucha de
acuerdo a su experiencia. ¿Por qué Guevara quiere suprimir esa experiencia de
los campesinos reemplazándola por un esquema? ¿Por qué aspira a que utilicen
sólo un método? ¿Por qué niega de antemano toda otra forma de lucha armada o de
combinación de métodos? ¿No es mucho más correcto acompañar la experiencia
campesina en lugar de tratar de imponerle una forma de lucha armada?
Dejamos de lado el argumento subordinado de la “alianza entre los explotadores
locales y extranjeros” porque ya nos detendremos ampliamente en él en el
capítulo correspondiente.
El tercer “argumento fundamental” y el más débil es casi inexplicable en labios
de un revolucionario serio como Guevara. No entendemos por qué del “carácter
continental de la lucha” se desprende que el único método posible en cada uno de
nuestros países es la guerra de guerrillas. El carácter continental de la lucha
pone en contacto a las distintas luchas nacionales de los trabajadores, los
enfrenta a un mismo enemigo: el imperialismo yanqui, y les da un objetivo común,
la unidad latinoamericana (que Guevara no plantea explícitamente), pero nunca
podrá por sí solo indicar el carácter y las modalidades que esa lucha adquirirá
en cada uno de nuestros países.
El saldo es verdaderamente desolador: Guevara no da un solo argumento digno de
tomarse en cuenta para justificar su tremenda conclusión.
Pero seríamos injustos con nuestro “Che” si no reconociéramos que de sus
trabajos se desprende una armazón un poco más sólida y amplia para demostrar su
teoría.
Vamos a ver entonces que la guerra de guerrillas es el “eje central de la lucha”
por tres razones que se desprenden de sus escritos: un análisis de la realidad
latinoamericana, un estudio de la experiencia histórica, principalmente de Cuba,
y el decisivo, de carácter técnico, las ventajas militares de la guerra de
guerrillas y las desventajas de los otros métodos. El que los argumentos
técnicos sean los decisivos (como lo demuestra entre otras cosas el hecho de
que su primer argumento favorable a la guerrilla sea el de esconder a1a
dirección revolucionaria) invalida de por sí toda su estructura teórica desde el
punto de vista marxista.
Para el marxismo lo esenciales justamente lo contrario: el análisis de la
realidad latinoamericana y la experiencia histórica. Solo esto nos puede
permitir encontrar la estrategia correcta y no generalidades técnicas súper
abstractas, como que la guerra de guerrillas es el único método de destrucción
del ejército oligárquico.
Ignorancia de las realidades nacionales
Al pensar y demostrar así, Guevara niega lo esencial del marxismo que siempre
parte de la realidad, de lo concreto para volver a él modificándolo. Solo un
estudio profundo, exhaustivo, de la realidad latinoamericana y de cada uno de
nuestros países puede permitirnos llegar a la conclusión de que la guerra de
guerrillas es el único método viable de hacer la revolución en esta etapa.
Ese estudio tiene que ser un estudio profundo, total, de la historia y tradición
de cada país, principalmente del movimiento de masas (no es lo mismo el
proletariado argentino con su colosal experiencia anarquista, comunista y
peronista, que el cubano o brasileño), de la economía, de la sociedad con sus
relaciones y sectores de clases, de la política de los explotadores con su
Estado y partidos políticos, y por último los sindicatos y partidos obreros y
campesinos con sus dirigentes. Solo así podremos encontrar la política y los
métodos revolucionarios correctos.
Sin embargo la miopía guevarista sobre las distintas características de cada
país latinoamericano no podía ser tan grande. Guevara reconoce, por ejemplo, que
hay problemas con el movimiento de masas: “ Los países, que aún sin hablar de
una efectiva industrialización, han desarrollado una industria media y ligera,
o simplemente han sufrido procesos de concentración de su población en grandes
centros, encuentran muy difícil preparar guerrillas ” [5] . En forma muy, pero
muy discreta, casi desapercibida, nos dice que nada menos que en Brasil, México,
Chile, Argentina, Uruguay, es decir en el 80% de Latinoamérica, que ha
desarrollado “su industria media y ligera”, es “muy difícil preparar
guerrillas”. Esta confesión no inmuta a Guevara ni le hace sacar conclusiones
políticas. Parte de la premisa que el único método viable es la guerrilla,
entonces hay que hacerla aunque “sea muy difícil”. A nosotros se nos ocurren
unas preguntas: Si la realidad del país hace muy difícil la guerrilla, ¿por qué
se insiste en ella? ¿No será por razones meramente técnicas y por la obsesión de
que no hay otro método? Si en esos países es “muy difícil preparar guerrillas”,
¿no podremos encontrar otras formas de lucha armada más fáciles? ¿La resistencia
del pueblo trabajador a la guerrilla no es un alerta a los esquemáticos que no
toman para nada en cuenta las realidades nacionales? ¿No es más fácil encarar la
lucha armada de acuerdo a los métodos y en los lugares que se den los
trabajadores y su vanguardia? Si la realidad del país hace muy difícil la
guerrilla, ¿por qué se insiste en ella? ¿No será por razones meramente técnicas
y por la obsesión de que no hay otro método? ¿Y aceptar un solo método no es
condenarse al fracaso más total?
Para Guevara estas preguntas no tienen ninguna importancia o por lo menos no
parece dársela. Es por eso que no se plantea explícitamente el gran problema de
Latinoamérica en esta etapa: la revolución brasileña.
Si en Brasil hubiéramos hecho un estudio serio de la realidad hubiéramos llegado
a la conclusión de que la principal tarea revolucionaria en toda América Latina
era mucho más modesta que preparar la guerra de guerrillas: había que impedir
que triunfara el putch reaccionario gorila que se estaba preparando .
La situación latinoamericana, como la del país hermano, con su historia,
economía, relaciones sociales, política y carácter del gobierno indicaban que
era inevitable un golpe de estado reaccionario. La gran tarea entonces, era
movilizar al movimiento de masas brasileño para frenarlo o aplastarlo, sin
depositar la más mínima confianza en el gobierno de Goulart o Brizzola. Ese solo
análisis concreto le hubiera valido mucho más a la revolución y a Cuba
revolucionaria que todos los trabajos teóricos del Che, porque significaba una
política y estrategia precisa para la mitad de América Latina.
Porque no nos debemos engañar: la de Brasil ha sido la más trágica derrota del
movimiento de masas latinoamericano en los últimos veinte años. Esa derrota se
va a reflejar en todo nuestro continente, inclusive en Cuba, donde los gusanos
comenzarán a levantar cabeza. Fidel y el Che, dirección indiscutida de la
revolución latinoamericana, deben mostrar ante la historia y autocriticarse, si
es necesario, cuál fue la política que aconsejaron para Brasil. De los trabajos
del Che se desprende que guerra de guerrillas. En este caso ha sido un crimen
político, porque la gran tarea era impedir el golpe reaccionario desde las
ciudades, con los sindicatos de obreros y suboficiales. Si por el contrario fue
la de enfrentar el golpe reaccionario, todos los trabajos teóricos de Guevara no
sirven para nada, ya que en este caso “ la posibilidad del triunfo de las masas
populares de América Latina ” no estaba “ claramente expresada por el camino de
la lucha guerrillera ” para la mitad del continente.
El afán polémico puede llevar a encontrar otra respuesta: el guevarismo
planteaba la lucha contra el golpe preparando guerrillas. Aún se puede encontrar
otro argumento: los hechos han demostrado que no hay otra salida que la
guerrilla, ya que las masas urbanas fueron incapaces de hacer nada por Goulart.
Esos no son más que argumentos polémicos para poder salvar la ropa. Lo concreto
es qué se le aconsejaba a un castrista en Brasil: preparar la guerrilla o
defender a Goulart desarrollando la movilización del movimiento de masas con las
organizaciones que se habían dado (sindicatos de suboficiales, campesinos y
obreros). El dilema es de hierro y no hay argumento polémico que lo pueda
evitar. Si preparábamos la guerrilla no hacíamos lo otro y si movilizábamos
desde las organizaciones sindicales no preparábamos la guerrilla.
Brasil es un alerta trágico y nos exige que digamos de una vez por todas: ¡Basta
de recetas y generalidades! ¡Basta de consejos técnicos! ¡Empecemos a estudiar
la realidad latinoamericana y de cada uno de nuestros países en especial para
darnos una política concreta y correcta y así encontrar el método de lucha
armada ajustado a esa política!
Todo el movimiento revolucionario latinoamericano coincide en que la situación
de nuestro continente es prerrevolucionaria. Pese a esta coincidencia, cuando se
trata de profundizarla señalando los factores esenciales que hacen a la
caracterización y al momento de iniciar la lucha, armada, las discrepancias son
casi totales.
Este análisis teórico de las condiciones mínimas que hacen a la posibilidad de
la insurrección armada o del comienzo de la guerra de guerrillas es el más
importante para los marxistas revolucionarios. Guevara no parece darle
importancia, ya que “no siempre hay que esperar a que se den todas las
condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas ” [6] .
Sin embargo en algunos de sus trabajos señala algunas condiciones mínimas. Pero
antes de tomarlas en cuenta veamos qué han dicho los clásicos del marxismo sobre
este problema cardinal.
El marxismo clásico había señalado cuatro condiciones para definir una situación
como prerrevolucionaria con condiciones para la insurrección armada. Ellas son:
primero, crisis general de las clases explotadoras. Segundo, crisis sin salida y
neutralización, desesperación y vuelco de la clase media hacia una salida
revolucionaría. Tercero, existencia de grandes organizaciones que agrupen al
conjunto de los trabajadores y que tengan parte del poder real gubernamental,
especialmente de la clase obrera. Cuarto, un fuerte partido marxista
revolucionario que se plantee el problema del poder y la insurrección armada.
En esta postguerra y en aquellos países en que se dio una guerra de guerrillas
triunfante, este esquema sufrió modificaciones de fundamental importancia. Por
ejemplo, fue posible la iniciación de la insurrección armada y su triunfo sin
partidos marxistas revolucionarios. Esta falta de un elemento fundamental del
esquema clásico fue compensada con un fortalecimiento de otros factores. En
todos los países en que triunfó la guerra de guerrillas lo hizo antecedida de
una situación prerrevolucionaria caracterizada por estos cuatro elementos:
primero, una crisis general de las clases explotadoras jamás conocida; segundo,
vuelco del campesinado y la pequeña burguesía y aun de los sectores burgueses a
la guerra de guerrillas en forma masiva, desesperada; tercero, existencia de
grandes partidos de masas pequeño burgueses que reemplazan y sintetizan a los
organismos específicos de poder de las masas trabajadoras y al partido marxista
revolucionario; cuarto, estados limítrofes que apoyan a la guerrilla desde su
estallido.
Si dejamos de lado las citas francamente infantiles o carentes de la más mínima
seriedad, advertimos que de todos los trabajos de Guevara se desprende que para
él las condiciones mínimas para iniciar la guerra de guerrillas son las opuestas
a las de los clásicos del marxismo, o que no las toma para nada en cuenta.
Veamos entonces que: primero, la primera condición para el marxismo clásico, que
es la crisis total interna, de los propios explotadores, no sólo no existe para
él, sino que por el contrario lo que hay es una unidad monolítica, ya que los
explotadores (imperialismo, terratenientes y burguesía) están cada vez más
férreamente unidos, lo mismo que sus partidos, gobiernos y ejércitos.
Segundo, el campesinado es la única clase que puede empezar la lucha armada, ya
que las clases urbanas no pueden encararla por mucho tiempo y lo más que podrán
hacer es acompañar al campesinado. El vuelco masivo de la pequeña burguesía
urbana y a veces de sectores de la propia burguesía a la guerra de guerrillas,
ni siquiera es tomado en cuenta por Guevara como otra condición probable.
Tercero, no menciona siquiera la necesidad de los organismos de masas y del
partido marxista revolucionario del esquema clásico, o los grandes partidos de
masas de la guerra de guerrillas.
Cuarto, olvida por completo la ayuda de países limítrofes del esquema de la
guerra de guerrillas. Se conforma con una sola condición súper estructural: la
revolución cubana levantó el ánimo y demostró a las masas que se puede triunfar.
Lo que vemos es que Guevara defiende la guerra de guerrillas como único método,
mediante un análisis que no tiene nada que ver con el análisis marxista de lo
que es una situación prerrevolucionaria en las revoluciones clásicas y en la
guerra de guerrillas.
Nosotros creemos justamente lo contrario que Guevara: en Latinoamérica hay una
situación prerrevolucionaria de lucha por el poder por parte de los
trabajadores, con su inevitable perspectiva de lucha armada, porque:
Primero : se resquebraja toda la estructura de los explotadores, hay roces cada
vez más violentos entre ellos por la disminución de las rentas nacionales, y de
algunos de ellos con el propio imperialismo, como consecuencia de la explotación
de éste. Esto se refleja en el carácter de los gobiernos y de los ejércitos que
no son cada vez más monolíticos, sino que por el contrario, viven de crisis en
crisis.
Segundo , como consecuencia de lo anterior, los trabajadores, la pequeña
burguesía, el campesinado y el proletariado latinoamericano, no ven otra salida
que la revolucionaria, desesperándose contra el régimen.
Tercero , hay grandes organizaciones de masas, los sindicatos obreros y
campesinos, trabados en lucha contra el régimen estatal oligárquico. En ese
sentido se parece mucho más a la situación clásica y no a la de iniciación de la
guerra de guerrillas.
Pero esta situación prerrevolucionaria tiene características especiales por la
carencia de dos elementos: partidos marxistas revolucionarios o partidos de
masas pequeño burgueses que se planteen la lucha revolucionaria contra el
régimen y a excepción de los países centroamericanos, no existe la menor
posibilidad de ayuda limítrofe. Es decir, la situación latinoamericana es
prerrevolucionaria pero con una colosal debilidad del factor subjetivo que no es
compensado, ni de cerca, por el entusiasmo que despertó el triunfo en Cuba.
