El umbral del Estado stronista
Elecciones políticas y cambio social en Paraguay
Luis Ortiz Sandoval
ALAI AMLATINA, 17/04/2008, París.-
La hipótesis del cambio inercial
Próximos a un acontecimiento parte-aguas de la historia política paraguaya, las elecciones políticas del 20 de abril de 2008 abre la interrogante sobre las condiciones sociales de posibilidad de modificar una estructura social con innumerables problemas y desafíos.
La Asociación Nacional Republicana o Partido Colorado, en el gobierno hace casi 62 años (entre los cuales se cuentan 35 años de dictadura política a la que sirvió de sustento), hace todo de su parte, incluso la tentativa de fraude electoral, para mantenerse en el Palacio de López. Y es que todo indica que esta vez -después de varios intentos fallidos- la abigarrada gama de fracciones políticas opositoras al coloradismo, bajo el rótulo de Alianza Patriótica para el Cambio (APC), cuenta con la posibilidad objetiva de tomar el poder ejecutivo por las urnas.
Sin embargo, lo que está en juego en este proceso no es un conjunto de disyuntivas proferido en eslóganes del tipo «continuidad versus cambio», «renovación versus conservación» o «bien común versus privilegio oligárquico», todas oposiciones fundadas en la ilusión del cambio social por el acto de votar, es decir, un cambio de iure. Lo que está en juego en los sufragios de abril no es un punto en el tiempo, un quiebre razonado de dos momentos distintos de la historia paraguaya. Se juega más bien la necesidad de revertir políticamente un cambio inercial que ha venido dándose en los últimos 25 años. Eso sí, un cambio para mal.
El deterioro económico, la degradación de la seguridad y protección social, la acentuación de la desigualdad y pobreza así como la masiva emigración de la población dan cuenta de una progresiva corrosión del Estado paternalista montado por la dictadura y que la sostuvo como su base prebendaria y clientelista. Pero aún hay más: se ha operado un cambio social que llevó al país a una desoladora situación de aislamiento geopolítico hasta el punto que su nombre en el exterior, puede fácilmente asociarse al de un pobre estado sureño de Brasil antes que al de una república soberana e independiente sudamericana.
El 20 de abril, pues, se juega el voto contra el partido colorado como única posibilidad objetiva de romper con la administración stronista del estado. Y es que recién ahora, después de casi 20 años del derrocamiento de Alfredo Stroessner, el estado autoritario que lo sostuvo está haciendo aguas por todas partes, proceso que como muchos otros en Paraguay, fue posible más por el efecto del tiempo y la inercia que por una decidida voluntad política de la sociedad.
El voto por Fernando Lugo, ex–obispo católico y candidato a presidente de la república por la APC, es un acto político que traduce la única elección social soportada por miles de paraguayos en los últimos diez años: resistir estoicamente permaneciendo en el país o por el contrario «dejar todo y largarse». Entonces, votar el domingo 20 de abril, puede ser el golpe de gracia al inminente desmoronamiento del «estado oligárquico colorado» en una situación crítica del país que rememora la situación de aquel 2 de marzo de 1870, en que un país en ruinas debía renacer como el Ave Fénix de sus cenizas.
La absoluta carencia de legitimidad del sistema político vigente ya no puede sostener la exclusión social de las mayorías, en un régimen que se pretende democrático para impedir la participación social por vías institucionales. Dicho de otro modo, un modelo que aprovecha las instituciones formales de la democracia para disimular un modelo de acumulación económica anti-democrática, ya no se sostiene. La legitimación política de la reproducción social ha llegado al límite en que dejó de mostrarse como «dictadura perfecta». El partido colorado, desangrado en su disputa intestinal por la administración «democrática» del saqueo, ha construido paradójicamente su propio desgaste: el rezago económico, el incremento del poder fáctico de la mafia y el empobrecimiento sin precedentes de su población-cliente, le valen hoy una inminente derrota electoral.
Quienes disputan, qué se disputa
La dominación por empate hegemónico establecida entre los sectores del coloradismo durante los años de transición y concentrados en la oligarquía agroexportadora-terrateniente, la burocracia estatal y el empresariado de obras públicas, se ha agotado. La contradicción de intereses entre esos sectores dio lugar a modalidades violentas de zanjar disputas, parecidas a la era que siguió a la guerra civil del ’47. En efecto, se trama la muerte de Luis M. Argaña, «grand father» del coloradismo tradicional, se desata la persecución judicial maniatada de Lino Oviedo y la caza de brujas de los oviedistas. Con las últimas elecciones internas del año 2007, de dudoso escrutinio, se dio la última división que le valdría aparentemente la «distancia» más sensible a su «unidad granítica». Para las elecciones de 2008, al partido colorado solo le queda su oligarquía latifundista, núcleo duro de dicha asociación partidaria, impotente también de resolver su crisis económica y su legitimidad en un contexto sitiado por las invasiones de tierras por parte de campesinos indigentes y la presión de productores agrícolas brasileños. Una considerable parte de la base social electoral del partido colorado ya no podrá ser «acarreada» como ganado a los locales de votación ya que a este punto es una población que se reparte con el oviedismo y el reciente fenómeno «luguista».
