Por Jean Ziegler
(traducido del francés por Xavier Padilla)
(Texto de Jean Ziegler con motivo del foro «¿Qué agricultura para qué alimentación?» y publicado originalmente en http://www.mondialisation.ca, 18 de marzo de 2008)
I. Cada cinco segundos un niño menor de diez años muere de hambre o de las consecuencias inmediatas del hambre. Más de 6 millones en 2007. Cada cuatro minutos, alguno pierde la vista debido a la falta de vitaminas A. Son 854 millones de seres que de manera muy grave se alimentan insuficientemente, mutilados por el hambre en forma permanente. [ 1 ]
Eso pasa sobre un planeta que abunda en riquezas. Un hombre de valor y gran competencia, Jacques Diouf, dirige la FAO. El mismo constata que en la fase de desarrollo actual de sus fuerzas de producción agrícolas, el planeta podría alimentar sin problema a 12 mil millones de seres humanos, o sea el doble de la actual población mundial [ 2 ].
Conclusión: esta masacre diaria por el hambre no obedece a ninguna fatalidad. Detrás de cada víctima, hay un asesino. El actual orden del mundo no es solamente criminal. Es absurdo. La masacre bien tiene lugar en una normalidad helada.
La ecuación es simple: cualquiera que tiene dinero come y vive. Quién no tiene sufre, se vuelve inválido o muere. No hay fatalidad. Cualquiera que muere de hambre ha sido asesinado.
II. El mayor número de las personas alimentadas insuficientemente, 515 millones, viven en Asia, donde representan un 24% de la población total. Pero si se considera la proporción de las víctimas, es el África subsahariano quien paga el precio más alto: se alimentan permanentemente de una manera gravemente insuficiente 186 millones de seres humanos, lo que representa un 34% de la población total de la región. La mayoría de ellos sufren de lo que la FAO llama «el hambre extrema», su ración diaria situándose como media a 300 calorías por debajo del régimen de supervivencia en condiciones soportables.
Un niño que falta de alimentos adecuados en cantidad suficiente desde su nacimiento hasta la edad de 5 años, arrastrará las secuelas de por vida. Por medio de terapias delicadas practicadas bajo supervisión médica, se puede hacer volver de nuevo a una existencia normal a un adulto que se ha alimentado temporalmente de forma insuficiente. Pero a un niño menor de 5 años, es imposible. Privadas de comida, sus células cerebrales habrán sufrido daños irreparables. Régis Debray llama a estos pequeños los «crucificados de nacimiento» [ 3 ].
El hambre y la desnutrición crónica constituyen una maldición hereditaria: cada año, cientos de millares de mujeres africanas alimentadas de forma gravemente insuficiente traen al mundo cientos de millares de niños irremediablemente afectados. Todas estas madres alimentadas insuficientemente y que, sin embargo, dan la vida recuerdan a aquellas mujeres condenadas de Samuel Beckett, que «paren a caballo sobre una tumba… El día brilla un momento, luego es de nuevo la noche» [ 4 ].
Una dimensión del sufrimiento humano está ausente en esta descripción: la de la angustia lancinante e intolerable que tortura a cualquier ser muerto de hambre desde su despertar. ¿Cómo, durante el día que comienza, va a poder garantizar la subsistencia de los suyos, a abastecerse él mismo? Vivir en esta angustia es quizá más terrible aún que aguantar las múltiples enfermedades y dolores físicos que afectan a este cuerpo alimentado insuficientemente.
La destrucción de millones de Africanos por el hambre se efectúa en una especie de normalidad helada, todos los días, y sobre un planeta desbordante de riquezas. En África subsahariano, entre 1998 y 2005, el número de personas que se alimentan de manera gravemente insuficiente aumentó en 5,6 millones.
III. Jean-jacques Rousseau escribió: «Entre el débil y el fuerte, es la libertad quien oprime y es la ley quien libera». Con el fin de reducir las consecuencias desastrosas de las políticas de liberalización y la privatización practicadas al extremo por los amos del mundo y por sus mercenarios (el FMI, OMC), la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió crear y volver justiciable un nuevo derecho humano: el derecho a la alimentación.