Esto en general; no hablamos de la metodología de Guevara en relación a cada
país latinoamericano. Ni se digna considerar el problema que, sin embargo, es el
fundamental. vi marxismo es un método que exige el análisis concreto,
específico, de cada realidad. Eso es lo primero que cada marxista subraya: no
hay verdades generales que se apliquen en general. Y Guevara ignora u olvida la
más sencilla de las verdades marxistas: que el método de lucha armada de cada
país latinoamericano sólo podrá ser precisado previo estudio concreto de cada
uno de ellos. Todo lo que sea ignorar este método es reemplazar al marxismo por
dogmas, por recetas que serán todo lo honestas y revolucionarías que se quiera,
pero total y completamente inútiles. Aunque quien la haga, haya dirigido una
revolución.
La
crisis del régimen de los explotadores latinoamericanos
¿Por qué colorados y azules casi llegan a una guerra civil en la Argentina? ¿Por
qué el gran terrateniente Goulart apeló a los suboficiales y al movimiento
obrero? ¿Por qué el sector del ejército que lo apoyó para asumir el mando,
después lo traicionó? ¿Por qué el servil Betancourt, agente yanqui, tuvo que
recurrir a una importante reforma agraria contra los grandes latifundistas? ¿Por
qué el gobierno Prado aceptó la sindicalización campesina contra los
terratenientes del Cuzco? ¿Por qué en Bolivia el campesinado cochabambino es
reaccionario y el proletariado minero revolucionario? ¿Por qué el campesinado
paraguayo apoyó al siniestro gobierno capitalista de Stroessner contra los
guerrilleros?
Esta situación caótica de todos los países latinoamericanos, que demuestra la
crisis brutal, sin salida, de los propios explotadores, le merece a Guevara un
comentario superficial y una conclusión muy simple: de hecho todos los
explotadores están férreamente unidos en un frente único monolítico,
indestructible … ¿Y la burguesía? se preguntará.
“En muchos países de América existen contradicciones objetivas en las burguesías
nacionales que luchan por desarrollarse y el imperialismo que inunda los
mercados con sus artículos, para derrotar en desigual pelea al industrial
nacional, así como en otras formas o manifestaciones de lucha por la plusvalía y
la riqueza”.
“No obstante estas contradicciones, las burguesías nacionales no son capaces,
por lo general, de mantener una actitud consecuente de lucha frente al
imperialismo. Demuestran que temen más a la revolución popular que a los
sufrimientos bajo la opresión y el dominio despótico del imperialismo, que
aplasta la nacionalidad, afrenta el sentimiento patriótico y coloniza la
economía”.
‘La gran burguesía se enfrenta directamente a la revolución y no vacila en
aliarse al imperialismo y al latifundismo para combatir al pueblo y cerrarle el
camino de la revolución”.
“El imperialismo, desesperado e histérico, decidido a emprender toda clase de
maniobras y a dar armas y hasta tropas a sus títeres, para aniquilar a cualquier
pueblo que se levante, un latifundismo feroz, inescrupuloso y experimentado en
las formas más brutales de represión, y una gran burguesía dispuesta a cerrar
por cualquier medio todos los caminos, a la revolución popular, son las grandes
fuerzas aliadas que se oponen, directamente a las nuevas revoluciones populares
de América Latina” [7] lang=ES>.
“…en el marco de una situación social de alianza entre explotadores locales y
extranjeros ” [8] .
Nada más falso y peligroso que ese análisis simplista de los explotadores. Como
siempre, Guevara es brillante en su ataque a los oportunistas, cuando señala que
“ las burguesías nacionales no son capaces, por lo general, de mantener una
actitud consecuente de lucha frente al imperialismo ”. Nosotros somos a ese
respecto más guevaristas que Guevara: no creemos que “por lo general” son
inconsecuentemente antiimperialistas sino que nunca lo son, que no hay ninguna
posibilidad, ni como excepción, de que algún sector de ella puede llegar a
luchar consecuentemente contra los terratenientes o el imperialismo. Nosotros
creemos que cualquier sector burgués o terrateniente, fuerte o pequeño, obligado
por la presión imperialista y la competencia que lo desaloja del mercado, puede
esbozar y mantener posiciones antiimperialistas o llegar incluso a tener roces
profundos con otros sectores burgueses, oligárquicos, pro imperialistas. Creemos
más: que la crisis de los sectores imperialistas entre sí, de las fracciones del
propio imperialismo yanqui, de éste con los explotadores nacionales y de
sectores de estos últimos entre sí, irán en aumento creciente, llegarán al
paroxismo, como consecuencia de la crisis económica del mundo capitalista en
general y en especial de la colosal explotación imperialista que sufren nuestros
países, lo que los condena a vivir en la decadencia y el marasmo.
La burguesía, los gobiernos y los ejércitos nacionales se encuentran entonces
ante una situación altamente contradictoria: tienen que disputarle una parte de
la renta nacional a los trabajadores y al imperialismo. A veces se inclinan a
una política pro imperialista y antiobrera y otras veces pro obrera y
antiimperialista. Lo que nunca tendrán será una política consecuente por su
mismo carácter de explotadores nacionales. En estos términos contradictorios
están sintetizadas las contradicciones de la burguesía nacional, incluidos sus
sectores terratenientes e industriales más poderosos. Por ser explotador está
unido al imperialismo, aunque puede especular con los distintos sectores de él.
Por ser nacional sufre la explotación general del país. Esto explica los bruscos
virajes de sectores burgueses que de reaccionarios pasan a progresistas y
viceversa. ¿Cómo se explican si no los casos Brasil, Argentina o Chile? ¿En
Brasil no hemos visto acaso un gobierno terrateniente y pequeño burgués como el
de Goulart, en un comienzo de guerra civil con otro sector de la burguesía? ¿Y
hoy día no vemos en Chile un movimiento pequeño burgués nacionalista, el FRAP,
apoyado por sectores de un partido burgués, el radical, en contra de otros
sectores burgueses? ¿Y en Bolivia no comprobamos la posibilidad de choques entre
sectores burgueses, pequeño burgueses y obreros contra Paz Estenssoro? ¿Y qué
significa en la Argentina la lucha mortal entre sectores burgueses
integracionistas y anti integracionistas que la colocaron permanentemente al
borde de la guerra civil? Si no tenemos una política para utilizar esas
contradicciones en beneficio de los trabajadores cometemos un grave error y
eliminamos la magnífica y quizás única posibilidad de derrotar a las fuerzas de
represión del régimen ya debilitadas por su propia crisis.
Los gobiernos latinoamericanos
Todo lo que hemos dicho de la crisis del régimen se aplica a los gobiernos de
los explotadores latinoamericanos. El analizar el carácter de éstos tiene
fundamental importancia para precisar la política revolucionaria correcta con
que debemos enfrentarlos, que es al fin y al cabo el primer problema a resolver
dado que está planteada la toma del poder.
Guevara frente a este problema tiene dos respuestas opuestas por el vértice,
antagónicas. Cuando recién triunfó la revolución cubana, bajo la influencia
democrático liberal pro imperialista y pequeño burguesa, expresaba: “Donde un
gobierno haya subido al poder por alguna forma de consulta popular, fraudulenta
o no, y se mantenga al menos una apariencia de legalidad constitucional el brote
guerrillero es imposible de producirse por no haberse agotado las posibilidades
de la lucha cívica ” [9] .
Esto poco tiene que ver con un análisis marxista de los gobiernos de los países
atrasados, ya que no parte de un análisis de las relaciones entre las clases y
de éstas con el imperialismo. Nuestro criterio no puede ser “la apariencia de
legalidad constitucional” sino esencialmente las relaciones con el imperialismo
y con las clases nacionales. Un gobierno bonapartista con poca o ninguna
legalidad constitucional”, con profundos roces con el imperialismo y la
oligarquía y que se apoye en el movimiento de masas, como el último de Vargas o
el de Perón, es mucho más progresivo que uno oligárquico como el de Prado que
tiene, sin embargo, “apariencia de legalidad constitucional”. Esto no quiere
decir que este gobierno relativamente progresivo sea nuestro gobierno o que
debamos darle nuestro apoyo crítico. Por el contrario, sigue siendo nuestro
enemigo de clase, pero nuestra política frente a él debe ser completamente
distinta a la que tenemos cor. los agentes oligárquicos del imperialismo yanqui.
De cualquier forma preferiríamos el intento de hacer una clasificación,
sumaria, liberal, de los gobiernos, que la actual posición guevarista: todos los
gobiernos son iguales y sí no lo son, debemos luchar porque lo sean, así las
masas aprenden más rápido. Los marxistas debemos ser sumamente cuidadosos en el
juzgamiento de los gobiernos latinoamericanos, no disolviendo ese análisis en la
noche de las abstracciones en que todos los gatos son pardos, como hace nuestro
autor en su trabajo “ La guerra de guerrillas: un método ” cuando nos dice: “Hoy
por hoy, se ve en América un estado de equilibrio inestable entre la dictadura
oligárquica y la presión popular. La denominamos con la palabra oligárquica
pretendiendo definir la alianza reaccionaria entre las burguesías de cada país y
sus clases terratenientes, con mayor o menor preponderancia de las estructuras
feudales. Estas dictaduras transcurren dentro de ciertos marcos de legalidad que
se adjudicaron ellas mismas para su mejor trabajo durante todo el período
irrestricto de dominación de clase, pero pasamos por una etapa en que las
presiones populares son muy fuertes, están llamando a las puertas de la
legalidad burguesa y ésta debe ser violada por sus propios autores para detener
el impulso de las masas”. “No debemos olvidar nunca el carácter clasista,
autoritario y restrictivo del Estado burgués” [10] .
Las citas de Lenin sobre el carácter general de los estados y gobiernos que da a
continuación, sirven para avalar un grave error; disuelve el análisis concreto
de los distintos tipos de gobierno latinoamericanos en una superabstracción
(“son dictaduras oligárquicas”). ¿Goulart era una dictadura oligárquica?
preguntamos nosotros. ¿Y si lo era por qué la oligarquía lo volteó? ¿No lo era?
¿Y entonces por qué dice que “hoy por hoy se ve en América” “sólo dictaduras
oligárquicas”? El gobierno de Goulart, Perón o Vargas fueron dictaduras
burguesas como los gobiernos de Castello Branco o Aramburu-Rojas, pero es un
crimen decir por eso que son iguales. El gobierno republicano español, por
ejemplo, era tan burgués como el de Franco, pero para nosotros son profundamente
distintos pese a esa similitud de carácter social. Lenin, que definió al
gobierno de Kerensky como un gobierno burgués al servicio de la burguesía y el
imperialismo aliado, supo distinguirlo cuidadosamente del de Kornilov,
representante de un golpe contrarrevolucionario.
Como revolucionarios debernos tener una política distinta frente a un gobierno
bonapartista, aunque burgués, que esboce una cierta resistencia al imperialismo
y tienda a apoyarse en el movimiento obrero (casos Goulart y Perón), de la que
tendríamos frente a un gobierno abiertamente reaccionario aliado del
imperialismo como el de Aramburu‑Rojas. En ese sentido debemos ser los
campeones en la lucha por la defensa de las conquistas populares y democráticas,
aunque quien las conceda sea un gobierno bonapartista, no menospreciándolas con
el argumento de que son una engañifa de los explotadores para mejor explotar al
pueblo, como insinúa el Che. Frente a esos gobiernos, nuestra política debe ser
la de tratar de evitar que caiga como consecuencia del putch de la reacción
oligárquico‑imperialista movilizando a las masas y superándolo con una
revolución de los trabajadores. Pero antes se impone hacer un análisis correcto
de cada gobierno latinoamericano. Justamente lo que nuestro autor no hace.
Los
ejércitos latinoamericanos y la guerra de guerrillas
Los ejércitos latinoamericanos, principalmente su cuerpo de oficiales son para
Guevara una unidad monolítica, una casta totalmente divorciada del pueblo, al
servicio incondicional de la oligarquía y el imperialismo. “Llamamos la atención
principalmente sobre la maniobra del golpe militar apuntada más arriba” ¿Qué
pueden dar los militares a la verdadera democracia? ¿Qué lealtad se les puede
pedir si son meros instrumentos de dominación de las clases reaccionarías y de
los monopolios imperialistas y como casta que vale en razón de las armas que
posee, aspira solamente a mantener sus prerrogativas?”.
“Cuando en situaciones difíciles para los opresores, conspiran los militares y
derrocan a un dictador, de hecho vencido, hay que suponer que lo hacen porque
aquel no es capaz de preservar sus prerrogativas de clase sin violencia externa,
cosa que en general, no conviene en los actuales momentos a los intereses de la
oligarquía”.
“Esta afirmación no significa, de ningún modo, que se deseche la utilización de
los militares como luchadores individuales separados del medio social en que han
actuado, y de hecho, rebelados contra él. Y esta utilización debe hacerse en el
marco de la dirección revolucionaria a la que pertenecerán como luchadores y no
como representantes de una casta” [11]
La concepción de un ejército monolítico lo lleva a una conclusión estratégica
única: “Primero: aceptando como verdad que el enemigo luchará por mantenerse en
el poder, hay que pensar en la destrucción del ejército opresor; para destruirlo
hay que oponerle un ejército popular enfrente” [12] .
He aquí la típica forma de pensar esquemática: una verdad general, súper
abstracta, para de ella sacar un silogismo basado en esa premisa mayor. Sí el
ejército es una casta que defiende sus prerrogativas, es entonces una unidad
monolítica; si es una unidad monolítica sólo lo puede destruir una guerra larga;
para llevar a cabo una guerra larga se necesita un ejército popular que lo
empezaremos a construir desde la guerrilla.
Felizmente para los explotados la humanidad hace ya mucho tiempo que aprendió
que este tipo de razonamiento apto para quinto año de cualquier liceo
latinoamericano, no sirve absolutamente para nada. La realidad nunca es
monolítica. Ni el fascismo, el stalinismo, o el imperio incaico fueron
monolíticos. No existe realidad humana monolítica. Por eso siempre hay que
estudiar la realidad, cada realidad, con sus contradicciones.
Guevara, con la agudeza que lo caracteriza, se niega un tanto cuando reconoce
que como mínimo hay dos tipos de ejércitos latinoamericanos. “Además, hay otro.