Lino Oviedo también de una fracción de la clase dominante, de la agroexportación, del capital financiero y de las importaciones, refuncionaliza a su favor el viejo el populismo agrarista conservador colorado, que, empero, ya no tiene la misma fuerza que en otra época, pues padece de los mismos dilemas con su base social clientelista: abandona el país o migra a las ciudades para diversificarse en experiencias y elecciones políticas variadas. Una de ellas, precisamente, hacia la candidatura de Fernando Lugo.
Por su parte, Pedro Fadul, hombre políticamente «neutro», representa a una pequeña proporción de la población enriquecida gracias a la extrema desigualdad social y económica, encargándose de hacer circular -y cobrar caro por hacerlo- dinero volátil en un país donde las clases sociales empobrecidas hipotecan hasta lo que no tienen para acceder a miserables empréstitos, con intereses leoninos a favor de financieras y bancos. Su sector financiero-importador es uno de los más retrógrados de la economía paraguaya, que para no culpabilizarse del antiguamente condenado pecado de la «usura», lava su conciencia con su pertenencia a uno de los grupos más conservadores de la iglesia católica.
En suma, al igual que el partido de gobierno, estos dos grupos políticos proponen más de lo mismo. Apuestan al maquillaje de un sistema en ruinas sin tocar las causas de su decadencia: la insostenible desigualdad social y la extrema dependencia con respecto a las fluctuaciones del mercado financiero internacional para una economía que importa la mayor parte de sus mercancías manufacturadas. Igualmente, ni oviedistas ni patriqueridistas pretenden tratar la controvertida pérdida de soberanía energética ante los dos grandes vecinos del MERCOSUR (Brasil y Argentina) y ni hablar de la cereza del pastel de problemas: la penetración brasileña a lo largo de toda la frontera este. .
La pregunta de porqué Unace ni Patria Querida no formaron parte de la coalición opositora que está a punto de dar su golpe de gracia al partido colorado, debe hallar su respuesta en que los intereses que defienden así como sus proyectos políticos no se distinguen entre sí del cometido de mantener, con ropaje diferente, el status quo: Oviedo y sus séquitos apuestan por la continuidad de la estructura socioeconómica tamizada por una administración populista y Fadul por la reproducción de la desigualdad social revestida de neoliberalismo.
Pero del lado de la APC el panorama no es de color de rosa. Conformada en su mayoría por el segundo partido en importancia electoral del sistema político paraguayo (el Partido Liberal o PLRA), se debate también en su interior sobre un proyecto democrático o la continuidad oligárquica del orden social. El Partido Liberal, de fuerte composición latifundista, no pudo distanciarse, durante toda la «transición democrática» del partido colorado e impugnarlo, ya que defendiendo los mismos intereses que éstos en el terreno económico, desnudó su carácter subordinado al Estado oligárquico que proviene de la era posterior a la guerra civil de 1947. Sin embargo, bajo la condición de ser la «primera minoría», encabeza la coalición multipartidista y multisectorial , con Lugo a la cabeza, como última alternativa que le queda para revertir su progresivo debilitamiento en el mercado electoral del último decenio.
Mientras tanto, y a pesar de su decremento demográfico, la fuerza social más amenazadora del orden existente se sigue situando en el espacio rural paraguayo y su población. Los campesinos paraguayos, a través de su movimiento social, construyeron alternativas de impugnación al Estado oligárquico y se mantuvieron en sus luchas a pesar de sus notables contradicciones. Es lo que podría denominarse la «izquierda social», esa que se constituyó y fortaleció a pesar de la indiferencia de los «socialistas de convento», esos citadinos románticos y abstraídos de las condiciones históricas y concretas de su país, que ven en la «cuestión urbana» la salida más fácil a un compromiso repartido entre la comodidad de la pequeña burguesía y la buena conciencia de apostar por la «cuestión social».
Si esto último es cierto y que una constante en la izquierda paraguaya es la atomización y la discordia, pueden verse algunas excepciones como el de un sobrio sector socialdemócrata que va ganando fuerza en el mapa político paraguayo, a saber: el Movimiento Político Tekojoja. El mismo no ha cesado de crecer electoralmente y su principal base social se halla -acertadamente- en la población rural, convirtiéndose en la agrupación política de izquierda con mayor probabilidad estadística de representación parlamentaria en el próximo periodo legislativo de 2008-2013. Otro partido de izquierda, el Partido del Movimiento Al Socialismo (P-MAS), cuenta con el antecedente reciente de haber conseguido una concejalía en las últimas elecciones municipales de Asunción. Debe reconocérsele, a pesar de compartir algunos errores con la izquierda conventual, de realizar un trabajo cercano y minucioso con los sectores marginales de la capital y la juventud de la fracción baja de la clase media asuncena.
– Luis Ortiz Sandoval es Sociólogo e investigador paraguayo, actualmente cursa un doctorado en Francia.
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