Alfredo Abud

El establecimiento del Poder popular o Comunal es un proceso, circunstancia que implica que no podemos atropellar su desarrollo.Esta premisa debe ser flexible, ya que pudieran darse situaciones en las cuales fuera necesario sacrificar su tiempo de gestación, sin perder de vista el objetivo.
Estas afirmaciones no se contradicen, pero lo que si debemos OBSERVAR es que las coyunturas deben estar inscritas en la ESTRATEGIA.

 

En la construcción del PSUV se privaron pasos lógicos para beneficiar el momento político, pero hay que hacer énfasis en la provisionalidad de sus autoridades y en ese modo de construcción que se asumió. Una condición ineludible del nuevo dirigente político es que debe ser dirigente de masas.

Esta manera de construir se replica en el poder popular. Seguimos alimentando su creación desde los vicios que caracterizaron la forma de hacer política del siglo pasado, lo que se explica en que la actual dirigencia política arrastra esos mismos vicios.

La creación del poder popular y el nacimiento de la nueva dirigencia política, no puede seguirse sustentando en las dádivas que desde las instituciones hacen quienes las dirigen. No pueden seguir siendo las nóminas un instrumento para la movilización popular ni de incidencia en resultados electorales, porque esa movilización adolece de conciencia y se realiza sin sustentación real. No podemos parapetar ranchos para ganar elecciones, así le hacemos el juego a la miseria a la que fueron sometidas las clases populares, a la exclusión de que fueron objeto. Acaso una lámina de zinc dignifica a nuestros hermanos, a nuestros prójimos que habitan en esas comunidades pobres?

De igual manera la erradicación del “pedigüeñísmo” constituye una tarea de primer orden. La movilización popular tiene que sustentarse en la conciencia, no en el intercambio de “favores”, en ese tú me das y yo te doy…o cuánto hay pa´eso. Este ejercicio ha sido alimentado por nuestra dirigencia, conducta que es ajena a la de un revolucionario.

El poder popular no se crea con recursos materiales, claro, son necesarios, pero su esencia, fortaleza, sustentamiento y sostenimiento depende de la conciencia de las organizaciones populares, como colectivos, y de sus integrantes, como individuos. Pero la conciencia requiere de ideología y es en este aspecto en el que la revolución bolivariana, el socialismo del siglo XXI, tienen su mayor debilidad.
En esa dirección se han adelantado algunas iniciativas, pero este trabajo debe ser PERMANENTE y consuetudinario y dirigirse al fortalecimiento de la organización política (PSUV) y de las organizaciones populares. El imperialismo y los cipayos no descansan en este sentido, trabajan las 24 horas del día en el tema ideológico que luego difunden por sus medios de comunicación.

El poder popular, para realmente ser poder, debe tener capacidad resolutiva en todos los ámbitos; desde el político hasta el social. El brazo institucional debe estar en el cuerpo del poder popular, no puede haber dos cuerpos. La institucionalidad debe ser expresión del poder popular y servir de facilitador del establecimiento e implantación del poder popular. Este es uno de los pasos prácticos para su instauración.

Para el fin anterior, se debe trabajar la conciencia en dos sentidos.
A lo interno del ser humano y de los dirigentes de las instituciones, para que la conciencia se exprese en todo lo que hagamos. La tarea no es fácil, pero cuando lo logremos nos daremos cuenta de que tampoco era difícil.

La conciencia se asienta en la ideología y la ideología de esta nueva era se alimenta de lo mejor de todas las corrientes del pensamiento humano, en las que de manera indiscutible prevalecen para la revolución bolivariana el amor, la libertad, la igualdad, la justicia, la equidad; signos que de manera inequívoca confluyen en el carácter antiimperialista de nuestro proceso.

La nueva era también se caracteriza por un cambio de paradigma. La unidad es ABSOLUTA y la lucha relativa. Los contrarios se complementan, no se repelen. Hacia lo interno de nuestro proceso debe solidificarse la unidad, una unidad que nazca del amor y hacia el logro de los objetivos que dignifiquen al ser humano. Pero nuestra UNIDAD no es ingenua y para la construcción del nuevo y verdadero socialismo, debemos demoler los antivalores que por siglos nos inocularon; la formación del nuevo hombre y de la nueva mujer hacen impostergable esta tarea: debemos hacerlo, es imposible crear una nueva sociedad, un mundo JUSTO, si no erradicamos el egoísmo, la maldad, el individualismo.

La felicidad no se construye desde lo externo, desde la materia (confort, consumismo); la felicidad proviene de nuestro ser interno y para que sea posible debemos ser libres, sólo así podremos amarnos y amar a los otros como a nosotros mismos; de esta manera seremos conscientes.

ALFREDO ABUD
Mayo 14 2008