El ejército de Batista con todos sus enormes defectos, era un ejército
estructurado de tal forma que todos eran cómplices en la explotación del pueblo,
desde el último soldado al general más encumbrado. Era un ejército mercenario
completo, y esto le daba una cierta cohesión al aparato represivo. Los ejércitos
de América en su gran mayoría, cuentan con una oficialidad profesional y con
reclutamiento periódico” [13] . Esta diferencia en la estructura de los
ejércitos latinoamericanos, no le hace sacar otra conclusión que la de que esto
facilita la guerrilla. Da la in, presión que nuestro autor no fuera conciente de
lo importante de su caracterización y de que de ella pueden surgir métodos
distintos de destrucción del ejército y las fuerzas armadas. En líneas
generales, un ejército con oficialidad profesional y con reclutamiento periódico
refleja a grosso modo a la sociedad de que forma parte. Las estrategias para
destruir uno u otro ejército no pueden ser las mismas porque se trata de
enemigos completamente distintos. En nuestro país hay fábricas militares con
régimen militar. Pero no podemos tener frente a esas fábricas la misma táctica
que frente a una comisaría, aunque las dos tengan guardia armada en la puerta.
En la fábrica militar no podemos tender a la derrota frontal de la fábrica como
empresa, haciendo saboteo o terrorismo indiscriminado para hundirle la
producción y destruirle la maquinaria; debemos ganar la voluntad de los obreros,
de nuestros compañeros, y coordinar con ellos la forma de derrotar a la
patronal.
Lo mismo podemos decir con relación a los ejércitos que reflejan a la sociedad
en su conjunto; debemos ganar a la suboficialidad y a la tropa y desarrollar las
contradicciones entre la oficialidad. Por otra parte, el pueblo trabajador ‑que
tiene a sus hijos en el ejército se resistirá con toda razón a destruirlo como
aconseja Guevara y querrá, por el contrario, ganarlo, hacer que sus hijos lo
apoyen. Los hijos del pueblo trabajador en la milicia harán otro tanto: se
resistirán a aplastar a su familia levantada contra el régimen. Si hacemos así
no haremos más que ayudar a la situación objetiva, ya que las fuerzas armadas,
al reflejar países o sociedades como los nuestros, en permanente crisis, viven
también en permanente crisis (luchas de los oficiales entre sí, de los
suboficiales con los oficiales y de sectores de la tropa con la oficialidad).
Batista mismo en Cuba fue en su momento producto de esas profundas
contradicciones, ya que él encabezó el putch de los sargentos que acompañó la
iniciación de la revolución democrático burguesa en Cuba. Ese proceso
democrático fue posteriormente desviado, abortado, frustrado, pero se dio así
desde dentro del ejército mismo. Lo mismo ocurrió últimamente en Brasil. Así se
dio también en la Argentina con Perón. Más adelante veremos cómo la diferencia
teórica que Guevara hace entre los ejércitos latinoamericanos es general a la
experiencia histórica y mundial.
Esta experiencia y análisis teórico del distinto carácter de los ejércitos
latinoamericanos nos hacen llegar a la conclusión de que el desarrollar las
contradicciones sociales e internas del ejército o de las fuerzas armadas puede
llevar a la derrota y aniquilamiento de las fuerzas del régimen, muchas veces
sin guerra de guerrillas, por un proceso de desintegración provocado por el
enfrentamiento con el movimiento de masas y sus propias contradicciones.
Guevara reconoce que Bolivia dio “tres de los ejemplos que sirvieron
fundamentalmente a la revolución cubana: la supresión del ejército, la reforma
agraria y la nacionalización de sus minas ” [14] . Esa supresión del ejército en
Bolivia no se produjo ni “ oponiéndole un ejército popular enfrente ” ni “con el
desarrollo de la lucha guerrillera en terrenos favorables, apoyada por la lucha
en las ciudades”, que según Guevara preconiza, son la única posibilidad de
suprimir a los ejércitos latinoamericanos. En Bolivia se liquidó a las fuerzas
armadas utilizando sus contradicciones hasta el fin: policía contra ejército;
comando en jefe contra el resto del ejército, y gracias a ello el proletariado
urbano y minero de La Paz pudo derrotar al ejército en tres días de lucha sin
emplear para nada los métodos guevaristas.
No vemos por qué no puede repetirse alguna variante boliviana y sólo debemos
repetir la cubana. Creemos justamente que mientras los ejércitos reflejen a la
sociedad en su conjunto la variante más probable será la boliviana: crisis aguda
del aparato de represión del régimen que cae desintegrado ante el embate del
movimiento de masas.
Para Guevara en todos los países latinoamericanos la clase de vanguardia es el
campesinado y las clases urbanas o el proletariado agrícola juegan el rol de
acompañantes en las dos primeras etapas de la lucha armada. “…es el campo y
que, desde el campo, un ejército campesino que persiga los grandes objetivos por
los que debe luchar el campesinado (el primero de los cuales es la justa
distribución de la tierra) tomará las ciudades” … “la clase campesina de
América dará el gran ejército libertador del futuro, como lo dio ya en Cuba ”
[15] . “La posibilidad del triunfo de las masas populares de América Latina,
está claramente expresada por el camino de la lucha guerrillera, basado en el
ejército campesino, en la derrota del ejército en lucha frontal, en la toma de
la ciudad desde el campo, etc .” [16] .
Ni el campesinado argentino deja de tener su rol de vanguardia. La única
variante que reconoce son las diferentes mentalidades campesinas: “ Claro que
en América hay particularidades; un campesino argentino no tiene la misma
mentalidad que un campesino comunal del Perú, Bolivia o Ecuador, pero el hambre
de tierra, permanentemente presente en los campesinos, da la tónica general de
América y como en general están más explotados aún de lo que habían sido en
Cuba, aumentan las posibilidades de que esta clase se levante en armas ” [17] .
Pero la conclusión general, sin excepciones, es la misma: el campesinado es la
clase social a la vanguardia en todos los países latinoamericanos. Nunca se
plantea la menor posibilidad de que esa situación pueda variar de país a país y
que las distintas mentalidades campesinas provoquen distintas relaciones entre
el proletariado, la pequeña burguesía y el campesinado.
No sólo no es lo mismo un campesino peruano que uno argentino, sino que no hay
la misma relación de clases revolucionarias en Perú y Argentina. Esas son las
diferencias fundamentales y específicas que varían de país a país y de etapa a
etapa y no las mentalidades campesinas. El único argumento que da, y muy a la
pasada, es que en algunos países latinoamericanos el campesinado ha iniciado un
proceso de ascenso revolucionario. El verdadero argumento guevarista es técnico
y no social. El apela al campesinado y al campo por ser la clase y la zona
ideales para la guerrilla. Es decir, la guerrilla y la lucha armada no están al
servicio del movimiento de masas del país, de su dinámica, sino por el
contrario, el movimiento de masas y los lugares geográficos, al servicio de la
guerra de guerrillas. El campesinado es la clase de vanguardia porque eso será
mejor para el desarrollo de la guerrilla, no porque lo sea en realidad.
En Uruguay, al igual que en Argentina, el campesinado es el baluarte de la
reacción. Esto Guevara ni lo advierte. Siempre los dogmáticos se estrellan
contra la realidad en la misma forma. Por. eso Guevara analiza tan mal la
revolución cubana y su composición de clase. Nadie ha probado hasta la fecha que
en Cuba el sector de vanguardia fuese el campesinado y no el proletariado
agrícola y la pequeña burguesía urbana. Ya nos detendremos en este aspecto del
problema.
Nosotros creemos que la clase explotada a la vanguardia de la revolución
latinoamericana cambia de país a país y de etapa a etapa. Hemos superado el
esquema trotskista de que sólo el proletariado es la vanguardia de la
revolución, pero no para caer en otro tan funesto como aquel. Por el contrario,
como nuestros trabajos teóricos y prácticos lo demuestran, fuimos los primeros
en señalar que en Perú la vanguardia era el campesinado del Cuzco. En Bolivia en
los últimos meses llegamos a creer que la clase de vanguardia podía ser el
campesinado de La Paz y que el proletariado minero pasaba a un segundo plano.
Los hechos han demostrado categóricamente que estábamos equivocados, ya que el
proletariado minero sigue siendo la vanguardia. Y no estamos dispuestos a
sacrificar nuestro método por ningún dogma campesino. Tomamos la realidad,
incluida la relación de las clases explotadas, tal como se da. Lo mismo hacemos
con los métodos revolucionarios y de lucha armada: adoptamos no uno solo, sino
aquel que se adecua a la clase de vanguardia y a su experiencia.
Clawsewitz, el gran teórico de la guerra citado por Lenin, Mao y Trotsky, hace
ya más de un siglo que dijo: “La guerra es la continuación de la política por
otros medios.” Mao, de quien Guevara se considera discípulo, dijo que “la guerra
es una política cruenta y la política una guerra incruenta.” Estos grandes
maestros de la guerra no han hecho mella en Guevara, quien nunca se detiene en
sus trabajos a analizar o meramente señalar la necesidad de una política
revolucionaria.
Mejor dicho tiene un objetivo político revolucionario: la toma del poder por los
trabajadores, previa destrucción de las fuerzas armadas o de la reacción, pero
eso solo no puede llamarse una política científicamente revolucionaria. Antes
que nada porque una política tiene medios y objetivos parciales, ligados unos a
otros, que se sintetizan en un programa. Pero un programa revolucionario no
actúa en el vacío, no es una nube intelectual; lo ejecuta alguien sobre algo.
Aquí es donde aparecen los dos términos fundamentales de la elaboración y
desarrollo del programa. Este es ejecutado y elaborado por un partido
revolucionario para educar, elevar a los trabajadores con su grado de conciencia
y organización, a las tareas revolucionarias. Tenemos entonces que el objetivo
revolucionario es liquidar al régimen oligárquico‑imperialista burgués, pero
eso sólo lo podremos hacer mediante la conquista del movimiento de masas con sus
organizaciones para esa tarea. El conquistar al movimiento de masas se
transforma entonces en un fin decisivo porque sólo así derrotaremos al régimen.
El programa como síntesis de la política revolucionaria tiene como objeto
justamente ganar al movimiento de masas para los objetivos revolucionarios del
partido. Es el intermediario entre el partido y el movimiento de masas. Este
programa, para ser correcto, no puede dejar de tomar en cuenta las necesidades,
tradición, formas de organización y aspiraciones del movimiento de las masas
trabajadoras. Las relaciones entre el partido y el movimiento de masas no pueden
ser un diálogo de sordos, como por ejemplo un campesino peruano o brasileño que
dice: “quiero organizar un sindicato para conseguir agua” o un obrero argentino
que dice: “quiero el salario mínimo, vital y móvil” y el revolucionario que le
contesta: “No seas come mierda, hagamos la insurrección”. Jamás se entenderán.
Si por el contrario el revolucionario parte de lo que el campesino o el obrero
quieren (el sindicato, el agua, o el salario mínimo), logrará elevar a ese
trabajador con su organización a la lucha por el poder. Ahora, supongamos que el
campesino o el obrero tienen su sindicato. En ese caso, el revolucionario no
podrá ignorar no sólo las aspiraciones actuales de ese trabajador, sino tampoco
esa conquista ya lograda que es su organización sindical.
Para Guevara los únicos factores que existen son dos que se complementan y que a
su vez se van profundizando en el transcurso de la lucha: “la conciencia de la
necesidad del cambio y la certeza de la posibilidad de este cambio
revolucionario…”. Para que no queden dudas insiste en que “ la primera es la
posibilidad del triunfo, pues ahora se sabe perfectamente la capacidad de
coronar con éxito una empresa como la acometida por aquel grupo de ilusos
expedicionarios del “Granma” en su lucha de dos años en la Sierra Maestra …”
[18] . Ni una palabra del partido, la política o el programa revolucionario y el
movimiento de masas. Veamos más detenidamente el razonamiento del autor para ver
si los encontramos en algún lugar.
Nada hay más importante para una organización revolucionaria que el momento
histórico en que se resuelve iniciar la lucha armada, la guerra civil contra el
régimen. ¿Cómo ve Guevara esa iniciación de la lucha armada en su relación con
el programa, el partido y el movimiento de masas? “ A1 inicio hay un grupo mas o
menos armado, más o menos homogéneo, que se dedica casi exclusivamente a
esconderse en los lugares más agrestes, más intrincados, manteniéndose en escaso
contacto con los campesinos ” [19] . Así se expresa Guevara generalizando, como
él mismo dice, la experiencia cubana. “Debe contarse con una base de 30 a 50
hombres; esta cifra es suficiente para iniciar una lucha armada en cualquier
país del mundo americano con las situaciones de buen territorio para prosperar,
hambre de tierras, ataques reiterados a la justicia” , “ en general una lucha
guerrillera se inicia por alguna voluntad ya elaborada; algún jefe de prestigio
la ¡cuanta para salvación de su pueblo y este hombre debe trabajar en
condiciones difíciles en algún otro país extranjero” . “ Es obvio que debe
iniciarse con una tarea conspirativo alejado del pueblo y reducido o un pequeño
núcleo de iniciados, si realmente se pretende iniciar esta guerra desde algún
otro país o desde regiones distintas y lejanas dentro del mismo país ”.
“Pensemos cómo podría empezar un foco guerrillero”. “Núcleos relativamente
pequeños de personas eligen lugares favorables para la guerra de guerrillas”
[20] . Para muestra es suficiente: “un pequeño núcleo de 30 a 50 personas” que
se mantenga en escaso contacto con los campesinos” y que en su preparación haya
estado “alejado de la acción del pueblo” es lo necesario para iniciar la lucha
guerrillera, la guerra civil que nos llevará a la derrota del régimen ¡Más
sencillo imposible! ¡Con casi nada se puede empezar! Tenemos el comienzo de la
derrota de la oligarquía al alcance de la mano, siempre que nos mantengamos “en
escaso contacto con los campesinos” y, alejados de la acción del pueblo”.