El derecho a la alimentación es el derecho a tener un acceso regular, permanente y libre, directo o por medio de compras monetarias, a una comida cuantitativa y cualitativamente adecuada y suficiente, correspondiendo a las tradiciones culturales del pueblo de las cuales es resultante el consumidor, y que garantizan una vida física y psíquica, individual y colectiva, libre de angustia, satisfactoria y digna.
¡Los derechos humanos – desgraciadamente! – no están incluidos en el derecho positivo. Lo que significa que no existe aún ningún tribunal internacional que haría justicia al muerto de hambre, defendería su derecho a la alimentación, velaría por su derecho a producir él mismo sus alimentos o a proporcionárselos por medio de compras monetarias, y protegería su derecho a la vida.
IV. Todo va bien mientras Gobiernos como el del Presidente Luis Inacio Lula da Silva en Brasilia o del Presidente Evo Morales en La Paz movilizan por su propia voluntad los ingresos del Estado, con el fin de garantizar a cada ciudadano su derecho a la alimentación. Sudáfrica es otro ejemplo. El derecho a la alimentación se inscribe en su Constitución. Ésta crea a una Comisión nacional de los derechos humanos, compuesta en paridad por miembros nombrados por las organizaciones de la sociedad civil (iglesias, sindicatos y distintos movimientos sociales) y miembros designados por el Parlamento. Las competencias de la Comisión son amplias. Desde su entrada en función, hace cinco años, la Comisión ya ha obtenido victorias importantes. Puede intervenir en todos los ámbitos que suponen la denegación del derecho a la alimentación: evicción de campesinos de su tierra; autorización otorgada por un municipio a una compañía privada para la gestión del suministro del agua potable, implicando impuestos prohibitivos para los habitantes más pobres; desvío por una compañía privada del agua de riego en detrimento de los agricultores; incumplimiento al control de la calidad de la alimentación vendida en los barrios pobres; etc.
¿Pero cuántos Gobiernos existen, en particular, en el tercer mundo, cuya preocupación prioritaria de cada día es el respeto del derecho a la alimentación de sus ciudadanos? Ahora bien, en los 122 países dichos del tercer mundo viven hoy 4,8 mil millones de los 6,2 mil millones de seres humanos que hoy poblamos la tierra.
V. Los nuevos amos del mundo tienen horror de los derechos humanos. Los temen como el diablo al agua bendita. Ya que está claro que una política económica, social, financiera que consagrara a la carta la realización de todos los derechos humanos rompería, en forma neta, el orden absurdo y fatal del mundo actual y produciría necesariamente una distribución más equitativa de los bienes, satisfaría las necesidades vitales de la gente y la protegería contra el hambre y una buena parte de sus angustias.
En su realización concreta, los derechos humanos personifican pues un mundo completamente distinto, solidario, liberado del menosprecio, más favorable a la felicidad.
Los derechos humanos – políticos y civiles, económicos, sociales y culturales, individuales y colectivos [ 5 ] – son universales, interdependientes e indivisibles. Son hoy el horizonte de nuestro combate.
*Jean Ziegler es Ponente especial del Consejo de los derechos humanos
de las Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación; su último
libro es L’Impire de la Honte, 2007 (El Imperio de la Vergüenza).
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[ 1 ] FAO, El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo, Roma, 2006
[ 2 ] Alimentar quiere normalmente decir obtener para cada individuo
adulto, cada día, 2.700 calorías.
[ 3 ] Régis Debray y Jean Ziegler, se trata de no volverse, París, Arléa, 1994.
[ 4 ] Samuel Becket, En attendant Godot, París, Editions de Minuit, 1953.
[ 5 ] Un derecho humano colectivo es por ejemplo el derecho a la
autodeterminación o el derecho al desarrollo.
Traducido del francés por Xavier Padilla (xavierpad@gmail.com)