Por Xavier Padilla
Para nadie es un secreto que China es percibida por el Imperio estadounidense como su actual y futuro gran rival económico. Se desprende entonces que también debe serlo -por propiedad de ley conmutativa- para sus incondicionales aliados (o mejor dicho, subordinados) europeos. Lo cual explica por qué en occidente hoy escuchamos una única versión sobre los recientes hechos de violencia en el Tibet. Versión en la que éstos han sido producto del desalmado gobierno comunista chino, capaz incluso de abatir a monjes budistas indefensos.
Sin embargo, gracias a Internet hoy la información no la encontramos sólo en los medios corporativos de la prensa mundial. Afortunadamente, cualquier individuo libre, independiente y capaz de pensar y sentir por sí mismo, puede filmar discretamente, movido por algún instinto de
responsabilidad civil, escenas que tienen lugar en cualquier parte del mundo. Sólo necesita servirse para ello de su teléfono celular, y luego publicarlas en uno de tantos servidores gratuitos que existen hoy en Internet. Por el momento contamos con esa bendición…
La otra versión de los hechos ocurridos en Lhasa, la capital del Tibet, está allí, al alcance de cualquier internauta. Libre, intacta, sin manipulación. Porque los verdaderos reporteros o informantes del mundo de hoy ya no son los de nuestros medios de comunicación tradicionales y corruptos, son los hombres y mujeres libres del mundo, ellos mismos. Ver ejemplo: http://www.youtube.com/watch?v=DhjCX4KIz4Q
Lo bueno de estos «vídeos de amateur» es que las patrañas, los hechos orquestados y telegrafiados por parte de las potencias hegemónicas mundiales quedan impecablemente al descubierto: junto a cualquier vídeo de agencia de prensa reproducido en Internet es posible encontrar a su vídeo-antídoto, por decirlo así; generalmente se trata de destartalados, vulgares pero dignos vídeos de celular. Entrometidos a más no poder. Y que muestran el ángulo indeseado de los hechos.
A veces son tan perturbadores que antes de poder ser publicados en Internet por sus propios autores las agencias profesionales de la desinformación, afiliadas siempre a intereses mucho menos que imparciales, los compran, editan y editorializan adecuadamente. Pero luego terminan también publicados en Internet, donde otros vídeos celulares raza «cacri» los esperan, de esos que compran peleas, rabiosos! Así, un vídeo-celular en el que aparece un grupo de manifestantes tibetanos pasando súbitamente a la violencia, fue comprado por una multinacional de la (des)información (adivinen cuál), quien lo difundió luego con una narración que pretendía –muy mal- explicar que todo lo que veíamos era culpa de los cuerpos de seguridad chinos. Una escena muy parecida, por cierto, a la de la protesta frente a Conatel durante el caso RCTV, donde obviamente los policías eran los agredidos.
Pero vengamos a la historia del Tibet. Al comienzo de la guerra fría, el gobierno de Estados Unidos, a través de su Agencia Central de Inteligencia (CIA), implementó de manera casi simultánea su política anticomunista contra la Unión Soviética y la República Popular China. En los años 50 fueron puestas en marcha diversas estrategias contra revolucionarias precisas y adaptadas a cada caso, una de ellas siendo el entrenamiento de guerrillas mercenarias en propio suelo estadounidense (más precisamente en Camp Hale, Rocky Mountains de Colorado), destinadas a desestabilizar la recién recuperada soberanía china (1959) sobre sus ancestrales tierras tibetanas, las cuales estubieron por mucho tiempo en manos de una teocracia feudal terrible, encarnada por la secta budista Nechung. El Imperio, en su afán de corromper la integridad territorial china -y así debilitar el comunismo- formó, entrenó y financió a través de la CIA una guerrilla mercenaria a la que luego lanzó en paracaídas sobre esas tierras. Todo ello con pleno consentimiento, o más bien complicidad de la mayor autoridad tibetana, el entonces joven Dalai Lama, una supuesta actual reencarnación de Buda. Sus dos hermanos de sangre integraban esos comandos.
Como sabemos, para Estados Unidos el aprovechamiento de cualquier tensión interna de los pueblos es siempre buena. Era lógico que su política internacional anticomunista en contra de la China de Mao comenzara por una ingerencia voraz en el conflicto étnico chino-tibetano, armando a la casta religiosa derrocada por el ejército popular chino y creando a partir de ésta una imagen mediática holywoodense de mártires sublimes. El Dalai Lama era financiado, pues, por la CIA al mismo tiempo que ésta coordinaba el desembarco de Bahía de Cochinos…
No requiere muchas vueltas el asunto. Estados Unidos, una vez más, ha fabricado, con su uso tradicional del «right timing», o momento apropiado –aunque siempre telegrafiado a leguas-, un complot nefasto contra su peor enemigo a largo plazo, la China. Pero a sólo tres meses de los juegos olympicos de Beijín, ni la República China, que todos los pronósticos dan por invencible ante Occidente, se chupa más el dedo, ni nosotros los bolivarianos creemos en cuentos chinos texanos.
xavierpad@gmail.com