¿Partido, programa o política revolucionaria hacia el campesinado y el pueblo
para qué? Por el contrario, lo que necesitamos es una abstención, una falta de
programa político, ya que la mejor forma de mantenernos “en escaso contacto con
los campesinos” y “alejados de la acción del pueblo” en un país limítrofe o en
“una provincia alejada”, es no tener política o programa de ninguna clase que
nos pueden obligar a intervenir en las acciones del movimiento de masas, lo que
no conviene si se quiere organizar la guerrilla. Por otra parte Guevara no se
cansa de señalar que es suficiente un grupo, sólo un grupo y un jefe, para
iniciar la lucha guerrillera, sin ningún tipo de apoyo social ni político,
campesino o popular previo. Tampoco deja de ignorar sistemáticamente la
necesidad del partido revolucionario, con su programa y política revolucionaria
hacia el movimiento de masas con sus organizaciones.
¿Tienen algo de raro entonces los fracasos guerrilleros en Perú o en nuestro
país? ¿Qué tiene de misterioso que caigan heroicos militantes revolucionarios
contrabandeando armas y organizando la guerrilla en Salta? ¿Acaso no lo han
hecho de acuerdo a la ortodoxia de Guevara, alejados del pueblo, sin contacto
con los campesinos y los obreros y sin el apoyo de ningún partido?
La existencia de esa política revolucionaria, de las consignas que siente el
movimiento de masas, sintetizadas en un programa revolucionario, junto con el
partido que las vaya llevando a cabo en intima ligazón con los trabajadores y
sus organizaciones, es la condición previa a toda acción revolucionaria,
principalmente a la lucha armada. De lo contrario, cualquier acción, por pequeña
que sea, se transforma en una aventura.
El partido y el programa revolucionario son el puente entre las ansias
subjetivas de la vanguardia revolucionaria y las necesidades objetivas del
movimiento de masas, sin las cuales no hay acción revolucionaria con
posibilidades de éxito. El olvidarse de esas condiciones es característica de
las corrientes sectarias y del guevarismo.
Los sindicatos obreros y
campesinos
Todo militante de izquierda ligeramente informado por la lectura de los
periódicos está acostumbrado a leer que “las ligas camponesas de Juliao» o “los
sindicatos mineros paulistanos” o “los sindicatos de suboficiales o bancarios de
Brasil’, “han planteado tal o cual reivindicación” que los sindicatos mineros
de Oruro, Siglo XX, Catavi, se han rebelado contra el gobierno y han tomado
rehenes”, que la “CUT chilena ha iniciado un paro en favor de Cuba contra la
invasión yanqui a la primera patria socialista de América”, que ‘los sindicatos
argentinos o uruguayos” “declararon un plan de lucha” o “iniciaron la huelga
general” que “los sindicatos campesinos del Cuzco se han trabado en lucha con la
reacción militar o policial”.
Guevara en ninguno de sus trabajos teóricos, al referirse a la situación
latinoamericana, se detiene en la consideración de estos hechos tan evidentes
que conforman el panorama actual de nuestro continente: la existencia de grandes
organizaciones de masas sindicales trabadas en lucha contra el régimen de los
explotadores. La CUT chilena, la COB boliviana, los sindicatos campesinos
peruanos, es decir las organizaciones que agrupan a las tres cuartas partes de
los trabajadores latinoamericanos, no existen en el análisis, en la estrategia
ni en el método de Guevara. Nosotros hacemos nuestra una frase de Toscanini a la
orquesta del Colón: “Señores, el silencio también es música”, asegurando que en
política el silencio “también es política”. Aunque mejor dicho, hay un
comentario que el autor hace ligeramente sobre esas organizaciones, en donde su
existencia es considerada como un síntoma negativo, una desgracia: “Además la
influencia ideológica de los centros poblados, inhibe la lucha guerrillera y da
vuelo a luchas de masas organizadas pacíficamente” [21] . Sobre el colosal
esfuerzo de organización y lucha de los trabajadores por desarrollar esas
organizaciones, ni una sola palabra. Nosotros discrepamos en un todo con
Guevara, a excepción de que estamos de acuerdo en que la existencia de grandes
organizaciones “inhibe la lucha guerrillera”. No creemos, en cambio, que los
centros poblados originen luchas de masas organizadas pacíficamente” ¿Y Bolivia?
¿Acaso Guevara no reconoce que ahí el ejército oligárquico fue liquidado por los
sindicatos obreros? ¿Y las grandes luchas insurreccionales del movimiento obrero
argentino, chileno o uruguayo? ¿Y las luchas sindicales del campesinado y
proletariado peruano o brasileño fueron siempre pacíficas?
Lo que ocurre es que Guevara no se da cuenta que la creación de esas
organizaciones sindicales masivas es el más importante avance llevado a cabo por
las masas trabajadoras sudamericanas.
El comete hacia las organizaciones sindicales el mismo crimen que los ultra
izquierdistas latinoamericanos con Cuba socialista: la ignoran porque no es
perfecta como ellos la quieren. Por los defectos (institucionalidad) de las
grandes organizaciones sindicales, no se debe cometer el crimen político,
militar, revolucionario, de ignorarlas. Ellas son a la revolución
latinoamericana algo tan importante como la existencia de Cuba y la misma
importancia tiene para nosotros la defensa de ambas. Las organizaciones de los
trabajadores son, al igual que Cuba, grandes conquistas arrancadas al
imperialismo y a la oligarquía por las masas trabajadoras. Cada organización
sindical obrera o campesina latinoamericana es, a escala nacional, lo que es
Cuba a escala continental una isla socialista en medio de un continente hostil.
Este crimen sectario de ignorar la única patria socialista, proletaria, que cada
trabajador reconoce como suya en su país (las organizaciones sindicales), es
acompañada por’ Guevara por una ignorancia enciclopédica del futuro de esas
organizaciones. Ese futuro es el mismo que el de Cuba; el imperialismo y la
oligarquía no quieren, no pueden y no admitirán nunca ni una Cuba socialista ni
sindicatos masivos obreros y campesinos. No hay institucionalidad que valga,
como no hay ni habrá acuerdo verdadero entre Cuba y el imperialismo. La suerte
de Cuba y las organizaciones sindicales latinoamericanas son paralelas, están
ligadas porque son)o mismo: grandes, fabulosas conquistas de los trabajadores
latinoamericanos. Por eso es criminal el desprecio, la ignorancia y la falta de
política de Guevara hacia las islas institucionales que preanuncian el futuro
poder obrero. Son esas instituciones sindicales las que impidieron hasta la
fecha que todos los países latinoamericanos se alinearan junto a los yanquis
para fundir a Cuba.
Indudablemente que Guevara tiene razón en dos sentidos. Estas organizaciones
masivas sirven para incubar tendencias reformistas; negociaciones y acuerdos con
el Estado y los explotadores, como así también para desarrollar las burocracias
obreras. De la misma forma el desarrollo de la medicina moderna en equipos
técnicos burocratiza a la medicina, pero nadie niega que es un progreso. Lo
mismo que las grandes organizaciones sindicales: son un progreso y conquista
colosal aunque tienen el peligro de burocratizarse.
Por otra parte, donde estas organizaciones existen es muy difícil convencer a un
trabajador organizado de que haga guerrillas. Ese trabajador quiere defender y
desarrollar su organización y no quiere separarse de sus compañeros de trabajo.
Lo mismo ocurre hoy día en Cuba, como veremos más adelante. Si hall ataque
imperialista la defensa de Cuba se hará desde lo conquistado, desde los lugares
de trabajo y por medio de las organizaciones obreras y no con guerrillas. El
mismo criterio tiene todo activista sindical: quiere defenderse y atacar desde
su organización, a la que considera su gran conquista frente a la burguesía y el
imperialismo y no hay Guevara que lo convenza de que abandone lo conquistado.
Esa situación nos obliga a contemplar toda la lucha revolucionaria, inclusive la
armada, desde otro ángulo: la existencia de grandes organizaciones de masas es
una bendición revolucionaria, no una desgracia como para Guevara (“inhibe la
lucha guerrillera” ). Pero esa bendición debemos tenerla muy en cuenta no para
institucionalizar el régimen sino para ver cómo lo derrotamos. ¡Loada sea la
potencialidad revolucionaria del Brasil y la crisis de sus explotadores que
permitió el surgimiento de sindicatos de suboficiales y campesinos! Ese debe ser
nuestro grito de batalla y no la queja guevarista. Esto no nos exime de tener
una política revolucionaria frente a esas organizaciones de masas sino que por
el contrario, nos exige que perentoriamente la tengamos lo único que no podemos
decir o hacer es lo de Guevara (¡qué desgracia!) o encogemos de hombros.
Aspiración de deseos
o programa de transición
“ Ante todo hay que precisar que esta modalidad de lucha es un método; un método
para lograr un fin. Ese fin, indispensable, ineludible para todo revolucionario
es la conquista del poder político ” [22] . A esta relación entre los medios o
métodos y los fines, el marxismo te llama programa revolucionario. De ahí la
importancia que da a la elaboración de un programa correcto. Para ello es
indispensable, antes que nada, tomar en cuenta la situación del país en su
conjunto, las experiencias y situación de la clase trabajadora, como así también
sus organizaciones, el carácter del gobierno, la situación de los explotadores
y por último la situación de los propios revolucionarios. De ese análisis
surgirán los fines que nos proponemos y los medios para lograrlos. Esos fines,
que están ligados unos a otros y supeditados al objetivo último de tomar el
poder, se convierten a veces en medios y viceversa.
Por ejemplo, la toma de tierras en Perú es un fin, un objetivo con un medio para
alcanzarlo: defenderla con la lucha armada. Pero al mismo tiempo es un medio: el
medio para acelerar la toma del poder por los trabajadores, ya que sin un
gobierno obrero los campesinos nunca llegarán a tener las tierras
definitivamente. Medios y fines van cambiando de lugar a medida que se
profundiza el proceso revolucionario. De ahí la dificultad cuando tenemos que
precisar el programa, que no puede ser la mera aspiración de deseos de tomar el
poder. El elemento fundamental, del cual debemos partir, es lo que quieren las
masas trabajadoras y su grado de organización. No podemos plantear el poder en
Perú, donde los campesinos ocupan tierras, con consignas o fines como la
garantía horaria para los obreros de los frigoríficos argentinos o con la mera
aspiración de tomarlo. Los fines o consignas para el movimiento de masas del
programa revolucionario son etapas de transición y su logro son conquistas que
sirven para preparar el avance subsiguiente y toda demora o detención solo hará
que nos alejemos del objetivo final: conseguir el poder.
La revolución rusa se hizo planteando fines fundamentales: terminar la guerra,
darle la tierra al campesino, llamar a una asamblea constituyente. Y para lograr
todo esto la necesidad de imponer “todo el poder para los soviet?. Estos fines o
consignas se combinaron de distinta manera mes a mes del año 1917. Justamente
ahí estuvo el genio de Lenin que supo lograr la combinación perfecta de las
consignas para jaquear al poder burgués y llegar a la toma de] poder por los
trabajadores.
Mao en China hizo lo mismo, aunque sin la audacia y genialidad de Lenin: cada
etapa de la revolución china tuvo consignas fundamentales y secundarias y medios
ajustados a las necesidades y aspiraciones del pueblo. Durante la invasión
japonesa la gran tarea fue resistir la invasión y el frente único con el propio
Kuomintang y Chiang‑Kai-Shek; después fa lucha contra este y, por último la
reforma agraria al sur del Río Amarillo para terminar de derrotarlo.
El programa revolucionario no puede ser obra entonces de un marxista
revolucionario que se contemple al espejo diciendo: “Debemos hacer la guerrilla
para tomar el poder”. Es, por el contrario, la respuesta revolucionaria a los
problemas que enfrentan los trabajadores, ligada a la perspectiva de tomar el
poder. Si no hay esa respuesta a los problemas concretos no es un programa sino
una aspiración de deseos.
Pero por si se nos dice que el programa revolucionario inmediato es la
insurrección por medio de la guerrilla y con eso basta, sigamos a nuestro autor.
Quizás no nos plantee la necesidad de un partido y una política al iniciar la
lucha guerrillera, pero después sí. Qué mejor para saber la política que
propugna el Che para desarrollar la guerrilla, que la propaganda que aconseja
que se lleve a cabo: “La propaganda que sería más efectiva… es la oral por
radio” . “ En radio se deben dar sobre todo, noticias vivas de combates,
encuentros de todo tipo, asesinatos cometidos por la represión y además
orientaciones doctrinales, enseñanzas prácticas a la población civil, y de vez
en cuando, discursos de los jefes de la revolución ” [23] . “Tarea de gran
importancia de la mujer es enseñar las primeras letras e incluso la teoría
revolucionaria, a los campesinos de la zona esencialmente, pero también a los
soldados revolucionarios ” [24] . Concretamente hay que propagandizar de todo:
historia, teoría, enseñar el alfabeto, popularizar los triunfos, etc. Sólo una
actividad no se debe propagandizar: el programa, las consignas políticas del
ejército revolucionario para tomar el poder. Estas consignas y este programa no
existen para Guevara. Esa es la explicación.
El programa para nuestro
continente
Ocurre que Guevara invierte los términos. Porque no tiene programa ni consignas
para responder a las necesidades y movilizar a los trabajadores para esos fines,
sino al contrario; tiene fines adecuados a un medio o método: la guerra de
guerrillas. Guevara pone el carro delante de los caballos. Es así como al
defender un método, la guerra de guerrillas, como el único adecuado, se
encuentra con que éste debe ser llevado a cabo en un medio campesino y de ahí
que la revolución agraria sea para él la tercera pata de su mesa revolucionaria.
La revolución agraria es la única consigna programática que Guevara toma en
cuenta pero en función de la guerrilla y no ésta en función de aquella. Es por
eso que en vez de un programa de transición, variable según las circunstancias
objetivas, nos da un dogma inamovible de tres únicas tareas: tomar el poder,
guerra de guerrillas y revolución agraria. Es un crimen metodológico el que
comete aquí, ya que justamente el programa revolucionario varía de país a país
latinoamericano aunque se unan en un proceso desigual de una revolución única.
Guevara señala como una característica fundamental a favor de la guerrilla el
carácter continental de la lucha. Pero nunca se ha planteado la tarea común que
une a la revolución latinoamericana. En síntesis: ¡no tiene consignas o tareas
para responder o canalizar esa lucha continental! Nosotros sí las tenemos:
Unificación de las repúblicas latinoamericanas en una Federación de Repúblicas
Socialistas y Obreras e inmediata federación con Cuba de todo país que se libere
del imperialismo.
En todos los países latinoamericanos sus masas trabajadoras tienen planteada la
realización de la revolución democrático‑burguesa. Esto significa que tienen
planteadas tareas que abarcan a sectores populares de distinta formación
social. Son tareas para el pueblo en su conjunto: clase obrera, pequeña
burguesía, semi proletariado, desocupados y campesinos, a veces sectores bajos
de la burguesía y no para un solo sector. Aunque estas tareas varían de país a
país, podemos señalar en fincas generales cuatro tipos de grandes tareas
democráticas: revolución agraria, liberación nacional del imperialismo,
democracia (derecho al voto, libertad de prensa y reunión para todas las
organizaciones obreras y populares), reforma urbana (el derecho a la casa). Es
falso que en todos los países latinoamericanos el eje de la revolución sea la
lucha por la tierra para los campesinos y contra el feudalismo como lo entiende
Guevara, que acepta que lo que varía es solamente el carácter de esa lucha
agraria en cada país.
Nosotros creemos, por el contrario, que el estudio de cada país nos exige una
combinación diferente de tareas y luchas. Antes que nada, no creemos que la
lucha contra el feudalismo sea lo predominante en el campo latinoamericano. Por
el contrario, la lucha contra el capitalismo agrario es casi tan importante como
la lucha contra las reminiscencias semifeudales o semiesclavistas. Cuba es el
mejor ejemplo; allí no había feudalismo sino gran capitalismo agrario. Pero esta
diferencia dentro de la misma revolución agraria no tiene la misma importancia
en Perú que en la Argentina, como cree Guevara. La lucha por la liberación
nacional, por la democracia formal o por la reforma urbana, llega a tener en
muchos países latinoamericanos mayor importancia en un momento dado, que la
revolución agraria. No puede ser de otra forma, ya que no se puede comparar a la
Argentina, Uruguay o Chile, con alrededor del 70% de población urbana, con Perú,
que tiene cifras justamente opuestas o sea un 70% de población rural. Tampoco
se puede decir como Guevara, que lo único que cambia es la mentalidad campesina,
pero que en el fondo los campesinos son iguales, cuando el campesino del
noroeste de Brasil es prácticamente un muerto de hambre y el chacarero argentino
o uruguayo son prácticamente millonarios.
Estas tareas democrático‑burguesas se combinan siempre, desde sus comienzos, con
tareas obreras, socialistas. La clase obrera latinoamericana, no sólo la
población urbana, desde el comienzo de la lucha revolucionaria cumple un rol que
puede ser predominante.
Esta combinación de tareas democráticas y socialistas también varían de país a
país. Sólo ese estudio concreto en un momento dado de un proceso revolucionario
puede permitirnos señalar cómo se combinan estas distintas tareas, y sólo así
podremos llegar a formularnos el programa de la revolución en ese país.
En líneas generales, podemos señalar que el problema agrario pierde importancia
a medida que se baja hacia el sur de Latinoamérica, y la adquieren los otros
problemas democrático‑burgueses y el socialista obrero. Concretamente: la lucha
por la liberación nacional, por la democracia formal, la reforma urbana o por
las conquistas directas de la clase obrera, pasan a tener mayor predominio que
la propia revolución agraria.
Así es actualmente en Bolivia, Argentina, Chile, Uruguay y en gran parte lo es
en Brasil, que resume todas las contradicciones de la revolución latinoamericana
en su propio territorio.
“Nos interesa el caso de un grupo que va progresando en la lucha contra el poder
constituido, sea colonial o no, que se establece como base única y que va
progresando en los medios rurales. En todos estos casos, cualquiera que sea la
estructura ideológica que anima la lucha, la base económica está dada por la
aspiración a la tenencia de la tierra”. “ La China de Mao se inicia como un
brote de los obreros del sud” [25] .
Por más que busquemos en todas las obras de Guevara otras referencias históricas
no las encontraremos o, como él mismo dice, las otras “no interesan para este
análisis”(¡!), y las citas son desgraciadamente de una extrema pobreza y
peligrosidad.
Guevara ha ignorado sistemáticamente las experiencias de liquidación de las
fuerzas armadas regulares por la acción del movimiento de masas urbanas y
obreras. Sin embargo, no podemos olvidarlas porque ellas son de una riqueza y
valor incalculables para nuestras conclusiones. En líneas generales, podemos
decir que las fuerzas armadas de los explotadores en lo que va del siglo han
sido derrotadas por dos medios: la acción insurreccional de las masas urbanas y
obreras (de la cual son ejemplos relevantes Rusia, Alemania, España, Hungría y
Bolivia) y la acción guerrillera de las masas campesinas, pequeño‑burguesas o
desclasadas (casos Yugoeslavia, Indochina, Corea del Norte, Cuba y Argelia).
Todo estudio serio de los métodos para barrer a las fuerzas represivas de los
explotadores debe partir de estas dos grandes experiencias.
De las dos la que resulta más expeditiva, categórica y menos costosa, es “la
acción insurreccional de las masas urbanas y obreras”. Estas siempre se
resuelven en una lucha relativamente rápida, dado su escenario geográfico, las
ciudades. La ciudad es por antonomasia un lugar de resoluciones y comunicaciones
rapidísimas. La revolución rusa de octubre triunfó de hecho en una sola noche,
la española en siete días y la boliviana en tres. A esta rapidez se ha contra
argumentado (en el caso de la primera), que la labor previa de destrucción del
ejército fue cumplida por el ejército alemán y que los revolucionarios rusos lo
único que tuvieron que hacer fue derrotar a un ejército ya derrotado. Sin
embargo no ocurrió así en el caso de Bolivia o España. Por otra parte, la Rusia
revolucionaria fue capaz de derrotar a veintiuna naciones prácticamente sin
mayor lucha por la acción del movimiento de masas, obrero, de los países
imperialistas. La Armada francesa se dio vuelta en favor de la revolución rusa a
pesar de que venía de ganar una guerra. Sin dejar de reconocer la influencia que
tiene una derrota para un régimen, incluyendo para sus fuerzas armadas, creemos
que ésta es secundaria, como lo demuestran los ejemplos de España y Bolivia. Lo
fundamental es el grado de combatividad, conciencia y organización del
movimiento de masas urbano y de descomposición del régimen burgués con sus
fuerzas de represión.
En todos estos casos el movimiento de masas adquiere aparentemente un carácter
más o menos espontáneo. De golpe la clase obrera enfrenta o destruye a las
fuerzas del régimen, como ocurrió en febrero de 1917 en Rusia, en la España de
1936 y en Bolivia. Decimos aparente porque en todos esos países había muchos
años de previa educación revolucionaria del movimiento obrero (en Rusia del
Partido Socialista y especialmente su fracción bolchevique; en España el
anarquismo y en segundo lugar el socialismo; en Bolivia más de diez años de
prédica trotskista contra las fuerzas armadas y en favor de las milicias obreras
y campesinas). El carácter espontáneo de esa lucha se lo da el hecho de que sea
dirigida por un movimiento, una corriente de opinión y líderes medios de esa
corriente, y no un líder, dirección u organismo centralizador. La revolución
rusa de octubre, por ejemplo, estuvo perfectamente organizada; nada quedó
librado allí a la improvisación. Las otras características de estas grandes
revoluciones son: la crisis del régimen (la lucha entre sus sectores
explotadores que ha llegado al paroxismo); la situación de las fuerzas armadas,
que no siendo mercenarias ni extranjeras reflejan a la sociedad en su conjunto,
lo que hace que estalle su crisis interna, producto de las contradicciones entre
sus distintos sectores.
Los triunfos obtenidos por la guerra de guerrillas son muy importantes por la
experiencia que nos han dejado y distan mucho de la pintura que de ellos hace
Guevara. Es falso por empezar, que “ La China de Mao se inicia como un brote de
los obreros del Sur”. El movimiento obrero y el Partido Comunista Chino tenían
todo a su favor para repetir la experiencia de la revolución rusa y enfrentar a
la burguesía en una revolución en las ciudades, especialmente en Shangai, que
fuera casi inmediata. Para ello contaban con el control del movimiento obrero,
una parte del ejército y el movimiento campesino del sur de China. En lugar de
ello el Partido Comunista Chino capituló por indicación de Stalin a la burguesía
y a su jefe, Chiang‑Kai‑shek. Lo que el Partido Comunista Chino no hizo
(enfrentar y aplastar a la burguesía y a su partido), lo hizo ésta con los
obreros.
Es entonces cuando sorpresivamente el aliado de Stalin, el Kuomintang y Chan-Kai‑Shek,
aplasta en un baño de sangre al proletariado y al Partido Comunista de Shangai.
Esta derrota cargada en la cuenta del stalinismo, obligó al Partido Comunista
Chino a refugiarse en las organizaciones campesinas e iniciar la lucha
guerrillera. No debemos olvidarnos que éste ya controlaba al movimiento
campesino y que era una organización nacional de gran fuerza, La forzada marcha
hacia el norte a que se ve obligado para no caer en manos de Chiang‑Kai‑Shek
obedece a des razones fundamentales: buscar una mejor zona geográfica para la
guerra de guerrillas y tener una frontera, es decir retaguardia favorable.
Concretamente, en China la guerrilla la inicia un fuerte partido centralizado,
con gran apoyo del movimiento de masas y que para sobrevivir tiene que buscar el
apoyo de Rusia, recostarse en sus fronteras porque el apoyo total del
campesinado no le es suficiente para resistir los embates de la reacción. El
Partido Comunista Chino en cada etapa de su lucha guerrillera cambia el eje
central de su programa político, que no es durante muchos años la reforma
agraria y en cambio adquiere gran importancia la lucha contra el invasor
japonés. Es decir, el enfrentar a ejércitos extranjeros o mercenarios.
En Indochina tenemos una situación parecida; no es en Saigón donde puede
triunfar el movimiento revolucionario, que ya era muy fuerte con los partidos
Comunista y Trotskista, sino en el norte apoyándose en un país limítrofe, la
China revolucionaria, y no en donde están las grandes concentraciones de
trabajadores.
Argelia es también una confirmación de estas reglas. La lucha guerrillera la
inicia un aparato armado fuertemente centralizado del partido político que
arrastra a un 90% de la población árabe, el MNA. Es en nombre de ese movimiento
que se llama a la insurrección. Por otra parte, tiene el apoyo permanente de
Egipto, Túnez y Marruecos, los países que limitan con ella.
En un capitulo aparte estudiaremos el caso Cuba, que no hace más que confirmar
estas premisas generales de todo movimiento guerrillero triunfante: antes de
iniciarse la guerra de guerrillas se compensa la inexistencia de grandes
organizaciones de masas, sindicatos, soviets urbanos y de una situación
revolucionaria en las ciudades, con un colosal desarrollo de otros factores
subjetivos. Concretamente, en todos los países en que triunfó la guerra de
guerrillas nos encontramos: 1) con que las fuerzas armadas del régimen son
extranjeras o mercenarias. 2) Existe un fuerte partido y líderes reconocidos
por el movimiento de masas que inician la guerrilla. 3) La debilidad de la
situación objetiva interior se compensa con una colosal ayuda de los países
limítrofes.
Estas conclusiones son categóricas. Las confirma la experiencia yugoeslava que
Guevara no cita y los fracasos guerrilleros que son numerosos y que nuestro
autor no analiza. La guerrilla yugoeslava se inició con base en un fortísimo
partido de masas, el Partido Comunista; tuvo el apoyo indirecto fronterizo de la
guerra ruso‑alemana y de la gran guerra en general. Entre los fracasos dignos de
destacarse debemos citar los intentos españoles. La falta de apoyo a los
intentos guerrilleros en España por parte de los países limítrofes y de las
grandes organizaciones de masas abortó toda experiencia de este tipo, a pesar de
que ese país reúne todas las condiciones ideales para la guerrilla.
En síntesis, no conocemos ningún país donde un grupo guerrillero haya triunfado
de acuerdo al esquema guevarista. No decimos que esto sea imposible en el
futuro, sólo señalamos que la experiencia histórica demuestra lo contrario: para
que la guerrilla se pueda iniciar con probabilidades de éxito fueron necesarios
factores que Guevara ni menciona, fundamentalmente la existencia de un gran
partido de masas y el apoyo de países limítrofes. Es decir, donde menos
posibilidades tiene un grupo de valientes de triunfar es justamente en la
guerrilla, en oposición a los grandes enfrentamientos urbanos en donde la
iniciativa de un pequeño grupo que se apoye en la movilización revolucionaria
de las masas puede hacer maravillas. La guerrilla exige más que ninguna otra
forma de lucha, la existencia de un fuerte partido centralizado o de grandes
líderes reconocidos del movimiento de masas. Al olvidar estas claras
indicaciones que da la experiencia histórica Guevara está cometiendo un crimen
pedagógico: el de crear graves ilusiones sobre la facilidad de hacer la
guerrilla y respecto a las condiciones objetivas y subjetivas que ésta exige.
Se nos podrá decir: “Guevara no conoce bien las experiencias históricas pero sí
la cubana, y de ella se desprenden sus conclusiones”. Veamos.
La experiencia
cubana y el futuro de América Latina
La revolución cubana no es una excepción a las leyes generales que han
caracterizado a todos los países que se liberaron a través de la guerra de
guerrillas. Al igual que en Yugoeslavia, China, Indochina y Argelia, en Cuba
tenemos: primero, un ejército mercenario odiado por todo el pueblo. Segundo, un
líder y movimiento de las masas pequeño burguesas, Fidel Castro y el 14 de
Julio. Tercero, un colosal apoyo directo o indirecto de las naciones más
próximas: Venezuela, Puerto Rico, Costa Rica y un importante sector del propio
imperialismo yanqui. Aclaramos que Guevara acepta casi todos los factores que
nosotros señalamos, a los que considera lo excepcional de la revolución cubana,
pero les da una importancia mínima o directamente distinta a la que le damos
nosotros. Detengámonos un poco en este punto. Para el Che Guevara el hecho de
que el ejército cubano haya sido mercenario fue un impedimento al proceso
revolucionario. Sin embargo esto tuvo y tiene para Latinoamérica una
consecuencia contradictoria. Es mucho más difícil enfrentar a un ejército
nacional que a uno mercenario. A ningún trabajador le gusta hacer atentados y
matar un ejército formado por sus hermanos. De modo que para iniciar la lucha
armada de frentón es mucho mejor que sea mercenario, enemigo en su totalidad del
pueblo trabajador.
En el segundo punto es donde nuestras discrepancias con Guevara son mucho más
grandes. El le da una importancia fundamental a la existencia de Fidel Castro;
insiste en que fue un triunfo dirigido por un genio. Nosotros concordamos con
Guevara en que Fidel fue un genio, pero discrepamos totalmente en la crítica que
le hace: haber anunciado la época aproximada de iniciación de la lucha
guerrillera, en contra de la principal norma técnica que es la sorpresa. La
frase de Fidel que el Che critica es “ en el año 1956 seremos libres o seremos
mártires ”. Nosotros la consideramos una consigna formidable que ponía de pie a
la pequeña burguesía cubana contra el régimen. Al igual que los otros “errores
técnicos” éste respondía a profundas razones y necesidades políticas: movilizar,
entusiasmar a las masas que lo apoyaban. Ahí está justamente la genialidad de
Fidel; haber dado siempre con la fórmula, la consigna adecuada al fin político,
aunque ella estuviera en oposición a las normas guerrilleras.
La revolución fue hecha por un frente único de todas las clases, instituciones y
partidos no ligados directamente al régimen batistiano. Insistimos: todas las
clases, instituciones y partidos. La vanguardia de esta revolución fue un gran
partido y líder de las masas pequeño burguesas, el 14 de Julio y Fidel Castro,
heredero y discípulo a su vez de otro gran movimiento y líder pequeño burgués,
el movimiento de Chibás. El genio político inigualado de Fidel hunde sus raíces
en la riquísima experiencia política de una clase cubana: la pequeña burguesía
urbana, de la cual Chibás y Fidel fueron sus máximas expresiones. Guevara o
Baran reconocen por ejemplo, que los terratenientes apoyaron la guerrilla o
fueron neutrales frente a ella. Pero se olvidan de los partidos burgueses que
los apoyaron con todo en un principio y también de dos colosales instituciones:
la iglesia católica y la masonería. Baran admite solamente la oposición de la
iglesia católica a Batista y olvida que no sólo se opuso sino que apoyó a Fidel
al igual que el Rotary Club. Si a Guevara se le queda en el tintero la mayor
parte de las instituciones o partidos políticos burgueses, pierde francamente el
paso cuando se refiere a las instituciones o clases populares que apoyaron a la
guerrilla. No se cansa de decir que el ejemplo cubano o extranjero indican que
la guerrilla o el guerrillero desde su comienzo son campesinos revolucionarios
agrarios, “ … pero que, en la lucha primera, el campesino, centro y médula del
Ejército Rebelde, es el mismo que está hoy en la sierra, orgullosamente dueño de
su parcela…” [26] .
Todo indica, aun el mismo Guevara, que no es así. Baran, por ejemplo, cree que
el baluarte del proceso guerrillero fue el proletariado de los grandes ingenios
azucareros. Pero tanto Guevara como Baran se pisan cuando reconocen que los
terratenientes apoyaban o eran neutrales frente a la guerrilla. No creemos,
aunque Guevara lo jure, que los terratenientes apoyaron o miraron con simpatía a
sus explotados, los campesinos, empuñando las armas por la revolución agraria.
No creemos, repetimos, que se hayan equivocado tanto. Como todo esquemático,
dogmático, Guevara se contradice cuando pasa a actuar o a relatar lo que hizo.
Entonces los esquemas se hacen trizas ante la realidad. Veamos qué nos dice con
respecto a cómo hicieron la escuela de capacitación en Cuba: “La parte
importante que nunca se debe descuidar en la escuela de reclutas, es el
adoctrinamiento, importante porque los hombres llegan a ingresar sin una
concepción clara de por qué vienen, solamente con conceptos difusos sobre la
libertad, la libertad de prensa, etc., sin fundamento lógico alguno ” [27] .
En estas pocas líneas, dichas a la pasada, hay un análisis mucho más profundo,
serio, responsable, sobre la experiencia histórico‑social revolucionaria cubana
que en todos los trabajos del Che Guevara juntos. ¿Qué clase nutre a esos
reclutas de la guerrilla cubana que “ingresan sin una concepción clara” “con
conceptos totalmente confusos sobre la libertad …” ? No puede haber ninguna
duda, es la juventud burguesa terrateniente y la pequeña burguesía, y no el
campesinado ni el proletariado agrícola, que si algo los caracteriza no es
precisamente el tener conceptos difusos sobre la libertad, sino bien concretos
sobre lo que quieren, principalmente el campesino que sabe perfectamente que lo
que quiere es tierra y alimentos. Guevara tiró abajo toda su interpretación con
una sola frase. Además no es cierto que esos sectores de clase ingresaran a la
guerrilla “sin fundamento lógico alguno” sino que respondían a una profunda
lógica que era el programa básico del movimiento de Fidel: ¡Abajo Batista!,
¡Obtengamos las libertades democráticas para el pueblo! Una vez más tenemos que
referimos al genio de Fidel, que en este caso supo crear un fabuloso frente
único guerrillero de todas las clases antibatistianas aplicando el principio de
que en toda etapa del movimiento de masas hay que precisar las principales
consignas políticas de transición que movilicen a las clases de vanguardia.
Respecto al tercer punto estamos de acuerdo con Guevara, en que el imperialismo
yanqui apoyó o hizo la vista gorda frente al movimiento guerrillero. Lo que
Guevara no dice es que varios países próximos (Venezuela, Costa Rica, Puerto
Rico) apoyaban también al 14 de Julio y a Fidel Castro.
En su conjunto, el análisis a fondo de la revolución cubana, de la gran
revolución cubana, no puede llevar nunca a sacar las conclusiones que saca
Guevara para Latinoamérica. En Cuba tuvimos un frente único formado por los
terratenientes, la burguesía, la pequeña burguesía, el pueblo trabajador en su
conjunto, el imperialismo yanqui, los países próximos, la masonería, la iglesia
católica y los más grandes partidos burgueses.
Supongamos en la Argentina bajo Frondizi una guerrilla en Tucumán, apoyada en el
peronismo y con Perón o Coocke dirigiéndola en la montaña, con el apoyo de
Brasil, Chile y Bolivia; Kennedy, la iglesia católica, la masonería, la UCR del
pueblo, el socialismo argentino y democrático y los conservadores. O por ejemplo
una guerrilla en Brasil hoy día contra Castello Branco, con Goulart o Brizzola
en la montaña, con el apoyo del PTB, el PSD y Kubistcheb, la iglesia, la
masonería, Johnson, Argentina, Uruguay y Venezuela, los terratenientes del
noroeste y la burguesía paulistana. Eso es lo que ocurrió en Cuba y lo que
nunca, jamás, se volverá a repetir. Eso es lo que hay que decirle a todo joven
guevarista que arriesgue su vida: nunca más se volverá a repetir la experiencia
cubana, nunca volverán a darse esas excepcionales condiciones. Es decir, Cuba
confirma la experiencia histórica de todos los países en que triunfó la guerra
de guerrillas y al mismo tiempo la imposibilidad de repetir esa experiencia.
Esto no quiere decir que en Latinoamérica no se den guerrillas y luchas armadas
en el futuro, pero ellas seguirán pautas total y absolutamente distintas a las
de Cuba.
Para encontrar la forma específica de lucha armada que requiere cada uno de
cuatro países se hará necesario un estudio exhaustivo de la etapa que vive cada
uno de ellos y siguiendo el ejemplo genial de Fidel en Cuba deberemos, antes que
nada, sintetizar ese análisis en un clara programa político revolucionario
nacional. Esto es lo que el ejemplo de Cuba nos exige y no meras copias de algo
que nada tiene que ver con nuestras realidades nacionales.
El frente único y el
partido revolucionario
Ya hemos visto que Guevara ni se plantea la necesidad de un partido
revolucionario ligado al movimiento de masas para iniciar la guerrilla. A lo
sumo, habla de partidos progresistas y de la oportunidad de que un partido se
manifieste en los hechos. Eso es todo.
Para nosotros, sin embargo, el problema del partido revolucionario es lo
esencial. Hoy día nos encontramos con dos fenómenos paralelos provocados por la
revolución cubana: un colosal ascenso del movimiento de masas que nos lleva a
una situación de poder dual y el surgimiento de una numerosa vanguardia pequeño
burguesa, obrera y campesina, que se plantea el problema de la revolución.
Guevara con su teoría del grupo guerrillero y su ignorancia del partido
revolucionario, lo único que hace es alentar la dispersión de esa vanguardia en
tantos grupos preparatorios de la guerrilla como aspirantes a Fidel Castro hay
entre nosotros. El sueño de la guerrilla propia se ha transformado casi en una
moda trágica en los círculos revolucionarios pequeño burgueses. Por otro lado,
esa vanguardia se aísla del movimiento de masas, del estudio de la realidad y de
la formulación de un programa revolucionario. Lo único que ponen los héroes que
están dispuestos a luchar es su valentía a toda prueba.
Desgraciadamente ese es un camino que lleva a la derrota de esa vanguardia. Para
evitarla o para lograr que esas derrotas fructifiquen por la vía autocrítica, no
hay otra salida que plantear que la vanguardia revolucionaria debe unirse en un
frente único revolucionario como paso previo a la formación del partido único de
la revolución latinoamericana. La vanguardia revolucionaria debe orientarse a
trabajar unida en el movimiento de masas con sus organizaciones reconocidas
para combatir a las direcciones oportunistas, reaccionarias, que tienden a
“institucionalizar” a las organizaciones de los trabajadores. El frente único
revolucionario tiene ese objetivo preciso: disputarle la dirección de los
trabajadores al oportunismo. Al mismo tiempo esta tarea se combina con otras
dos: elevar a la vanguardia espontánea de los trabajadores a una posición
conscientemente revolucionaria y a la lucha por el poder a los propios
trabajadores. Para lograr realizar estas ciclópeas tareas no hay otro medio que
trabajar entre los trabajadores férreamente unidos. Esa unidad sólo se puede
lograr si vamos elaborando el programa revolucionario que las masas sienten
como suyo porque responde a sus aspiraciones o necesidades. Por eso la gran
tarea planteada a la vanguardia es unirse en un frente único revolucionario y
elaborar un programa común para trabajar en el movimiento obrero, campesino o
urbano, que dependerá del país de que se trate.
¿Y la lucha armada? ¿Y la guerra de guerrillas? Justamente será tarea de ese
frente y partido único de la revolución el fijar de acuerdo con el programa, el
momento y la forma que deberá adoptar esa lucha armada. Lo que nunca deberá
hacer es aceptar un dogma en lugar de elaborar un programa ajustado a esa
realidad. Dicho sin ambages: el frente único revolucionario debe rechazar el
dogma de la guerra de guerrillas como único método y ajustar su acción,
inclusive la armada, a la elaboración de un, programa y a la experiencia del
movimiento de masas y a la de la propia vanguardia organizada en un partido
único de la revolución.
El dogma de las tres
etapas inexorables
“La guerra de guerrillas o guerra de liberación tendrá en general, tres
momentos: el primero, de la defensiva estratégica, donde la pequeña fuerza que
huye muerde al enemigo; no está refugiada para hacer una defensa pasiva en un
circulo pequeño, sino que su defensa consiste en los ataques limitados que pueda
realizar. Pasado esto, se llega a un punto de equilibrio en que se estabilizan
las posibilidades de acción del enemigo y de la guerrilla, y luego el momento
final de desbordamiento del ejército represivo que llevará a la toma de las
grandes ciudades, a los grandes encuentros decisivos, al aniquilamiento total
del adversario ” [28] . “…en la derrota del ejército en lucha frontal, en la
toma de las ciudades desde el campo, que se ligue a las masas campesinas, que
crezca de menor a mayor, que destruya al ejército en lucha frontal, que tome a
las ciudades desde el campo” [29] .
Y podríamos seguir así hasta el infinito: la lucha guerrillera es, sin
excepciones, el único método revolucionario correcto en América Latina y ella
debe seguir siempre las mismas pautas, las mismas tres fases. Primero, un
pequeño núcleo comienza la guerrilla; segundo, los núcleos guerrilleros se
transforman en un ejército popular que enfrenta en una guerra al ejército
oficial; tercero, una vez derrotado en el campo recién entonces comienza la
lucha de frentón en las ciudades.
El más importante análisis que debe hacer una dirección revolucionaria es
precisar las etapas de un proceso revolucionario y las tareas que les
corresponden.
La etapa se la caracteriza por las relaciones del país con el imperialismo, de
las clases entre sí y con el Estado, de la situación de los explotadores, del
movimiento de la clase trabajadora con sus organismos y dirigentes. Con base en
esos cuatro elementos de la realidad se define el carácter de la etapa y de ese
carácter las tareas revolucionarias a llevar a cabo. No es lo mismo la etapa
posterior al triunfo del golpe reaccionario de Odría en Perú, con la total
derrota del movimiento obrero y campesino, y la unidad de la burguesía tras
Odría, que la actual de colosal ascenso del movimiento campesino y de ruptura
entre los sectores burgueses. Guevara, al señalamos un orden fijo, inamovible
de tareas, nos indica indirectamente que las etapas son lo mismo, fijas,
inexorables, inamovibles.
Su esquema nos evita el rompernos la cabeza para precisar esas etapas, es decir,
las relaciones entre las clases del país y las tareas que debemos darnos. Por
ejemplo, ¿por qué íbamos a desesperarnos’pensando lo que haríamos en Brasil
cuando caía Goulart? La solución ya la teníamos: la primera etapa nos exige
preparar la guerrilla. Eso es entonces lo que tenemos que hacer ahora y lo que
tendremos que hacer dentro de diez años, si todavía no hemos entrado en la
primera etapa. Como vemos, la fórmula guevarista tiene todas las ventajas menos
una: no sirve absolutamente para nada, o mejor dicho sólo para provocar
desastres directos o indirectos.
El marxismo europeo tuvo y en gran medida sigue teniendo una concepción
esquemática de las etapas, al afirmar que la lucha armada es la culminación del
ascenso del movimiento de masas, esencialmente obreras y urbanas, y las etapas
anteriores son evolutivas, ideológicas, organizativas, políticas. No se le
ocurría que la lucha armada podía y debía utilizarse en cualquier momento y con
cualquier sector de clase a la vanguardia y en cualquier etapa de la lucha de
clases. Fetichizó así la propaganda y el desarrollo gradual del movimiento de
masas y a la clase obrera. Guevara ha fetichizado la lucha armada, sus etapas y
una variante de ella, la guerrilla, como así también una clase: el campesinado.
Para Guevara, al igual que para los marxistas europeos, no hay variantes ni
combinaciones de tareas. Siempre, siempre, hay que empezar por un núcleo
guerrillero que se transforma siempre, en un ejército popular, y termina
finalmente disputándole las ciudades al ejército oligárquico. Guevara ni sueña,
que, por ejemplo, es muy posible que los campesinos del Cuzco organicen primero
un ejército campesino, las milicias campesinas, que podrían utilizar la
guerrilla en mayor o menor grado. En la concepción de Guevara no entra la
posibilidad de que la revolución en Brasil pasaba por la lucha urbana
política‑propagandística, por desarrollar las organizaciones de suboficiales y
su ligazón con los trabajadores, y no por organizar la guerrilla. Es decir, si
ocurría eso, antes que la guerrilla, teníamos la lucha dentro de las mismas
ciudades. Las etapas revolucionarias y su combinación con la lucha armada,
varían de país a país y son siempre diferentes, porque son diferentes las
combinaciones de clase de la revolución y sus etapas. Es decir, hay caminos o
formas específicas de hacer la revolución y la lucha armada.
Aquí se hace necesario hacer una aclaración fundamental sobre la teoría
kruschevista de los caminos específicos para llegar al socialismo. Bajo ese
nombre se esconde una posición reformista que autoriza a cada partido comunista
a tener una política de colaboración de clases en sus países. Nosotros creemos,
con Guevara, que no hay otra forma de llegar al socialismo que la lucha de
clases y sus corolarios inevitables, la lucha armada y la destrucción de las
fuerzas del régimen, aunque estas leyes generales tienen formas específicas de
aplicación de país a país y de etapa a etapa.
Las formas que debe adquirir la lucha armada deben variar con las etapas de la
lucha de clases y el revolucionario que hace un juramento de utilizar en toda
etapa un sólo método, le está dando una gran ventaja a la reacción. Un verdadero
marxista va a utilizar la forma de lucha armada que mejor convenga al desarrollo
de la lucha en su país. El tomar rehenes en Bolivia o Argentina, acompañado de
la defensa armada, puede ser explosivo si es masivo y bien organizado. ¿Por qué
vamos a negar esa posibilidad? El terrorismo dio grandes frutos al movimiento
obrero anarquista español o argentino, y también en otros países. La
insurrección armada y la huelga general insurreccional también dieron un gran
resultado basadas en milicias o comités de defensa obreros o campesinos.
Descubrir cuál es la mejor forma de encarar la lucha armada es una obligación,
pero para ello debemos partir de una premisa: no hay forma fija de aquí a la
eternidad, sino por el contrario, varía de país a país y de etapa a etapa de la
lucha de clases.
Lo curioso del “Che” es que opina que hay un país excepcional donde no se debe
aplicar ni el método de guerra de guerrillas, ni sus etapas. Ese país es Cuba.
Nuestro autor encara la defensa de Cuba, ante un supuesto ataque del
imperialismo, en la siguiente forma: “ … cada campesino durante el día será un
pacífico cultivador de su tierra, y en la noche será el temible guerrillero,
azote de las fuerzas enemigas . Algo semejante ocurrirá con los obreros; también
los mejores entre ellos se prepararán” “ .. Cada tipo social, sin embargo,
tendrá tareas distintas; el campesino liará la lucha típica del guerrillero el
obrero, en cambio, tiene en su favor, el hecho de estar dentro de una fortaleza
de enormes dimensiones y eficacia, como es una ciudad moderna, y al mismo tiempo
la dificultad de no tener movilidad…” [30] .
Guevara se contradice frase tras frase. Antes que nada nos da gato por liebre,
ya que “un campesino que durante el día es un pacífico cultivador de su tierra”,
es cualquier cosa menos un guerrillero, según él mismo ha explicado. Ese
campesino puede ser parte de la milicia campesina, de los comités de defensa o
miembro de un ejército clandestino, pero lo que nunca será, mientras siga atado
a su trabajo, es guerrillero.
Lo que salta a primera vista, es que el plan de Guevara para defender a Cuba va
contra todos los argumentos guevaristas.
Antes que nada se piensa enfrentar a un ejército todavía no derrotado, recién
desembarcado, en las ciudades, en contra de todo lo que se dice sobre la
imposibilidad de derrotarlo en las ciudades si antes no ha sido derrotado en el
campo. A esto se podrá argumentar que se hace así porque la clase obrera ya está
armada por el gobierno revolucionario. Nosotros respondemos a esta objeción
haciendo una pregunta que es la quintaesencia de esta polémica: Si la clase
obrera de cualquier país latinoamericano para defender sus conquistas o para
lograr otras nuevas logra armarse, ¿puede enfrentar desde la ciudad a débil
ejército nacional, como la clase obrera cubana podrá enfrentar a colosal
ejército de invasión? Hecha de otra forma: ¿podrá repetirse la experiencia
boliviana? Si no creemos que la clase obrera cubana por razones telúricas es
diferente al resto de la clase obrera latinoamericana, la respuesta no puede
ser otra cosa que: Sí, puede encararse la derrota de los ejércitos nacionales
desde las ciudades y el único problema es cómo armar a la clase obrera y
debilitar y anarquizar alas fuerzas de represión. No hay razones técnicas que
valgan, como que en las ciudades no se puede combatir a un ejército que no haya
sido derrotado anteriormente en el campo.
Falta agregar que nosotros creemos que para armar a la clase obrera sólo se
necesita una política correcta.
Guevara, como siempre que no teoriza, que tiene que enfrentar una experiencia
concreta, se contradice. Enfrentando a las organizaciones actuales de las masas
trabajadoras cubanas y a la posibilidad de invasión, no las ignora, como nos
aconseja a nosotros, hasta que derrotemos al ejército invasor en el campo por
medio de la guerra de guerrillas. Por el contrario, se apoya en ellas para
encarar la nueva lucha armada de las masas cubanas. Hace muy bien; hace lo que
nosotros insistimos que hay que hacer en toda Latinoamérica: tomar en cuenta el
pasado de combatividad y organización del movimiento de masas, sea urbano o
rural, sin fetichizar ningún sector social o geográfico, ni ninguna etapa o
forma de lucha armada.
Pero tampoco concordamos con Guevara en abandonar un esquema para caer en otro.
No estamos seguros si las fuerzas de invasión son numerosísimas, más de medio
millón de soldados yanquis, por ejemplo, cuál deberá ser la táctica de lucha
armada correcta. Quizás la guerra de guerrillas hecha por un colosal ejército de
masas guerrillero y no la defensa de las ciudades. Sólo el estudio de la
realidad y los cambios de ella nos podrán indicar el método correcto, ya que no
hay dogma que valga a la lucha de clases, ni a su máxima expresión, la lucha
armada.
El carácter de clase del
guevarismo
Guevara cita sistemáticamente a Lenin respecto al problema del Estado para
fortificar sus posiciones. Nos lo presenta de perfil. El genio de Lenin -‑decía
Trotsky-‑ no se refleja sólo en el hecho que dirigió la revolución de octubre,
sino también en que supo retroceder en Brest-Litovsk. Lo mismo tenemos que
decirle a los guevaristas: el genio de Lenin no se refleja sólo en sus trabajos
teóricos contra los oportunistas sobre el rol del Estado burgués y sus fuerzas
armadas, sino en su despiadada critica a los sectarios.
El sectarismo es una de las peores plagas del movimiento revolucionario y es un
colosal mérito histórico del leninismo haberlo combatido sin piedad como la otra
cara del oportunismo.
Poco después de la revolución rusa surgió dentro del movimiento comunista
mundial una corriente denominada comunista de izquierda, sectaria, que opinaba
que como la revolución rusa había triunfado a través de la consigna de “todo el
poder a los soviets”, lo mismo había que hacer en otros países, Italia,
Alemania, Francia, España, Argentina, no trabajando en las organizaciones
reconocidas de los trabajadores. Nada más fácil. ¿Para qué el estudio de la
realidad y el trabajo en el movimiento obrero, si teníamos la fórmula perfecta?
¿Acaso los bolcheviques no habían tomado el poder con esa consigna?
La sorpresa fue que Trotsky y Lenin iniciaron una violenta polémica contra estos
comunistas de izquierda exigiéndoles que ajustaran sus consignas, programa, a la
realidad de cada país y de los trabajadores. “En Alemania no había tiempo de
construir soviets y lo que había que hacer era unirse a los socialistas para
tareas comunes frente a la patronal y desarrollar los comités de fábrica, los
organismos de los obreros alemanes conocían. Los comunistas de izquierda no
salían de su asombro: Lenin y Trotsky que habían tomado el poder, que habían
hecho la revolución con la consigna “todo el poder a los soviets” se negaban a
extender y aplicar esa consigna indiscriminadamente y exigían un estudio
exhaustivo de cada realidad nacional. La conclusión de los comunistas de
izquierda fue que Lenin y Trotsky eran oportunistas, reformistas sin remedio.
Estos señalaron como el ultra izquierdismo es producto de la desesperación
pequeño burguesa, del intento de reemplazar la realidad por la voluntad
revolucionaria.
Hoy día nos encontramos en Latinoamérica con un fenómeno político social
parecido: el guevarismo, la corriente sectaria, ultra izquierdista del
movimiento castrista latinoamericano. Como en Cuba el poder se lo tomó a través
de la guerra de guerrillas, y la formación de un ejército guerrillero, esta
nueva corriente ultra izquierdista, levanta como bandera la guerrilla en lugar
de los soviets y se empeña en ignorar el trabajo en el movimiento de masas
organizado. Al igual que los comunistas de izquierda, tratan de eximirse de
estudiar la realidad de cada país y trabajar en el movimiento de masas aplicando
mecánicamente el método con el que ya se triunfó en Cuba. Con un agravante: los
dirigentes de esta nueva corriente sectaria, ultra izquierdista, son los mismos
del proceso revolucionario latinoamericano.
No es casual que Guevara sea el líder o el teórico de esta corriente y que Fidel
lo apoye. Todo el pasado de ellos explica ese rol. En Cuba, las organizaciones
sindicales fueron una colateral del régimen batistiano y el movimiento
revolucionario pequeño burgués tenía que verlo justificadamente con profundo
odio. Fidel, obligado por las circunstancias, ha ignorado él trabajo en las
organizaciones obreras, aunque intentó uno directo sobre la clase obrera desde
el 26 de Julio. Esto no fue grave por las razones ya apuntadas el gran
movimiento de masas era el propio 26 de Julio y las organizaciones obreras
estaban encadenadas al régimen. Guevara hizo su primer aprendizaje político como
“contrera” en nuestro país, como enemigo mortal de las organizaciones y el
movimiento obrero tal cual se dio: como peronismo. Es decir, el pasado de ellos
los lleva a ignorar totalmente el formidable rol de las organizaciones del
movimiento obrero y campesino latinoamericano. Aquí también generalizan una
experiencia única, que no se repite en el resto de Latinoamérica en donde las
organizaciones sindicales no son las correas de transmisión del régimen
oligárquico, sino por el contrario, sus enemigos mortales, en contraposición a
lo que ocurrió en Cuba.
Toda analogía es muy peligrosa, porque nunca dos fenómenos humanos se dan de la
misma forma. La ventaja del guevarismo es que la pequeña burguesía desesperada y
los desclasados, base social del sectarismo guevarista, son relativamente
positivos en el proceso revolucionario latinoamericano y en algunos países
pueden llegar a cumplir un rol de vanguardia; pero desgraciadamente en
Latinoamérica la guerrilla se está transformando en muchos países en un medio
seguro de aislar a la vanguardia pequeño burguesa y desclasada del movimiento y
de las organizaciones de masas. El ejemplo de Hugo Blanco o Juliao vienen al
caso. Estos dos dirigentes provenientes de la clase media han sido mucho más
útiles que centenares de pequeño burgueses de sus países que se aislaron durante
meses o años para poder preparar la guerrilla, uniéndose al movimiento de masas,
ayudándole a organizarse, penetrando y cumpliendo un rol dirigente. Todo
revolucionario pequeño burgués puede ser un Hugo Blanco o un Juliao en la medida
en que se unan al movimiento de masas. Si son capaces de esto, y posteriormente
de encontrar la táctica correcta, que no puede ser otra que la feliz combinación
específica de lucha armada y organización de masas que corresponda a su país, el
futuro personal de ese pequeño burgués revolucionario, y lo que es más
importante, de] país y Latinoamérica, está asegurado. Si no, éste será negro,
plagado de desastres por ignorar al movimiento de masas y a la realidad de
nuestros países.
Todos estos problemas fueron estudiados por Lenin y son penosamente olvidados
por los guevaristas. Lenin en su trabajo sobre las guerrillas no se cansa de
señalar que éste es sólo un método entre muchos otros y que para saber si cabe o
no su aplicación, se impone un estudio de la realidad, lo mismo que hemos dicho
nosotros.
“ …reconoce las más diversas formas de lucha, pero sin “inventarlas” sino
simplemente generalizando, organizando e infundiendo conciencia de aquellas
formas de lucha de las clases revolucionarias que por sí mismas surgen en el
curso del movimiento” “….. engendra constantemente nuevos y cada vez más
diversos métodos de defensa y ataque. De ahí que el marxismo no rechace
incondicionalmente ninguna forma de lucha. El marxismo en modo alguno se limita
a las formas de lucha posibles y existentes solamente en un momento dado, sino
que reconoce la inevitable necesidad de formas de lucha nuevas, desconocidas
para quienes actúan en un período determinado y que surgen al cambiar la
coyuntura social dada. En este respecto, el marxismo aprende, si vale expresarse
así, de la práctica de las masas y nada más lejos de él que la pretensión de
enseñar a las masas formas de lucha caviladas por ‘sistematizadores’ de
gabinete” [31] .
“En segundo lugar, el marxismo exige incondicionalmente que el problema de las
formas se enfoque históricamente. Plantear este problema al margen de la
situación histórica concreta es tanto como no comprender los rudimentos del
materialismo dialéctico. En diferentes momentos de la evolución económica, con
sujeción a las diversas condiciones políticas, culturales, nacionales y de vida,
etc., se destacan en primer plano diferentes formas de lucha, como las formas de
lucha fundamentales¡, y, en relación con esto, varían a su vez las formas
secundarias, accesorias. Querer contestar simplemente que sí o que no a un
determinado medio de lucha, sin entrar a considerar en detalle la situación
concreta del movimiento de que se trata en una fase dada de su desarrollo
equivale a salir totalmente del terreno del marxismo ” [32] .
El genio de Lenin, al igual que el de Mao, no podía dejar de notar que la clase
que frecuentemente quiere utilizar como único medio la guerrilla, son los
desclasados, los lúmpenes. “ Se dice que la guerra de guerrillas acerca al
proletariado conciente a los borrachos degenerados y a los desclasados. Y esto
es verdad ” [33] .
“El lumpen proletariado forma la mayoría del ejército rojo … Como consecuencia
de esto surgió una mentalidad política de insurgentes errantes” [34] .
Nada de esto asusta a Lenin, que señala, por el contrario, que lo que distingue
a los marxistas revolucionarios es el hecho de utilizar todos los métodos,
incluida la guerrilla, adecuado a la clase que está a la vanguardia y a la
situación por la que atraviesa el país, pero supeditados al partido del
proletariado y a los objetivos socialistas de él. Es decir, Lenin le da una
importancia fundamental a la existencia del partido marxista revolucionario y a
sus objetivos. La experiencia guerrillera ha hecho una modificación a este
planteo leninista: con grandes partidos de masas revolucionarios es posible
tomar el poder e iniciar la guerrilla, pero no han eliminado la perentoria
necesidad de que estos partidos existan: “Pero lo único que de aquí se desprende
es que el partido del proletariado no debe nunca considerar la guerra de
guerrillas como el único, ni siquiera como el fundamental medio de lucha, sino
que debe supeditarse a otros, debe guardar la necesaria proporción con los
principales medios de lucha, debe ser ennoblecido por la influencia educadora y
organizadora del socialismo. Sin esta último condición, todos, absolutamente
todos los medios de lucha, en la sociedad burguesa, acercarán al proletariado a
diferentes capas no proletarias situadas por encima o por debajo de él y,
abandonado al curso espontáneo de las cosas, descenderá, se degenerará, se
prostituirá. Las huelgas, si se abandonan al curso natural de las cosas, se
convierten en alianzas, en convenios entre obreros y patronos en contra de los
consumidores. El parlamento se convierte en un burdel, donde una pandilla de
politicastros burgueses al por mayor y al por menor comercia con la “libertad
del pueblo” el “liberalismo” la “democracia”, el “republicanismo” el
anticlericalismo, el socialismo y demás mercancías al uso. Los periódicos se
convierten en alcahuetes asequibles a todos, en instrumentos de corrupción de
las masas, de burda adulación de los bajos instintos del tropel, etc., etc. La
socialdemocracia no conoce medios universales de lucha que levanten una muralla
china entre el proletariado y las capas situadas un poco por encima o por debajo
de él. La socialdemocracia emplea diferentes medios en las diferentes épocas,
supeditando siempre su empleo a condiciones ideológicas y de organización
rigurosamente determinadas” [35] .
Guevara ignora las enseñanzas de Lenin al eliminar toda forma de lucha armada
que no sea la guerra de guerrillas, al ignorar el carácter de clase de la
guerrilla y al desconocer la importancia del partido, aun del gran partido de
masas; que la propia experiencia guerrillera nos enseña que es indispensable.
Ha llegado el momento de explicar de una vez por todas y de la mano de Lenin,
las causas sociales y políticas de los graves desastres y derrotas de todos los
intentos guerrilleros latinoamericanos: son la consecuencia inevitable de una
tendencia ultra izquierdista, sectaria, que ignora la necesidad de un partido y
una política revolucionaria hacia el movimiento de masas, y reemplaza esa
ignorancia con una enorme voluntad revolucionaria, una aplicación mecánica y
caricaturesca de la experiencia cubana (a veces hasta del lenguaje cubano). ¿Qué
tiene de raro entonces que esas realidades nacionales que ellos ignoran se les
vengan encima y les destruyan los planes?
Si los guerrilleros caen o si las armas les son interceptadas en la frontera,
para nosotros eso es una consecuencia más de no tener un partido revolucionario
y darle la espalda al movimiento de masas. Ellos seguirán diciendo que son
fallas subjetivas, técnicas: alguien se lavó en el río, algún “chivato” habló o
fueron demasiados guerrilleros para la cantidad de alimentos depositados.
Nosotros al buscar la causa de los fracasos en profundas razones objetivas
(estado del país y de las organizaciones de masas), somos consecuentes con Lenin
y el marxismo. Ellos con sus explicaciones técnicas son idealistas, metafísicos,
ven un solo lado y el menos importante.
Este método de Guevara explica que jamás se haya detenido a analizar las
experiencias negativas de la guerra de guerrillas latinoamericana, es decir de
sus colosales y trágicos fracasos. Consecuente hasta el fin, da por adelantado
una explicación de los fracasos en su libro, en su único comentario conocido
sobre el tema, cuando dice: “ Casi todos los movimientos populares que se han
intentado en los últimos tiempos contra los dictadores han adolecido de la misma
falla fundamental: de una inadecuada preparación. Es que las reglas
conspirativas, que exigen un trabajo sumamente secreto y delicado, no se
cumplen por lo general en estos casos que hemos citado ” [36] . En buen romance:
fracasan por inadecuada preparación técnica. No es tampoco que nuestro autor,
con la honestidad intelectual y revolucionaria que lo caracteriza, reconozca que
los héroes de la Sierra Maestra, entre ellas Fidel Castro, fallaron justamente
en uno de los aspectos fundamentales de la preparación técnica de la guerrilla y
no se plantee por qué triunfaron a pesar de esos errores.
Nosotros creemos que la concepción guevarista es la verdadera causa teórica de
los fracasos, aunque hay razones de clase para ello: reflejan la desesperación y
la incapacidad para trabajar dentro del movimiento de masas de los mejores
cuadros revolucionarios de la pequeña burguesía y lúmpenes de Latinoamérica.
Ahora nos proponemos sintetizar las diferencias y sacar conclusiones. El
revolucionario que nos lee se dirá: «Todo está muy bien. Guevara nos da un
método que tendrá todos los defectos que se quiera, pero es mejor que nada. Con
él empezamos la batalla contra este régimen de oprobio y lo más que nos puede
pasar es que nos maten”. Nosotros queremos responder categóricamente por qué son
dos métodos distintos y cómo el nuestro es el único práctico, efectivo, que de
verdad llevará a la derrota de la oligarquía y el imperialismo. Precisemos ahora
los acuerdos y las diferencias entre Guevara y nosotros:
1) Entre Guevara y nosotros hay un acuerdo de principio y de hecho De principio,
porque estamos contra el oportunismo kruschevista y nacionalista burgués o
pequeño burgués, que reivindica los caminos pacíficos hacia el socialismo y la
colaboración con la burguesía, y a favor de la revolución en permanencia y de la
lucha armada para destruir los aparatos de represión del régimen, como
imprescindibles e inevitables. De hecho , porque nos reivindicamos del mismo
movimiento político social de Guevara: el castrismo.
2) Este acuerdo no nos impide discrepar con Guevara en todo o en casi todo:
a) No aceptamos que haya un solo método de derrotar a los explotadores de
América Latina, que es la guerra de guerrillas.
b) Tampoco creemos en la técnica de ese método (las tres etapas inexorables).
c) No concordamos en que la guerra de guerrillas sea la única forma de lucha
armada viable.
d) Nos parece muy peligroso el juzgar como Guevara que los explotadores con sus
instituciones principales (gobierno, fuerzas armadas), forman una estructura
monolítica sin graves crisis. Creemos lo contrario, que viven de crisis en
crisis y que ellas deben ser utilizadas en profundidad con una hábil política
revolucionaria.
e) Consideramos francamente criminal la ignorancia de Guevara en su análisis y
estrategia, de las grandes organizaciones de masas latinoamericanas, los
sindicatos obreros y campesinos, como de las preocupaciones y acciones del
movimiento de masas.
f) Tan grave como el anterior e íntimamente ligado a ese olvido, es el del
programa, partido y política revolucionaria.
g) No creemos por lo tanto en el mito de que un grupo de valientes alejado del
pueblo trabajador, sin programa, política, ni partido revolucionario, pueda
iniciar la lucha armada y la guerra de guerrillas, pese a su valentía y sus
ansias de voltear a los explotadores.
3) Nuestro método es radicalmente opuesto al de Guevara y se basa en esas
criticas.
a) Antes que nada creemos que la vanguardia revolucionaria de cada país
latinoamericano, organizada en un sólido partido revolucionario e íntimamente
ligada al movimiento de masas, debe darse su programa revolucionario, como su
forma y momento de iniciar la lucha armada.
b) Esto significa en un sentido que nuestro método es no tener un método fijo,
inamovible para todos los países, sino por el contrario, una serie de principios
generales a aplicar a cada país. El primero, justamente es que no hay método
fijo, ya que éste debe ajustarse a la realidad de cada país, que es distinta en
cada uno de ellos y en cada etapa del proceso revolucionario. El segundo, que la
forma de lucha armada, que es inevitable, insistimos, inevitable, está
supeditada al análisis y al programa político para el país dado, y no estos
para aquella. El tercero, que el programa y el análisis deben partir
esencialmente de lo que las masas trabajadoras quieren y hayan logrado
organizativa, políticamente y en grado de conciencia.
c) Estos principios obligan a que la vanguardia pequeño burguesa o desclasada,
baluarte de la política guevarista, le dé importancia al trabajo en el seno del.
movimiento de las masas trabajadoras, a la construcción del partido
revolucionario, al programa, evitando así su separación del proceso real
revolucionario por el que atraviesan los trabajadores latinoamericanos y las
trágicas y heroicas aventuras.
El estudiante revolucionario que nos lea se desesperará e insistirá: “Todo está
muy bien, pero ¿qué hacemos?‘. Llevada a ese plano la pregunta no podemos menos
que decir lo contrario que nuestro autor: unirse todos los revolucionarios en un
partido único en cada país para adoptar un programa revolucionario que nos
permita trabajar dentro de las organizaciones de los trabajadores, para desde
ahí organizar la toma del poder con los métodos de lucha armada adecuados al
grado de desarrollo y conciencia del movimiento de masas de ese país. Y por si
no nos entiende le podemos decir qué es lo que m hay que hacer: aceptar el
honesto pero criminal consejo de Guevara de organizar un grupo guerrillero
alejado del pueblo trabajador y exigir, como mínimo, el derecho a elaborar la
línea para su país, unido en un mismo organismo a los otros revolucionarios, sin
aceptar recetas de ninguna clase. Si hace así, estará con el método de Lenin,
Trotsky y Fidel Castro, que dirigió la gran revolución cubana, y en contra de
los ultra izquierdistas que están sembrando el camino de derrotas.
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[1] Estrategia, número 1, tercera época, marzo de 1964, pág. 45.
[2] Estrategia, número 1, tercera época, marzo de 1964. Pág. 45.
[3] Estrategia, número 1, tercera época, marzo de 1964. Pág. 46.
[4] Estrategia, número 1, tercera época, marzo de 1964. Pág. 46.
[5] Monthly Review, número 3, año 1, octubre de 1963. Pág. 23.
[6] “La guerra de guerrillas”, Ernesto “Che” Guevara. Pág. 11.
[7] Monthly Review, ob. cit. Pág. 22.
[8] Estrategia, ob. cit. Pág. 46.
[9] “La guerra de guerrillas”, ob. cit. Pág. 11.
[10] Estrategia, ob. cit. Pág. 41.
[11] Estrategia, ob. cit. Pág. 44.
[12] Estrategia, ob. cit. Pág. 45.
[13] Monthly Review, ob. cit. Pág. 27.
[14] “La guerra de guerrillas”, ob. cit. Pág. 173.
[15] Monthly Review, ob. cit. Pág. 21.
[16] Monthly Review, ob. cit. Pág. 26.
[17] Monthly Review, ob. cit. Pág. 27.
[18] Monthly Review, ob. cit. Pág. 26.
[19] “La guerra de guerrillas”, ob. cit. Pág. 102.
[20] Estrategia, ob. cit. Pág. 48.
[21] Monthly Review, ob. cit. 23.
[22] Estrategia, ob. cit. Pág. 37.
[23] La guerra de guerrillas”, ob. cit. Pág. 142.
[24] “La guerra de guerrilla?, ob. cit. Pág. 126.
[25] “La guerra de guerrilla?, ob. cit. Pág. 16.
[26] Monthly Review, ob. cit. Pág. 27.
[27] “La guerra de guerrilla?, ob. cit. 148.
[28] Estrategia, ob. cit. Pág. 50.
[29] Monthly Review, ob. cit. Pág. 26.
[30] Monthly Review, ob. cit. Pág. 26.
[31] “La guerra de guerrillas”, ob. cit. 184.
[32] Obras Completas de V. 1. Lenin, tomo XI, Editorial Cartago, Buenos Aires,
1960. Págs. 207 y 208.
[33] Obras Completas de V. 1. Lenin… Pág. 208.
[34] Obras Completas de V. 1. Lenin… Pág. 215.
[35] Resolución escrita para una conferencia de las organizaciones del Partido
Comunista del IV Ejército Rojo en diciembre de 1929, que junto con otras citas
parecidas, fueron posteriormente modificadas y resumidas en las Obras Escogidas
de Mao‑Tse‑Tung. Citado por varios historiadores del Partido Comunista Chino y
en Hong‑Kong: Hsinmin Chu‑pan‑she, 1949. Págs. 14 y 15.
[36] Estrategia, ob. Cit.
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